Todavía en Iquique

Eso, todavía estoy en Iquique y en unos minutos más salimos para Santiago, la verdad es que voy con bastante sueño así es que aprovecharé de seguir el consejo del Oscar: dos cafiaspirinas más Coca-Cola, vamos a ver si funciona.

Acá si que se nota la inmigración peruana; está lleno y en el rato que llevo en el cybercafé hay un paseo constante de peruanas y peruanos llamando para la casa para desear felices fiestas, son como dueños de casa por la cantidad, lo que me extraña es que no he visto buenos restaurantes de comida peruana, el único que he visto es el Círculo Peruano pero todavía no he ido a comer allá.

Por otra parte mi compañero Oscar me ubicó por mi mensaje anterior del blog y me invitó a comer un picante de locos preparado por el mismo, estaba tan malo que me comí dos platos, en una palabra, delicioso. Y así estuvimos conversando y pasando un buen rato, nos terciamos justito.

A diferencia de Arica, Iquique está repleto de espíritu navideño, una de las costumbres más tradicionales son las caravanas de autos tocando la bocina encabezadas por un camión con motivos navideños, a mucha gente le revienta esta costumbre pero yo la encuentro muy popular y simpática, pese a que la contaminación acústica es horrible.

Acá es todo más desordenado, sucio e informal, pero también es mucho más alegre. Iquique todavía es un lugar leno de tradiciones mezcladas con el esnobismo más desagradable. En los barrios populares la gente saca una mesa y sillones a las veredas, ponen una radio y el dueño de casa vestido con puro short -como si estuviera en la playa- se pone a mirar a los que pasan o a regar la vereda. Otros barrios son una mala copia de Santiago., la península de Cavancha y Playa Brava son una copia de bajo presupuesto de Las Condes. Lo mejor de Iquique está en los barrios populares.

Bueno, ya se acerca la hora de moverse, solo Dios sabe si vuelvo, mañana en la noche escribiré desde Santiago si es que el Pulento no dispone otra cosa. Nos belmont.