Las crisis a veces dejan botado a un país, como nos pasó con la crisis del salitre que explotó en los años 20, otras veces provocan una larga y lenta decadencia, como nos pasó con la crisis asiática durante el gobierno de Frei Ruiz Tagle, pero unas pocas veces son bien aprovechadas y permiten implantar ideas revolucionarias que difícilmente se aceptarían en tiempos normales.
Algo de esto pasó entre los años 1981 y 1983, cuando Chile cayó en una de las peores crisis de su historia económica, cuando se cortó la plata dulce de los petro dólares, pero luego de 3 años muy duros comenzó la época dorada de 10 años de crecimiento sostenido a tasas superiores al 7% beneficios que hasta el día de hoy, más de 25 años después, seguimos aprovechando.
La gran crisis de 1981 dejó al aparato productivo y financiero en el suelo y fue una de las pruebas más duras que tuvo que enfrentar el recién creado sistema de fondos de pensiones (AFP) que había sido diseñado precisamente para reemplazar al sistema de reparto que pocos años antes había estado en bancarrota, difícilmente los trabajadores hubiesen podido aguantar dos desapariciones sucesivas de sus ahorros previsionales.
El estado, como prestamista de última instancia, se vio obligado a tomar el control de más del 60
% de las colocaciones del sistema financiero y del 68% del flamante sistema de AFP, sin contar con la multitud de empresas Corfo y privadas quebradas, que pasaron a formar parte de lo que se llamó el "area rara" de la economía. En términos de propiedad el año 1982 Chile era un país casi tan socialista como Cuba.
% de las colocaciones del sistema financiero y del 68% del flamante sistema de AFP, sin contar con la multitud de empresas Corfo y privadas quebradas, que pasaron a formar parte de lo que se llamó el "area rara" de la economía. En términos de propiedad el año 1982 Chile era un país casi tan socialista como Cuba.
Debe haber sido una de las crisis más graves y complicadas que ha tenido el estado chileno en su historia, principalmente porque la filosofía del gobierno era contraria a la estatización. La manera de devolver todas esas empresas a inversionistas privados, solventes y serios se veía más difícil que lograr la cuadratura del círculo.
Esa fue la crisis, la oportunidad fue el capitalismo popular, cuya idea base era atomizar la propiedad en miles de pequeños accionistas permitiendo normalizar la situación y devolver las empresas a manos privadas sin caer en los peligros de la concentración excesiva y los bancos relacionados que habían agravado tanto la crisis el año 81.
Como toda idea revolucionaria el capitalismo popular comenzó con enormes resistencias, los opositores decían que era un engaño para despojar a los trabajadores de sus indenmizaciones, cuando se les ofreció canjearlas por acciones de las empresas donde trabajaban, los que creyeron esto y no aceptaron las acciones todavía se deben estar dando puñaladas en el estómago de puro arrepentimiento.
Al poco tiempo empezaron a aparecer nuevas oportunidades de negocio, especialmente para los trabajadores que habían recibido acciones de las empresas eléctricas (ex-Corfo) como Chilectra, eran títulos tan buenos que podían ser dejados en garantía en el banco para pedir un préstamo que permitiera comprar más acciones, así, sin poner un peso porque el préstamo se pagaba solo con los dividendos, cualquiera de los beneficiados podía doblar su capital accionario.
Entonces la teoría de Darwin empezó a hacer efecto. Algunos beneficiarios de acciones que equivalían a -digamos- un millón de pesos y al cabo de dos años habían doblado su valor pensaron que era mejor vender antes que el precio empezara a desplomarse. Otros más inteligentes empezaron a conseguir plata de donde pudieron y a comprar acciones a todos los indecisos que temían perder su plata.
En esos años mi (RIP) amigo el Negro Morales el -ingeniero civil electricista más inteligente de su generación- empezó a trabajar como agente de los grupos que compraban acciones a los trabajadores impacientes y codiciosos que preferían gastarse las ganancias en el momento vendiendo las acciones a buen precio antes que conservarlas como vacas lecheras, nunca se vio más claro el dicho ese de "matar la gallina de los huevos de oro".
Estos mismos grupos que partieron prácticamente sin un peso pero con habilidad y visión de negocios también hacían campañas para conseguir poderes de los minoritarios en las juntas de accionistas, mi amigo Morales ganó mucha plata en esos años y los inversionistas de lo que después fue el "grupo chispas" hicieron la base de una gran fortuna. Unos pocos obreros visionarios conservaron sus acciones y hoy tienen el futuro asegurado en uno de los sectores más rentables de Chile: la energía eléctrica, después de décadas siguen recibiendo dos veces al año suculentos dividendos en premio a su buen ojo. Los que no creyeron en el sistema siguen reclamando que fueron engañados, cuando la verdad es que fueron simplemente estúpidos.
Algo parecido ocurrió con los bancos y las AFP aunque el sector eléctrico fue el más rentable de todos, siempre me he preguntado por qué no se profundizó una idea que dio tan buenos resultados y no se aplicó a otras empresas públicas como Ferrocarriles, Empresa Nacional del Petróleo o la Corporación Nacional del Cobre ¿no les gusta redistribuír? ¿no se llenan la boca diciendo que son las empresas "de todos los chilenos"? ¿no son los campeones de la "igualdad de oportunidades"? Sean consecuentes entonces, en lugar de estar sacándo plata a los pobres para dársela a los pobres, por qué mejor el estado no hace realidad eso de las "industrias de todos los chilenos" y las reparte -efectivamente- entre todos los chilenos.
Esas son las cosas que se hacen solo en las crisis porque en tiempos normales la gente es cobarde y le tienen terror al cambio.