Es bueno leer Hijo de Ladrón para entender el agudo problema de la delincuencia en Chile. La entretenida novela del argentino-chileno Manuel Rojas es un buen libro, debe haber sido la primera novela moderna escrita en Chile con quiebres en el tiempo y todas esas piruetas que hacen tan entretenidos a los autores del boom latinoamericano.
En esa novela se explica que ser ladrón es un trabajo como cualquier otro, una actividad que puede ser ejercida como profesión donde hay aprendizaje y se escala en la jerarquia tal como en el resto de las actividades. También existen los riesgos profesionales así como las recompensas, tal como en todos los demás trabajos.
Con los delitos pasa algo muy parecido a las drogas: existe una maquinaria ideológica y valórica que impide que el asunto sea tratado de manera racional. Mientras algunos ven a los delincuentes como víctimas de la sociedad, dignos de toda lástima y merecedores de ayuda (en buena parte por una cobardía no reconocida de ser victimizado), otros los ven como chacales depredadores, gente mala hasta la médula fundamentalmente diferente de nosotros, los buenos.
Cuando hacia proyectos en los tribunales, pasé como 10 años leyendo expedientes en mis abundantes ratos de ocio, tardes completas leyendo las mejores historias de crímenes, robos, violaciones y estafas contadas por los protagonistas reales y redactadas en el alambicado lenguaje que usaban los actuarios de esa época, era entretenido y también instructivo.
Los sábados me gustaba acompañar a los jueces a las visitas de cárcel -uno o dos jueces que me tenian buena me invitaban- y así me iba de escolta a conocer la cárcel por dentro. Las primeras veces iba como a un zoologico, con mucha curiosidad esperando ver a los malvados sobre los que había leído en los expedientes. Grande fue mi sorpresa porque no encontré ni un solo malvado, lo primero que se aprende es que en la cárcel todos son buenos, no hay un solo malo preso.
Otra cosa asombrosa es que los peores criminales son bastante parecidos a cualquiera de nosotros, no conocí ni a uno solo que llevara la marca de Caín, por decirlo de alguna manera. En esos años hubo un crimen horrendo donde tres peruanos secuestraron, torturaron y asesinaron a una pareja de jóvenes, fueron condenados a muerte y el presidente Aylwin les cambió por perpetua, yo los veía declarando y lo que más me asombraba es que se trataba de tipos comunes y corrientes, jamás se me hubiese ocurrido tenerles miedo. Más bien parecían unos pobres diablos.
Si no tuviésemos esa carga de estupideces y prejuicios moralistas, nos podríamos dar cuenta que todos nosotros somos criminales o delincuentes en potencia, llegado el momento cualquiera puede cometer un delito y dudo que exista alguien que nunca haya cometido algún delito en su vida, la diferencia es que a algunos los pillan, nada más que eso.
Las dos ideas más estúpidas que existen asociadas con el delito son 1) que el delincuente es víctima de una sociedad injusta 2) que el delincuente es un animal fundamentalmente diferente a cualquiera de nosotros. Los que piensan que 1) es cierto, que son legión entre los abogados porque la mayoría han sido formados en esa idea, creen ingenuamente que si le dan "oportunidades" el delincuente se dará cuenta de su "error" y se va a "reconciliar" con la sociedad, pues creen que actúan por resentimiento. Los que piensan en 2) no menos ingenuos creen que mediante persuasión, educación o castigos el delincuente se va a regenerar tal como se domestican algunos animales salvajes. Ambas ideas parten de prejuicios morales y tienen muy poco que ver con la realidad.
La verdad es que el delito es un trabajo como cualquier otro y tal como todos los demás trabajos se ejerce por necesidad y por opción. Las personas necesitan dinero y toman la opción de cometer delitos tal como otros estudian medicina o derecho, para forrarse en plata. Claro que hay otros delitos impulsivos motivados por celos, peleas y cosas por el estilo, pero obtener dinero es la motivación de la gran mayoría de los delitos.
Si fuese fácil casi todos seríamos delincuentes, todos actuamos primero por conveniencia y después por principios, los principios se basan en la conveniencia y no al revés, como lo describió tan bien Johm K Galbraith:
"Esta es, quizás, la única ley económica que nunca ha sido discutida, y ello por la razón de que nunca ha tenido una excepción importante. La naturaleza humana puede ser una cosa infinitamente variable. Pero tiene constantes. Una de ellas es que, ante una alternativa, cada cual guarda lo mejor para si mismo, y también para aquellos a quien quiere más"
El delito es una forma de guardar lo mejor para si mismo, entre varias otras alternativas. Si el delito fuese impune y pudiésemos robar sin ninguna consecuencia negativa lo más probable es que todos seríamos delincuentes cada vez que tuviésemos la oportunidad y cometer delitos sería algo común y completamente normal. Si por otro lado cualquier infracción a la ley, hasta la más mínima, estuviese castigada con pena de muerte previa tortura y si existiese la capacidad para aplicar esas penas, seguramente el delito sería tan raro como la caída de los meteoritos gigantes.
Si despojamos el asunto de todos los prejuicios moralistas e ideológicos y vemos que en el mundo real vivimos en algún lugar entre esos dos extremos y si aceptamos que los delincuentes son generalmente personas normales como cualquiera de nosotros que trabajan robando o asaltando tal como otros trabajan poniendo inyecciones o vendiendo pan, podríamos ver de manera más clara como es el problema de la delincuencia.
Y es simplemente un cálculo de costos y beneficios. El delincuente tiene costos y beneficios igual que el médico, que dedicó 10 años de su vida a estudiar y hacer turnos como un animal para después poder forrarse en plata. No es muy distinta la opción del delincuente que arriesga su libertad para poder forrarse en plata, exactamente igual que el doctor si le sacamos toda la moralina al asunto.
Y es claro que si el costo del delito baja los delincuentes aumentan como cualquier negocio que se va haciendo atractivo. Gracias a las generaciones de abogados formados entre moralina e ideología hueca, que salen convencidos que los delincuentes son víctimas de la sociedad y la gente común que piensa que los delincuentes son animales fundamentalmente diferentes a nosotros los buenos a los que es necesario domesticar, llegamos a lo que es la ley en Chile hoy.
La reforma procesal penal es un fracaso tan claro como el Transantiago, pero cuando hay ideología y moral entremedio, no existe manera de convencer a los fanáticos, tal como no se puede convencer a un creacionista que el hombre y el mono tienen un ancestro común. Los fanáticos ciegos siguen creyendo que el delincuente es víctima de una sociedad injusta, que tenemos una deuda con ellos y en la medida que sean menos castigados, verán la luz y se transformarán espontáneamente en hombres buenos.
Por eso el costo del delito es ínfimo en Chile, muchos delitos contra la propiedad prácticamente no están penados y los que tienen penas altas los jueces rara vez las aplican por la manera en que fueron formados. Al abolirse la pena de muerte, los delitos contra la vida garantizadamente no reciben un castigo proporcional, ni siquiera los más crueles. La proporcionalidad se perdió en toda la escala.
La reforma fue diseñada mayoritariamente por tipos que nunca o rara vez pisaron un tribunal: teóricos, profesores universitarios con cero esperiencia en la vida real y sus problemas. Ahora vemos los resultados.
Ni una sola cosa de lo prometido se cumplió. ¿Es el sistema más "justo" que el antiguo? Claro que no, al contrario. ¿Bajó la sobrepoblación penal? Claro que no, al contrario. ¿Está ahora la gente más satisfecha y se siente más segura con el nuevo sistema? Claro que no, al contrario. Para que seguir.
Si yo fuese presidente sel mundo, aparte de robarme todo, lo segundo que haría sería una reforma muy sencilla: penas proporcionales. Al que roba algo que vale mil se le despoja de sus bienes o dinero en favor de la víctima por valor de tres mil, nada de cárcel y si no tiene bienes se despoja a sus parientes hasta tercer grado de consanguineidad. Esa es una pena proporcional porque restituye los sustraido y además indenmiza. A ver que ganas le queda al ladrón de seguir robando cuando vea el mal negocio que hace. Si ni el ni su familia tienen bienes ahí se va para la cárcel donde puede elegir entre un largo tiempo de aislamiento o uno más corto de trabajos forzados, a beneficio de la víctima obviamente.
Para los homicidios culposos, por ejemplo al que atropella a alguien borracho, correspondería el despojo de todos sus bienes en favor de la familia de la víctima. Para los homicidios con dolo la pena de muerte automática, habiendo dolo hay pena de muerte, cualquiera que sea la circunstancia.
Ah, ya seré presidente del mundo, para poder robarme todo impunemente. Pero no se preocupen porque con mis nuevas leyes todo lo que yo robe será poco, estaré muy correctamente pagado. Hasta mañana.