La imperfección

Un día como hoy, en 1973 murió Alan Watts. Yo pienso como Alan Watts -tal como me lo recomendaba mi tocayo Tom Wilke- así es que tengo que hacerle un micro homenaje. Por eso mi entrada de hoy será sobre la imperfección, un tema que creo que a él le podría interesar. Obviamente primero hay que hablar de lo perfecto.

La perfección casi nunca es mejor percibida que en la música. Por casualidad grabé esta interpretación de Blue Moon en mi pendrive y cada vez que la escuchaba me gustaba más. Todo calzaba bien, el tempo, los adornos, la línea melódica, me gustó tanto que decidí sacar mi propia versión en el teclado, claro que ni cercana a la de Oscar Peterson pero quería entender por qué esa música sonaba tan bien.

Obviamente empecé por Do Mayor que es la tonalidad más fácil y probando y probando me di cuenta que se trata de una estructura del blues (1-4-5) adornada con dos acordes intercalados, el 2 (Re menor) y el 6 (La menor). O sea es debe ser la más armónica de todas las secuencias de acordes posibles y hay cientos de canciones que usan este mismo esquema, que también se conoce como "sonido de los cincuentas" porque lo usan muchísimas canciones de las Big Band de esos años.

¿Por qué esta sucesión de acordes es tan armónica? Porque usa prácticamente todas las notas de la escala así es que cualquier nota que toquemos podrá acompañarse con alguno de los acordes sin que choque. Esto permite hacer los adornos que suenan tan bien.

La armonía musical es la forma más indiscutible de la perfección, casi no está sujeta a los gustos personales porque desde una criatura hasta un viejo pueden disfrutar de las armonías perfectas y pueden darse cuenta de una disarmonía aunque no sepan una sola palabra de teoría musical. Las canciones "oreja", que son un éxito instatantáneo, no tienen ese éxito por casualidad o magia, sino que siguen reglas muy precisas de la armonía. Se puede discutir de la belleza de un pintura, de un poema, un paisaje o lo que sea pero difícilmente se encontrará una persona que no encuentre bella cierta clase de música. Para apreciar otras clases de belleza se necesita cierto bagaje intelectual, la música en cambio viene en nuestro ADN: la armonía nos relaja y la desarmonía nos inquieta.

Así como en música existe la armonía, en lo visual tenemos la simetría, nos gustan más las formas espejo, regulares y existe un pariente lejano de la armonía, en artes visuales, que es la proporción aurea. Aunque resulta mucho más difícil de reconocer que en música, también en asuntos visuales existe una cierta proporción que nos gusta instintivamente más que otras.

Las personas con facciones y proporciones simétricas nos parecen más atractivas al primer golpe de vista, tal como una melodía bien armonizada nos atrae aunque no sepamos nada de música. Pero la armonía y la simetría tienen un pequeño inconveniente: aburren. Nos atraen mucho al primer golpe de vista pero a medida que las experimentamos más y más nos empiezan a aburrir.

Es lo que me pasó mientras estaba sacando Blue Moon, después de estar un par de días en eso, probando pequeños adornos y variaciones la famosa melodía me tenía hasta la coronilla. Con las personas pasa lo mismo, si unas facciones son muy bonitas y simétricas, nos terminan aburriendo igual como cuando tenemos un paisaje hermosísimo en la ventana de nuestra casa, después de un año ya deja de llamarnos la atención. Por eso el dicho ese "el tiempo es bondadoso con la fealdad y muy cruel con la belleza".

En música llegó un momento en que la armonía ya no se pudo seguir desarrollando porque tocó su techo natural, probablemente esto fue con Mozart que era un genio de nacimiento, con capacidades musicales innatas, únicas en la historia. Beethoven, aunque fue un gran virtuoso no era un genio de nacimiento, pero tenía otra clase de genialidad: descubrió que las imperfecciones tenían cualidades expresivas superiores a la armonía.

Teniendo el tempo perfecto como virtuoso que era, descubrió que podía quebrarlo, los silencios pasaron a ser igual de importantes que las notas musicales y su máximo atrevimiento fue cuando osó romper la armonía. Por eso la música de Beethoven nos golpea, porque no es perfecta ni en ritmo ni en armonía. Desde entonces se descubrió que se podía "agregar tensión" a la música, quebrando las armonías y si a un acorde le agregamos una nota disonante, o si colocamos un acorde raro dentro de una sucesión armónica la música nos choca y deja de ser aburrida, así mientras más la escuchamos vamos encontrando nuevas cosas. Los Beatles y los Beach Boys en música popular fueron maestros en esto.

La imperfección es como la sal, en el arte y en todas las cosas de la vida, las cosas perfectas nos terminan aburriendo. Una pizca de imperfección es lo que pone el aliño y nos salva del aburrimiento. Claro que bueno es el cilantro pero no tanto. Hay que lograr el equilibrio porque el arte flojo, que es pura imperfección queda igual de intragable como una comida a la que se le pasó la sal.

Y esa es la idea del Ying y el Yang que le gusta a Alan Watts y a mi también, porque recueren que yo pienso como Alan Watts.