
Harberger es el papá de los chicago boys, el los formó durante los años sesenta cuando fue Director del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago y por ser casado con chilena su relación con este país ha sido tremenda y fructifera. Es uno de los grandes economistas de nuestra época y uno de los padres del desarrollo económico que nos tiene en los primeros lugares de IDH de América del Sur.
Su charla será sobre inversión pública y me encantaría hacerle una o dos preguntas, pero soy corto de genio así es que permaneceré escondido, callado y bien camuflado entre un montón de farsantes encorbatados, aun cuando es probable que ninguno, aparte de mi, haya leído algunos de sus artículos importantes. En fin, no se si irá mucha gente o si los que van comprenderán a quien están escuchando, pero igual creo que es una suerte tenerlo por Arica.
El tema de Harberger me da pie para comentar algo que creo que no había escrito antes en este Club de Ociosos: los costos crecientes que están alcanzando algunos monopolios amparados por el estado.
Todos los gobiernos odian los monopolios y le echan la culpa de los males del país. Tanto de izquierda como de derecha: de Allende hasta Piñera siempre le han echado la culpa al abuso por la posición privilegiada que toman en el mercado. Existe una fiscalía anti monopolios y cuando una empresa crece tanto que amenaza en convertirse en monopolio u oligopolio todos saltan contra ella y primero que todos el estado.
Harberger ideó un triangulo que mostraba gráficamente que los monopolios introducen ineficiencia, pero nadie parece recordar que el primer y más poderoso monopolista es el propio estado, que solo se puede limitar a si mismo, no hay nadie más que pueda controlarlo. Y cuando uno se controla a si mismo, ya sabemos que tiende a ser bastante indulgente.
El monopolio más importante del estado es el de cobrar impuestos. Cualquier otro que saque plata a la gente mediante amenaza se va preso por asalto, sin embargo el estado tiene la facultad legal de hacer exactamente eso y esta es la principal facultad de todas, las demás vienen por añadidura pero en el cobro de impuestos está la base de su poder.
Pero en fin, después de tantos siglos casi todos nos hemos acostumbrado a la idea que el estado debe tener ese monopolio de los impuestos, sin embargo nos olvidamos del triangulo de Hamberger que profetiza que donde hay un monopolio existirá ineficiencia.
Lo raro es que jamás he escuchado a los que reclaman contra los monopolios quejarse del monopolio del estado, que tiene la curiosa y única facultad de subir sus ingresos tributarios tanto como estime conveniente, limitado solo por su propia voluntad.
Más raro es que no recuerdo haber escuchado a nadie decir que la ineficiencia del gasto del estado, por ser este de caracter monopolico, es inevitable de acuerdo al tríangulo de Harberger. El estado al no tener competidores es por principio ineficiente en el gasto.
Para aterrizar esto a un par de casos reales, les recuerdo que hace unos días los senadores chilenos se auto aumentarion sus "asignaciones" con lo que totalizan ingresos mensuales de unos US$ 40.000, un poquito menos de lo que gana el presidente de USA, el país más rico del mundo.
Esto causó un gran escándalo, incluso a mi me produjo mucha rabia, pero ¿se justifica escandalizarse? Claro que no, si es lógico que si ellos mismos tienen la facultad de colocarse asignaciones, las colocarán tan alto como puedan, incluso si tuviesen buena fe, cosa bastante dudosa pues como sabemos "las necesidades son infinitas".
Tomemos el caso de los profesores y autoridades de universidades públicas, donde el rector de la Universidad de Chile tiene ingresos por unos US$ 30.000, la universidad tiene aranceles altísimos y siempre andan quejándose que el estado no les da suficiente plata, mientras las universidades privadas no solo se financian con la matrícula, hasta tienen buenas ganancias.
Creo que son dos buenos y claros ejemplos del triangulo de Herberger aplicado al estado monopolista, se podría escribir mucho más de esto pero tengo que juntarme a tomar con McDonnell, el beber está primero.