Si leer es -a veces- un placer, entonces volver a algo que ya hemos leído es como un placer multiplicado. Yo soy impaciente y leo a grandes saltos, pasando por alto páginas y a veces capítulos completos para llegar adonde está el pollo del arroz con pollo.
Porque me gusta saber cuanto antes de que se trata el maldito asunto, me aburre la retórica y sobre todo cuando el autor empieza irse por las ramas, como me pasa a mi tantas veces cuando escribo acá mismo.
Por eso leo con glotonería, tratando de llegar al postre lo antes posible y es raro que lea un libro con atención a la primera.
Con los libros muchas veces me pasa como cuando hago un largo viaje en bus por un lugar que no conozco. Como no tengo puntos de referencia, se me hace que el maldito viaje no termina nunca.
En cambio después de hacer muchas veces el mismo viaje, ya me empiezo a aprender el camino y el tiempo me pasa volando ¿no les ha pasado eso al viajar en bus? A mi me pasa lo mismo cuando leo.
Por eso mi primera lectura es muy superficial, solo para saber si vale la pena o no leer todo el marmotreto, porque yo no soy lector concienzudo.
Si el libro me gusta lo empiezo a releer y mientras más lo releo más lo disfruto, esto al menos si el libro es bueno.
Resulta que hace un par de días terminé de releer La Historia de Roma de Indro Montanelli y me quedé con las ganas así es que me puse a releer la Historia de los Griegos del mismo autor.
Los historiadores son casi todos muy aburridos para escribir, incluso algunos como Gabriel Salazar, además de escribir muy mal, simplemente inventan y doblan la historia a la medida de sus intereses políticos, sin estudios ni fuentes de época.
Montanelli me recuerda a nuestro gran historiador reaccionario -y hasta un pelín fascista- don Frencisco Encina, leer su enorme Historia de Chile es un festín porque no solo es bien documentado sino además entretenido. Uno podrá estar en desacuerdo a veces, pero nunca se va a aburrir leyéndolo.
Así fue como he pasado todo este día sumergido en La Historia de los Griegos, el otro excelente libro de Montanelli que se puede descargar en la web y me pasé todo el día leyendo, tan concentrado como debe haber estado Coubert mientras pintaba El Origen del Mundo.
¡Que entretenido escribe Montanelli! El libro parte con la historia del rey Minos de Creta, que es donde empieza la historia de la civilización griega.
Minos trató de tener herederos con varias mujeres, pero solo salían serpientes y alacranes, finalmente con Parsifae pudo tener hijos normales.
Pero la mala suerte lo acechaba, el dios Neptuno se enojó con él y provocó que su adorable esposa se enamorara de un toro.
Y lo de Parsifae no era amor platónico, sino un deseo irrefrenable de hacer el delicioso con el torito. Me imgino como habrá disfrutado el depravado de Freud con esta historia.
La cosa es que a doña Parsi se le ocurrió contratar a Dédalo, que debe ser el primer ingeniero de que se tenga noticia.
Y le encargó que le hiciera un artilugio de madera para parecer vaca, se metió adentro y salió con la suya. No sin antes ver estrellas, campanas al Apolo 11 y fuegos artificiales, más que seguro.
Parsifale quedó embarazada y dió a luz un extraño animal, mitad toro mitad hombre al que le pusieron Minotauro. Montanelli nos cuenta que "a Minos le bastó con mirarle para comprender con quién le había engañado su mujer.
Ordenó entonces a Dédalo que construyese el Laberinto para alojar en él al monstruo, pero dentro dejó prisioneros también al constructor con su hijo Ícaro. No era posible encontrar el camino para salir de aquel intrincamiento de corredores y galerías".
Las serendipias han estado muy presentes a lo largo de la historia y muchas veces cambian el curso de esta. Locos siempre han existido, y de entre estos, algunos muy afortunados. La historia es mucho más compleja de lo que algunos pretenden creer. El marxismo, por ejemplo, es extremadamente reduccionista. Por eso me hace gracia ver a comunistas creyendo ciegamente en el evangelio de Marx y explicar la historia como una eterna "lucha de clases". No toman en cuenta que las personas actuamos por diversos motivos.
ResponderBorrarAnticaviar
Los locos son indispensables en la sociedad, igual que las mutaciones son indispensables en la biología.
BorrarPara conseguir resultados ordinarios, está el cálculo razonado, pero lo extraordinario -para bien o para mal- solo lo puede conseguir un loco.
Hay que cuidar a los locos, aunque se equivoquen el 90% de las veces con el otro 10% son indispensables
1 %, siendo optimista, solo veamos chilito hacen nata los enfermitos. Pero si, es cierto
BorrarY pensar que además Minos luego fue el más importante de los tres jueces del Hades según la mitología griega y a propósito de Hades, es probablemente la deidad a la que menos templos le dedicaron debido a lo mucho que le temían los griegos. Buscando en Google si existió algún templo del dios del inframundo encontré esta noticia de La Nación:
ResponderBorrarhttps://www.lanacion.com.ar/lifestyle/en-las-redes/un-grupo-de-arqueologos-resolvio-el-misterio-del-templo-que-mataba-a-todo-aquel-que-entrara-nid19032024/
Los griegos son demasiado interesantes.
Si, puede ser el 1% o el 0.5% pero igual son indispensables, en la sociedad y en la biología
ResponderBorrarDédalo acá aparece en todas partes.
ResponderBorrar- Es el que inventa la vaca mecánica para que Parsifae seduzca al toro (o, bueno, que el toro quede como un tipo normal)
- Es el que inventa el laberinto y de paso lo encierran en él,
- Inventa la aviación para escaparse ("de los laberintos se sale por arriba")
Quizás algún invento suyo se haya perdido. Pudo inventar la vaselina, para Parsifae, por ejemplo. Uls
jajaja! seguro que inventó la vaselina o algún equivalente para la pobre doña Parsi. Una de las pocas cosas que admiro a los griegos es que pusieron a un ingeniero como protagonista de su más antigua leyenda, pocas veces se presenta a un ingeniero como un héroe ingenioso, lo normal es todo lo contrario, nadie toma en cuenta al aburrido ingeniero, snif!
Borrarclaro. El propio caballo famoso de Troya, o prepararle el vino al Cíclope - esas son todas de Ulises. Los espejos de Arquímedes quemando las naves romanas. Son los primeros en resaltar el ingenio, antes los héroes eran pura fuerza. Uls
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