Yo se que hay gente que adora la comida y sobre todo el ritual de su preparación. Yo en cambio nunca la he disfrutado, a menos que esté con amigos de muchísima confianza. Así y todo casi diempre finjo que me encanta aunque me da lo mismo toda clase de comida.
En los años ochenta conocí a Carlitos, gerente de una fábrica de baterías en la Zona Franca, con quien hice gran amistad y era de esos tipos que gozan cada cosa que comen.
Muchas veces me invitaba a almorzar y era un espectáculo verlo aliñar la ansalada, las sopas o cualquier plato, comentando y oliendo cada cucharada como si se tratara de un manjar. Yo aprendí a fingir después copiando sus conversaciones y todo el floro que hacía cada vez que comía.
Mi amigo miraba con espanto que yo apenas le echaba sal a la comida y la tragaba lo más rápido posible, porque la verdad es que yo no tengo el paladar ni el olfato desarrollado para disfrutar de un plato bien preparado. La verdad es que me da casi lo mismo cualquier cosa que como.
Además que siempre me he puesto nervioso comiendo en restaurantes, casi tan nervioso como cuando tengo que hablar por teléfono, esas deben ser las dos fobias o manías absurdas que tengo.
Porque hasta donde recuerdo, en mi casa jamás nos sentámos a comer a la mesa. Mi mamá trabajaba y me preparaba algo rápido en la mañana que yo comía solo a cualquier hora. Nunca adquirí esa costumbre de sentarse a la mesa a comer todos juntos.
Por el contrario, me acostumbré a tragar casi sin darme cuenta, normalmente leyendo. Sin contar que en aquellos años no había mucho que comer que digamos.
Y ese fue mi gran problema cuando empecé a trabajar a Iquique: tenía que almorzar solo, en restaurantes, cocinerñias o lo que encontrara a mano. Nunca encontré un lugar donde me sintiera cómodo: ni siquiera en la cocinería del mercado donde atendía una chica que me gustaba mucho.
Me sentaba y me ponía medio paranoico, me sentía observado por todos, cuando se demoraban en atenderme o traer la cuenta me ponía más nervioso todavía, debo haber parecido muy raro y miraba con envidia como otros se sentaban solos, a sus anchas, tal como si estuviesen en su casa.
Durante esos años tuve la oportunidad de comer en muchos restaurantes caros y famosos, especialmente cuando viajé en 1983, en el Hotel Hilton de Tokio, en el Mandarin, el Food City, el Royal Garden de Hongkong, en fin, no recuerdo haber disfrutado de ni una sola comida.
Pero lo disimulaba bastante bien, en Tokio me invitaron a comer con un peso pesado de la Casio que al comienzo era insoportable, hostil y arrogante, pero le di vuelta y a mitad de comida ya estábamos sin chaqueta y bien borrachos hacindo escándalo en uno de los mejores restaurantes de Japón.
En Hongkong la misma cosa, nuestro embarcador era un chino simpatiquísimo y nos llevó al Food City. Para pasar los nervios yo me comí más de diez platos lo que le encantó a todos, me aplaudieron y me dieron un diploma -escrito en una servilleta- que decía algo así como "Pai kwat won", o sea "el rey de las bolitas de chancho fritas"
En fin, siempre he sabido adaptarme y simular que soy gourmet o aficionado a la comida, aunque es totalmente falso, eso me ha servido mucho para socializar, gracias a las muchas cosas que he leído sobre comida de todas partes.
En los noventas un proveedor millonario que teníamos nos invitó con mi primo al "Rusty Pelikan" en Florida, que en esos años era muy famoso. Yo pedí un plato que tenía un bistec de atún muy especial y recuerdo que Abe me dijo "oye, tu si sabes de comida" y yo hice como que era algo que pedía siempre. En realidad era primera vez que lo comía y tampoco me pareció gran cosa.
Aunque siempre me pone nervioso ir a comer a un restaurant, es mucho mejor cuando voy con amigos de confianza, siempre les aviso que no tengo idea de nada y les digo que pidan por mi, como hice el otro día que me invitaron mis amigos Edgardo y Oscarini.
Pero la verdad es que no tengo paladar ni menos buenos modales. Aunque cuando estoy con gente que no son amigos, trato de comportarme, evitando la tentación de encorvarme sobre el plato y poner los codos en la mesa. Creo que cuando es necesario, puedo disimular mi poco cariño por la comida y normalmente paso colado.
Todas estas tonteras se me ocurrieron cuando estaba pensando que nunca he disfrutado un plato de comida en un restaurante, ni siquiera en los lugares más caros y famosos. Me gusta la compañía, conversar y tomar con mis amigos pero la comida en verdad no la disfruto.
Claro que siempre hay una excepción. Recuerdo en los años sesenta cuando con mi primo Mario fuimos a almorzar al "Naturista", auspiciados por su padre "bigote de brocha". Esa vez comí un plato de porotos granados que recuerdo hasta el día de hoy. Nunca me había gustado tanto un plato.
Tal vez era por mi edad, o porque en esos años andábamos cagados de hambre -a puro pan y té- pero la cosa es que el sabor de esos granados y su olor a albhaca me pareció tan maravilloso que todavía me persigue.
Como decía muchos años después mi padre "mira, hungry is the best sauce". Así es: el hambre es la mejor salsa.
Me he dado cuenta que estos restaurantes caros son usados por el solo hecho de aparentar estatus. No conozco a nadie que vaya a uno por el deseo de comer algo agradable, ahora encima con las redes sociales, todos los que van a uno se 500 fotos para subirlas a instagram. Personalmente habré ido un par de veces, y no recuerdo haber comido nada rico. Me pareció una comida normal y que ni siquiera me llené. Creo que las veces que disfruto estar en un restaurante es cuando voy con familia o amigos. Las reuniones de trabajo en un restaurante se me hacen infumables. Ni siquiera puedes disfrutar algo. Al final si quiero disfrutar de una buena comida, prefiero ir a un sitio más tranquilo y casero.
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Si, yo también tengo cierta aversión por restaurantes y hoteles, que los encuentro medio promiscuos por más lujosos que sean.
BorrarYo entiendo a los que disfrutan de los restaurantes, la mayoría van por la "experiencia" de estar sntado cerca de ricachones y sentirse uno de ellos, ser servido muy amablemente, comer platos que sorprenden por su preparación e ingredientes, en fin ¡hasta unos pocos van porque les gusta el sabor de la comida!
Está bien que si alguien valora todo eso gaste su plata y lo haga. Pero yo no lo valoro, todo lo contrario. Nunca he sacado planta de mi bolsillo para pagar en un lugar caro, no es algo en que gastaría mis lucas.
Soy lo menos gourmet del mundo, casi no tengo paladar y muy poco olfato, además me siento muy incómodo cerca de gente que no conozco o aprecio.
Cuando chico soñaba con el lujo, pero por (puaj) trabajo, he estado en alguno de los hoteles más lujosos del mundo: Keio Plaza, Royal Garden, Hilton Hong Kong y muchos más.
Pero si me dan a elegir, prefiero dormir en mi casa, con mi almohada y cagar en mi querido WC de siempre, para mi eso no tiene precio.
Igual como dices, disfruto de la compañía cuando voy con amigos, trato de tomar lo más posible para desestresarme así es que siempre salgo medio maharishi. Creo que por eso me fue tan bien con los japoneses, ellos son igualitos, al menos en ese sentido.
Ahora que hago memoria, una vez en Santiago quería impresionar a una amiga y la invité al restaurante La Sal, creo que estaba en Avda Costanera y era re caro, me dolió pagar la cuenta como si me hubiesen sacado una muela sin anestesia. Hasta el día de hoy me arrepiento, mejor la hubiese invitado al zoologico, además era una amiga nomás, cero retorno de la inversión.
BorrarAh, me acordé de otro caso parecido en el restaurant Pimpilimpausha en Isidora Goyanechea donde la tipa que atendió mi mesa se dio cuenta que era un infiltrado social y me empezó a tomar el pelo, contando historias absurdas a título de nada. Yo me hice el huemul nomás y aguanté el castigo humildemente, pero no dejé ni un centavo de propina, la venganza es dulce.
BorrarBottom line, hasta donde recuerdo, me he metido la mano al bolsillo dos veces en mi vida para pagar en un restaurante caro
Me acordé de que mi familia y una compañera de trabajo que tuve me pelan diciendo que como rápido porque siempre suelo ser el primero en terminarse el plato. Lo que me he fijado es que la gente suele hablar o hacer varias cosas antes de dar el primer bocado y bueno, hay otros que derechamente son lentos para comer. Por otro lado, cuando estaba en el colegio, no era de los primeros en terminarse el plato, aunque tampoco era de los últimos.
ResponderBorrarHay acuerdo que comer rápido es malo, se traga mucho aire, los alimentos no entran masticados, etc. etc. Pero hay gente que realmente saborea las comidas y otros que no, yo no saboreo la comida y trato que se vaya para adentro lo antes posible, seguramente por eso siempre he tenido problemas al estómago.
BorrarCuando como con otras personas me tengo que estar fijando para terminar al mismo tiempo que los demás, esa es otra complicación adicional por la que prefiero comer solo