Hoy, hace exactamente 16 años tuve la peor catástrofe económica de mi vida. Había peleado con mi primo y llevaba desde diciembre "con el agua cortada" (sin crédito ni mercaderías), mientras se acumulaban las cuentas en mi escritorio: enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio.
Tenía 3 vendedoras y una jefa de tienda y en junio ya no tenía como pagarles el sueldo ni para despedirlas, ni hablar de los finiquitos y todo eso.
El teléfono cortado con una cuenta enorme, luz y agua sin pagar, no tenía para echarle gasolina al auto, la tarjeta de crédito copada y mi cuenta corriente del Banco Ohiggins en cero absoluto.
La guinda de la torta: ¡era papá! el Tomás Jr. peludo como un mono, había nacido hace poco.
Por fuera me mantenía alegre y despreocupado como siempre, incluso trataba de no pensar mucho en los problemas porque sabía que se iban a solucionar de alguna manera.
Pero un día estaba en la casa de la Pilar hablando por teléfono y me fuí derecho al suelo ¡me desvanecí como una jovencita victoriana! Que verguenza.
Cuando me empezaba a ganar la desesperación me ponía a contar mis activos: "Estoy sano, no me duele nada, no tengo cheques protestados ni órden de embargo, tengo amigos.
Cuando me empezaba a ganar la desesperación me ponía a contar mis activos: "Estoy sano, no me duele nada, no tengo cheques protestados ni órden de embargo, tengo amigos.
Estoy haciendo todo lo correcto, algo tiene que salir". Pero pasaban y pasaban los meses y no salía nada.
Los que han leído "El Coronel no Tiene Quien le Escriba" se pueden hacer una idea de lo que es vivir esperando que las cosas se arreglen mientras el alimento se va terminando, al final no queda nada, solo un gallo que ni muerto lo tiraba a la cazuela.
Los que han leído "El Coronel no Tiene Quien le Escriba" se pueden hacer una idea de lo que es vivir esperando que las cosas se arreglen mientras el alimento se va terminando, al final no queda nada, solo un gallo que ni muerto lo tiraba a la cazuela.
El gallo en mi caso era la cuenta corriente, y para evitar tentaciones fuí al banco y la cerré.
Y llegó el terrible momento de cerrar el negocio, la reunión con las niñas fue el trago mas amargo, mal que mal dependían de mi, pero se portaron de una manera maravillosa.
Y llegó el terrible momento de cerrar el negocio, la reunión con las niñas fue el trago mas amargo, mal que mal dependían de mi, pero se portaron de una manera maravillosa.
En pie de guerra me ofrecieron salir a vender los saldos en el auto, para pagar las deudas más urgentes, el resto ya se vería.
Así yo dejaba el auto estacionado y las dejaba vendiendo, como a mi me daba verguenza vender en la calle, me iba a pasear o las miraba de lejos y volvía solo a recoger la plata. Marisol, Lily, Cecilia, Isabel, como dice el -cursi- vals de Iquique, hasta el día de hoy las llevo siempre en el corazón.
En fin, ahora me parece divertido aunque en el otoño del 1991 no me hacía maldita gracia, tal como el dicho no me mató y me hizo fuerte. Ahora que ando de nuevo en espera de las buenas noticias me acuerdo de esa época y pienso que en comparación, estas son como unas ricas vacaciones.
En fin, ahora me parece divertido aunque en el otoño del 1991 no me hacía maldita gracia, tal como el dicho no me mató y me hizo fuerte. Ahora que ando de nuevo en espera de las buenas noticias me acuerdo de esa época y pienso que en comparación, estas son como unas ricas vacaciones.
Así como hay momentos donde nos puede salir todo bien, hay otros donde caemos horriblemente. He tenido a conocidos que incluso teniendo un nivel de vida bastante holgado cayeron en desgracia por decisiones que en su momento parecían bastante sensatas. En fin, que como bien dice, lo que no te mata te hace más fuerte. Estos momentos sirven también para ver quienes son tus verdaderos amigos. Acá los apristas tenían una frase para eso: "En el dolor, hermanos"
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Los peores momentos normalmente nos dejan los mejores recuerdos. En el momento uno no lo ve así pero haber pasado por cosas muy malas y haberlas superado es una de las mejores sensaciones que se puede tener.
BorrarY por supuesto, uno valora mucho más a los que nos tendieron una mano.
Sin embargo yo no veo que los amigos tengan que hacernos favores, en verdad prefiero que no me los hagan, Odio pedir o recibir favores, aunque me encanta hacerlos.
Tengo amigos para pasarlo bien, para tomar, conversar y reirnos, no para usarlos como muletas.
Y si cuando uno está mal no les ve más, por mi es mucho mejor, yo prefiero tener a esos amigos cuando hay higos... y cuando hay brevas... ;D