13 septiembre 2025

Refrito: Juan Pérez, jubilado

(Publicado originalmente el 10 de diciembre de 2005)
He escuchado y leído tal cantidad de estupideces acerca de los sistemas de jubilación que creo que es hora que me siente a escribir y ponga claridad en todo este asunto (aquí debería ir un smiley, bah, mejor lo dejo así nomás). Bueno, aquí voy:

Desde chicos venimos escuchando sobre la importancia de que el estado obligue a la gente a ahorrar parte de su sueldo para cuando por viejo ya no pueda trabajar. Esa conveniencia se da por verdad evidente e indiscutida.

Sin embargo el concepto de jubilación no es para nada milenario, fue inventado apenas a finales del siglo XIX por Bismark, antes de eso, es decir a lo largo de casi toda la historia la gente se ganaba la vida por sus propios medios, ayuda o ahorros hasta el fin de sus días.

El concepto de jubilación parte de la base que no debe dejarse a la voluntad de las personas la planificación de su futuro, sino que el estado debe obligarlos a ahorrar pues de otro modo -se argumenta- el estado tendría que cargar con "multitudes de indigentes imprevisores".

Pensar que el estado nos pueda obligar sobre tales decisiones o sobre el destino de la plata que nosotros ganamos es una idea que repugna a cualquiera que no tenga mentalidad de siervo, pero en fin, la idea ya está instalada en la mayoría de la gente y pocos discuten su validez o su ética.

Aceptemos por el momento que el estado tiene derecho a imponernos la obligación (ya que evidentemente tiene la fuerza), los problemas que siguen a esto no son menores. 

Primero que todo ¿que se hace con esa plata ahorrada?. Si hay una constante histórica es que el valor del dinero tiende a caer: unos siglos atrás un millón de dólares era una fortuna inmensa, hoy es solo un capital, nada de otro mundo. 

Por eso guardar bajo un colchón esa plata durante los 40 y tantos años de vida laboral no es una buena idea.

Entonces habrá que hacer alguna clase de negocios que haga que la plata rente intereses, las antiguas "cajas de previsión" construían poblaciones con esos fondos.

Pero cuando la gente no pagaba los dividendos -cosa bastante común debido a la dificultad para desalojar a una familia- los millones gastados en construir la casa se esfumaban junto con el negocio y obviamente desaparecían los ahorros de los jubilados. 

Hoy en día la tendencia es invertir la plata en la Bolsa, en acciones que se presumen lo suficientemente seguras.

La segunda pregunta es ¿quien administra la plata? porque si es administrada por el gobierno -que tiene todas las herramientas para crear, cambiar y hacer cumplir nuevas leyes- no cuesta nada que echen mano a los fondos para sus propias necesidades, como lo hicieron en el pasado y seguramente lo volverían a hacer de tener la feliz ocasión.

Otra alternativa es que la plata sea administrada por empresas privadas en las que la gente tiene, al menos la posibilidad de cambiarse o crear otras nuevas según sus intereses si considera que las actuales lo están haciendo mal.

Bueno, ese es el panorama real y cualquier cosa que se haga con los ahorros o sea quien sea quien los administre ahy un punto débil: una catástrofe en la economía nacional puede hacer que la plata simplemente se desaparezca. 

Una hiperinflación, una gran deflación o cualquier otro desequilibrio traumático tendrá como consecuencia inevitable que los ahorros simplemente se evaporan.

Esa es la realidad, ahora veamos el asunto desde el punto de vista de don Juan Pérez, trabajador, que es obligado a ahorrar parte de sus ingresos gústele o no.

Don Juan en realidad no tiene ni el tiempo ni los conocimientos para comprender como funciona el sistema, él solo sabe que todos los meses le descuentan plata y espera que cuando llegue el día de su jubilación poder seguir ganando más o menos el mismo sueldo sin trabajar, hasta el día que se muera aunque viva 200 años o más.

Y ahí está el problema; don Juanito actúa como si no supiera que la plata no crece en los árboles, como el gobierno le obligó a ahorrar piensa que su suerte como jubilado es responsabilidad del gobierno, no suya, si lo que ahorró no alcanza para nada reclamará indignado ante tamaña injusticia y abuso a sus derechos humanos.

Y don Juanito votará por el primer sinverguenza que le prometa que va a cambiar el sistema "para hacerlo más justo", total, prometer es grátis, no cuesta nada.

Y así don Juan Pérez, tonto, ignorante, engañado y desengañado sucesivamente irá detrás del político que le haga la última mejor promesa mientras recibe la miseria de jubilación que con cualquier sistema le corresponde y la única que es posible financiarle

Don Juan Pérez rumiará su rabia contra el sistema injusto, hecho solo para beneficio de los ricos y los patrones.

Lo que si es cierto es que el sistema no es bondadoso con los tontos ni con los ignorantes, ningún sistema lo es. 

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