Muchos creen que le tengo mala a China o que me caen mal los chinos, creen -como dicen los españoles- "que les tengo manía". Esto porque no se puede negar que desde hace tiempo vengo hablando pestes contra el Gobierno Chino de Winnie the Poo.
Lo primero que tendría que decir es que he conocido a muchísismos chinos desde los años ochenta, estuve una semana en Hong Kong en 1983 y fui recibido como príncipe por el embarcador que teníamos allá, un chino simpatiquísimo llamado Britanny S. Choi, que terminó millonario y creo que hoy vive en Canadá.
Acá en Arica la colonia china tiene gente extraordinaria y en mi entrada Los Chinos José escribí algo sobre ellos, creo que la inmigración china de los años 50-60 han sido uno de los aportes más valiosos que hemos tenido tanto en Arica como en Iquique.
También en mi curso Negocios Individuales en Mercados de Subsistencia les dediqué un video completo llamado El Modelo del Inmigrante, Creo que muchos chinos que han llegado a Arica son excelentes ejemplos para cualquiera que busque empezar a abrirse camino con un pequeño negocio de subsistencia.
Siempre me ha parecido que los chinos son como los iberoamericanos de Oriente: amigueros, informales, con un tremendo sentido de la familia, bastante sinverguenzas y timberos. Sobre todo lo que caracteiza a la mayoría de los chinos es su simpatía: son extraordinariamente simpáticos, no hay como enojarse con ellos.
En muchos sentidos hay un universo de diferencia entre ellos y los japoneses o coreanos, yo también he tenido buenos amigos de esos países pero culturalmente -como grupo- para mi son culturas abominables. Trepadores, clasistas, interesados y cagadores finos.
Bueno, la mayoría de los chinos son también genéticamente cagadores, es una cultura donde el engaño y la traición no es considerado un defecto, sino un signo de inteligencia. lo mismo podemos ver en muchos pueblos indñigenas de los Andes, acá en América del Sur.
Los mapuches también tienen una cultura parecida, donde el engaño, la traición y el sacar provecho de los demás no es visto como un defecto sino como una virtud.
Es curioso como esa mentalidad depredadora no se ve solo en culturas primitivas sino también en muchas culturas orientales como en Japón, Corea y China.
Me ayudó mucho haber vivido -al menos desde la adolescencia- cerca de aimaras. Así aprendí a conocer y dominar esa cultura ventajista, basada en sacar provecho de los demás casi por deporte. El engaño en algunas culturas no es un defecto sino todo lo contrario.
Y en los años ochenta, cuando me empecé a hacer cargo de los pedidos que hacía mi empresa con Casio Computer me di cuenta enseguida que eran muy parecidos. El proceso de compras era muy complicado pero al final se reducía a engañar y sacar provecho de la contraparte.
Eso es algo que choca a los que han sido criados en la cultura de la buena fe, que dice que si yo actúo correctamente con alguien él hará lo mismo conmigo.
Yo había tenido la suerte de conocer otras culturas, como los huiliches en el Sur de Chile y los aimaras del Perú y Bolivia, gracias a eso pude entenderlos probablemente mejor que otros.
Porque no hay nada personal en eso de engañar y traicionar la confianza en las negociaciones, era una especie de astucia, un deporte para ver quien era más capaz de cagar al otro.
Cuando fui a Tokio, con mis amigos de la Casio, subgerentes y medios pollos igual que yo, conversábamos mucho y hacíamos bromas sobre eso. Ellos me pusieron "el sinverguenza" (Mr Bradanovic, the shameless) y eso no era un insulto sino todo lo contrario.
Porque la única manera que los cagadores te respeten es cagarlos tu primero, Si haces eso en Chile o en la mayoría de los países occidentales eso es muy mal visto, pero en culturas más o menos primitivas o con los orientales esa es la mejor forma de ganar su respeto y aprecio.
Admiran a los sinverguencias y los aprecian, lo mismo pasa con mapuches, huiliches, aimaras y muchas otras culturas más o menos antiguas que todavía siguen en la lógica depredadora de los cazadores recolectores.
Estas tonteras que divago se me ocurren de la manera más rara.
El otro día me invitaron a comer unos amigos. Uno que gana buena plata llegó a buscarme a la casa con su flamante camioneta -debe ser del año- de marca china, un vehículo precioso.
Bueno, la cosa es que fuimos a comer y cuando volvió a dejarme, en la subida empinada que va a mi casa la camioneta perdió fuerza. Mi amigo colocó segunda y nada, al final tuvo que colocar primera para llegar arriba.
Me acordé que cuando le cambié el motor a mi camioneta Cheyenne por un motorcito Hyunday me pasaba lo mismo ¡pero diablos, este era un vehículo flamante! En fin, pensé, se lo cagaron los chinitos.
Se me había olvidado todo esto, pero ayer conversaba con un amigo que conoce por dentro todo lo que es seguridad y Carabineros, él me contaba el enorme problema que están teniendo con las 452 camionetas chinas marca Maxus que compraron para vehículos policiales.
Resultaron un desastre, todas fallan, son lentas, se desarman por todas partes, me decía que es la peor compra que ha hecho Carabineros en su historia. Ahora están viendo como traer un chino de la fábrica para que trate de arreglarlas. En pocas palabras, se los cagaron.
Creo que la licitación fue por 1.044 vehículos en total. ¿Cómo la hicieron? basta sumar y restar. En la Cámara de Diputados tenemos una "bancada china", con más de 40 diputados de todos los partidos, que han sido invitados a China varias veces y tienen un fluido contacto con la embajada de ese país.
Ya vimos el tipo de relaciones que tenía la diputada Cariola, ex presidenta de la Cámara de Diputados con diplomáticos y empresarios chinos, en fin, no cuesta mucho sumar 2+2.
En pocas palabras se cagaron a Carabineros como quisieron. ¿Qué hacer frente a algo así? Cuando gente así nos caga, lo peor que podemos hacer es enojarnos, porque con eso estamos aceptando nuestra derrota y nuestra inferioridad. Para que un cagador nos respete hay que cagarlo primero, o por último cagarlo de vuenta.
Y con una sonrisa en la boca, eso lo aprendí hace muchos años y me sirvió muchísimo cuando caí en la bajeza de verme obligado a trabajar. Creo que es algo que nuestros políticos deberían empezar a entender, si es que son capaces de entender algo.