Dos amigos

Art Buchwald murió esta mañana a los 81 años y este es uno de esos curiosos casos de asimetría de la información porque el ni sospechó que yo existía mientras que yo, desde hace muchos años, lo sentí tan cercano como cualquiera de mis amigos.

Debe haber sido a los 12 o 13 años que empecé a leer sus columnas, reproducidas en el Reader´s Digest y una de las primeras cosas que subí a mi web fue su artículo Que difícil es ser un marido perfecto, una pieza de escritura que siempre he admirado tanto por su contenido como por la forma: no se le podría agregar ni quitar una coma, está perfecta y es de la forma en que me gustría poder escribir algún día.

Y no solo escribía bien, a diferencia de muchos otros escritores -Hemingway es el contra ejemplo más claro- vivió y murió con gracia. Sufrió de depresión severa gran parte de su vida, cuando le dijeron que solo podría vivir si se sometía a diálisis lo rechazó y hasta sus últimos días bromeó con el asunto de la muerte. Durante un año que estuvo deshauciado todos desfilaron para despedirse mientras él escribía "morirse es fácil, encontrar donde estacionarse es imposible".

Premio Pulitzer en 1982, integrante de la American Academy of Arts and Letters en 1986, mi lectura indispensable entre 1966 y el 2007, cada vez que cae en mis manos un Reader´s que no haya leído (cosa muy rara) lo primero que busco es si sale algún artículo de Art Buchwald, muchos buenos recuerdos para mí están ligados a las tardes de verano, tirado al sol leyendo alguna de sus columnas.

Y a propósito de amigos hoy tuve otro viaje en el tiempo, porque recibí un mail de mi amigo Juan Aguilar (Mechuque), compañero de pensión entre 1970-1973 en Ancud, Chiloé. Creo que les he contado que le tengo fobia al teléfono y que me pone muy nervioso hacer una llamada, pero la ocasión era especial así es que sin pensarlo mucho lo llamé.Conversamos poco rato porque estábamos medio atolondrados de la emoción de encontrarnos después de tanto tiempo, al menos yo lo estaba y bastante.

Tantos años y tantas historias, compartíamos una pieza con dos camarotes y Mechuque fue el que estuvo más años conmigo, de los otros recuerdo a Ventura Faulbaum y a Jaime Oyarzo ¿que habrá sido de ellos?, nunca más se supo. Cuando llegué a Chiloé solo me había tomado una vez un vaso de licor, cuando me fui era un profesional del copete. Mechuque me contaba que no toma desde que se casó, muchos años atrás ¡la mano que aprieta!, una suerte en todo caso porque en esos años íbamos todos derecho a la cirrosis.

También era una especie de guardaespaldas porque yo nunca aprendí a pelear, yo solo provocaba las peleas y después me arrancaba, mi compadre que era seco para los cornetes se hacía cargo del asunto. En la noche, si no estábamos borrachos, se apagaba la luz y los 4 seguíamos conversando de las cosas más disparatadas: de las apariciones del diablo, extrañas teorías sexuales, aventuras en el mar o la mejor manera de conseguir mujeres.

En la semana nos íbamos a tomar a "La Golosina" o algún otro bar pero los sábados era sagrado el baile en el Cuerpo de Bomberos, cada sábado amenizado por Los Shulbacks, tiempos felices que no volverán, si solo hubiesemos sabido lo felices que éramos. Bueno Mechuque, señor Director de Escuela, si estás leyendo solo te puedo decir que cuando vaya a Muerto Montt te llamo para que nos peguemos en la pera como corresponde, por los buenos viejos tiempos, ni te imaginas el alegrón que significó conversar contigo.