Cansado como perro, acabo de subir mi video Nº 10 para el curso de Lernsys, falta poco, me quedan solo 30 más. ¿Que pasará si el asunto no resulta y el curso no se vende? Nada, solo perderé muchísimo esfuerzo, pero ya estoy acostumbrado, la mayoría de las veces he perdido mucho trabajo haciendo proyectos a amigos que al final no funcionan, ahora por lo menos es algo para mi, si es que funciona.
Es increíble la cantidad de trabajo que lleva hacer un video de 20 minutos, especialmente si no se tienen instalaciones donde hacerlo tranquilo, como no tengo equipo de iluminación uso luz del día -que es lejos mejor que la iluminación más cara que se pueda comprar- pero tiene el problema que es caprichosa, justo estamos en invierno y algunos días esta buena y otros mala, a veces no sale el sol, a pesar de vivir en Arica, y simplemente no puedo grabar, tengo que estar atento a las horas de luz. Otras veces he tenido luz pero a algún vecino se le ocurre meter bulla, o suena la alarma de un auto, o a los malditos perros (hay varios en la cuadra), se les ocurre ladrar a coro.
Otras veces tengo todo perfecto, estoy empezando a grabar y mi querida suegra me golpea la puerta para que la lleve al cementerio, el otro día alcanzó a escuchar los garabatos y no le hicieron mucha gracia, pero en fin, estamos en familia y todo se perdona. Lo peor ha sido ciando tengo un video grabado, cortado, editado y renderizado y me doy cuenta que cometí un error al ajustar el croma o al editar el sonido ¡maldición! ahí si que reniego. Pero siempre parto de nuevo, desde cero si es necesario, a mi me gusta terminar todo lo que empiezo, aunque la cosa se ponga difícil.
Tengo un convencimiento clarísimo que las clases online serán un boom, que va a cambiar la educación para siempre y que muchos se harán ricos y famosos con eso. De lo que no estoy tan convencido es que yo vaya a agarrar algún beneficio con todo esto, pero nunca se sabe.
A propósito de educación, acabo de leer por casualidad el artículo "Hoy bisoño, mañana experto" en unas Selecciones de Readers Digest de octubre de 1941 que tengo a la mano, eran los años de la Segunda Guerra Mundial, leo sobre Bill Clark, un campesino que llega a dedo a Burbank, California a buscar trabajo en la compañía Lockheed de aviación:
-Campesino, ¿verdad?- le dijo el reclutador.
-Si, señor- contestó Bill de mala gana, algo turbado.
-¡Magnífico! Llene los blancos de esta hoja de solicitud, y luego lo someteremos a algunas pruebas a ver cuantos quilates tiene.
Primero le presentaron una lista de 318 preguntas bajo el encabezamiento de "Carácter", para que las contestara. Casi todas las preguntas le parecieron tontas a Bill, y algunas divertidas. ("¿Se enoja usted fácilmente?. "Cuando se enoja ¿le pasa el enfado pronto o le dura mucho?". "¿Se ha intranquilizado alguna vez hasta el punto de enflaquecer se de ansiedad, pensando en algo que le preocupaba?") Bill las contestó todas, a veces sonriendo, a veces frunciendo el entrecejo. Luego le propusieron problemas equívocos y preguntas de doble sentido, le dieron los fragmentos mezclados de una figura para que la armara, midieron hasta fracciones de segundo el tiempo de sus reacciones y coordinaciones musculares. Finalmente los médicos lo examinaron de pies a cabeza y lo interrogaron como inquisidores.
A Bill no dejó de divertirlo este curioso método de probar a un candidato para obrero de taller. De todos modos, se le dijo poco después que la compañía había resuelto enviarlo por un mes a una escuela de artes y oficios y que durante ese tiempo le pagaría el salario de un aprendiz, que era de 20 dólares y 40 centavos por semana (!!! nota mía). Al fin del mes, Bill estaba remachando en la fábrica la armazón de un avión de bombardero.
La historia sigue, contando los progresos de Bill y como la compañía pagaba a los interesados en aprender un nuevo oficio o perfeccionarse en el actual para que estudiaran de noche. Sigue el relato:
En la compañía Lockheed, nadie tenía que pedir nunca un aumento de sueldo. Cada cuatro meses el capataz rendía al gerente un informe acerca de Bill - su trabajo, los progresos que había hecho, su habilidad, diligencia, conducta, aptitudes, etc. Si en el informe no se recomendaba que a Bill le subieran el sueldo, quien daba las explicaciones era el capataz, no Bill.
Y así sigue la historia, en esos años Lockheed tenía más de 200.000 trabajadores, ern los años de la industria de guerra y las grandes empresas. Me habría gustado poder vivir en los años 40, siempre he coleccionado libros y revistas sobre esa época, cuando la guerra creaba una mezcla de miedo, patriotismo, entusiasmo, debe haber sido muy interesante. Además que soy chiflado por la música de esos años: Bing Crosby, Ella Fitzgerald, las Big Band y todo eso. Tampoco se me notaría tanto la pelada porque en esos años se andaba con sombrero todo el rato. Parece que todo tiempo pasado fue mejor...
NULLA DIES SINE LINEA. Filosofía barata, historias, historietas, moralejas, chamullos, relatos absurdos, la vida de un vago, cosas de Arica, literatura, música, pornografía, política, física, cocina regional, minas, copete y cosas por el estilo. The awesome, absurd and often bored adventures of our Man of Mystery in Arica, from the trenches, in the Northern Front. Sacar a mil, sacar a mil. Streams of brilliance often spring from boredom. "Be yourself, but bigger"
Ah, eso sería hasta que llegó el sindicalismo a Lockheed ! Y quizás en un esfuerzo de la companía para que nunca llegue. Acorde con el espíritu de "esfuerzo de guerra" de la época. Y con el "new deal" de Roosevelt, cuyo gobierno además pagaba los jugosos contratos de la Loockheed !
ResponderBorrarAlgo de fordismo hay también. "Les pago a mis obreros como para que me puedan comprar un auto" dijo el gran Henry alguna vez.
Bill Clark, además, sería un campesino anglosajón blanco, afectado por la Crisis de los 30, que abandonó la granja y fue buscando cualquier trabajo y todavía con más mentalidad de granjero - es decir, de dueño y empresario - que de obrero.
Si a Bill lo agarra un sindicalista argentino enseguida le dice: no aprenda nada y trabaje lo menos posible, así tenemos más puestos de trabajo para más compañeros. No sea buchón.
En esa época el espíritu del "company men" estaba a pleno y siguió hasta los 50 por lo menos. Ser personal de la Ford o la Coca Cola o la IBM enorgullecía a la gente. Ahora es un trabajo nomás, inclusive los gerentes y alto cargos piensan en llevar sus carreras saltando de empresa en empresa.
La medalla de los 25 años de servicio y la lapicera bañada en oro, ah, eso ya no se lo dan a nadie! (ni se quedan a esperarlo)
Oh que tiempos... Ahora que me estoy sumergiendo en esa atmosfera de la novela negra de los 40, eran tiempos en donde la palabra pesaba tanto como el papel firmado, donde habia educación y dedicación para hacer que las cosas duren decadas, en donde la credibilidad de los periodistas era casi incuestionable y había mucho, pero muchos más valores que hoy. Ahora todo es desechable, incluso hasta las personas.
ResponderBorrarLa historia de Bill, era como muchas otras en esos años durante la Segunda Guerra Mundial y reflejaba como los filtros en las empresas eran más estrictos, pero una vez dentro, las empresas cuidaban ese "capital humano". Ahora, solo basta con ser "amigo de alguien influyente" para escalar posiciones, ahora es el tiempo de las "vacas arriba de un poste".
Relativo a lo de ayer sobre impuestos, y en particular la visión de Engel, he intentado encontrar una columna de opinión de este tipo creo que en La Tercera sobre el tema. No hay caso, por ahí movió hilos para eliminarla definitivamente. Si recuerdo que todo lo que decía no se cumplió.
ResponderBorrarLa columna debe ser por ahí del 2015 cuando se discutía este tema. Si alguien la recuerda y es más hábil que yo para buscar se le agradece si puede entregar el link.
ResponderBorrarUlschmidt así es, el sindicalismo mata todo lo que toca. En los años 40 John L. Lewis era presidente de los sindicatos del carbón (que después formaron la AFL-CIO, el sindicato de sindicatos), aprovechando las necesidad es de la guerra los obreros del carbón se hincharon de beneficios, Lewis organizó huelgas en plena guerra, bueno, pasó la guerra y los alemanes en ruinas -que también tenían carbón- hicieron pedazos la minería en USA, ciudades enteras se fueron al diablo gracias a sus estupendos líderes sindicales. Son una peste, lo que tocan lo matan.
ResponderBorrarJosé, como dice Ulschmidt, eran otros tiempos, la empresa paternalista, personal, donde todos conocían al dueño. Se murió con las sociedades anónimas y la profesionalización de la gerencia, es un buen tema. Yo alcancé a conocer a los que se "ponían la camiseta" de la empresa.
Anónimo, hasta yo había publicado el link a esa entrevista, la recuerdo perfectamente, tampoco la pude encontrar. Parece que el pelmazo de Engels se ha dedicado a borrar las estupideces que escribió. Son muchas, todavía recuerdo como en mendio del gobierno de Cristina K, el pelotudo escribió una columna que hablaba del "Milagro económico Argentino", tiene bolas para regalar...
Con esa historia dan ganas de trabajar en Lockheed o en alguna compañía que funcione parecida. La verdad es que el credencialismo actual me da asco y ojalá que todo ese sistema se derrumbe pronto.
ResponderBorrarHola. Sobre el artículo de Engel... será este?
ResponderBorrarhttp://web.archive.org/web/20150303132518/http://voces.latercera.com:80/2014/04/05/eduardo-engel/una-reforma-necesaria/
Frx, las grandes empresas antiguas eran lugares donde los trabajadores hacían roda su vida, eso ya pasó a la historia, lamentablemente.
ResponderBorrarCésar ¡exactamente! Chas GRAX :D