Picadillo del miércoles 9 de febrero de 2023

La mesa servida
Mi amigo Marco me manda el video hecho durante una toma mapuche en un lindo predio de Argerntina. Eran unas 20 o 30 personas, con el infaltable camarógrafo registrando el evento de "recuperación de tierras"un par de señoras disfrazadas de mapuches, banderines, unos toldos portátiles, y todo el progrerío manifestándose alrededor.

En eso apareció un tractor -me imagino del dueño del predio- remolcando un gran estanque para aspersión de insectisidas. Tocando alegremente la bocina, empezó a dar vueltas rociando a los asistentes con un puré de caca y orina, que seguramente habian sacado de una fosa séptica. 

Hasta ahí nomás llegó la toma y el picnic que estaba servido en una mesa bajo uno de los toldos. La mesa quedó servida

Me dejó pensando si hizo bien el dueño con eso de regarlos con caca, también me quedó dando vueltas la impunidad con que pueden actuar los "manifestantes" cuando se escudan tras un objetivo político. Si unos asaltantes comunes entran a mi casa o negocio yo puedo recibirlos a balazos y no me pasa nada. En cambio si esos mismos asaltantes entran con pancartas y yo oso desalojarlos, me llegan las penas del infierno.

Es notable el escudo que puede prestar una causa política. Claro que no cualquier causa, si se hubiese tratado de neonazis los habrían sacado a tiros, pero si tienen alguien con poder político que los respalde, pueden hacer lo que quieran: robar, incendiar, saquear y matar como hicieron durante las protestas de octubre de 2019 en Chile, sin que les puedan tocar un pelo.

El caballero que regó con caca a los usurpadores en cambio, seguramente va a sufrir las consecuencias de de su atrevimiento, intentando impedir que le arrebaten por la fuerza lo que es suyo.

La única moraleja que se me ocurre de todo esto es que la justicia es un chiste. Y como chiste no puede ser más triste, porque solo opera cuando beneficia a los que tienen el poder de turno o a sus protegidos.

La bendición de ser expulsado
Llevo un par de meses desde que me expulsaron de Twitter. Todavía conservo una cuenta llamada @tomasbradanovic y al principio me dana unas vueltas de vez en cuando para ver lo que comentaba el populacho, con el tiempo he ido espaciando las visitas y a veces pasan semanas que no entro.

Ahora cada vez que me asomo al timeline o chequeo un par de tendencias, me voy dando cuenta del contagio emocional que se produce con el formato de Twitter y como se refleja lo peor de las personas en unos pocos caracteres.

El narcisismo desatado, la falta de sentido del ridículo, la estupidez disfrazada de "sarcasmo", o lo que entienden por tal, con frases cortas, hirientes y supuestamente ingeniosas que usan para atacarse. Los memes como argumentos lapidarios... en fin, que porquería más grande. Me recuerda a los cómicos callejeros, al bombo fica, el flaco y el indio o esos programas de la tele que tanto me asquean.

Haber sido expulsado fue una bendición. Lo aprecio como un honor, equivalente a haber sido expulsado de la Garra Blanca o de alguno de esos colectivos LGBT o de feministas militantes.

Porque la verdad es que me he dado cuenta que cuando participé en Twitter yo fui uno de esos. Era el mismo flaite pinganilla, tal como el resto que destilaba "sarcasmo" atacando a mis enemigos. Lo que más me alegra es que todo lo que publiqué allí ha sido borrado, o al menos ya no hay acceso público a esas pequeñas porquerñias.

No son los algoritmos
He visto repetir una idea tonta hasta el cansancio, en boca de muchos intelectuales e incluso filósofos reputados, que culpan a los algoritmos de estarnos manipulando y que el nivel de estupidez de los jóvenes ocurre por causa de esta cámara de eco que se produce en las redes sociales donde "por culpa de los algoritmos" la gente en lugar de pensar por si mismos, entran en un ciclo de realimentación, consumiendo más y más de las opiniones que les gustan.

No tienen nada que ver los algoritmos. No son los algoritmos, somos nosotros los que ahora -pero también desde mucho antes de Internet- preferimos escuchar opiniones y noticias que nos gustan y hacer oidos sordos a lo que no nos gusta.

Siempre hay motivaciones emocionales detrás de nuestras preferencias. Un ejemplo personal:

Después de la invasión rusa a Ucrania me puse a leer y pasé mucho tiempo viendo entrevistas y canales de Youtube que muestran la vida en Rusia. Obviamente que hay toda clase de gente, como en todo el mundo, pero al pasar el tiempo me empezó a caer mal el nacionalismo arrogante, la pretendida superioridad y otras cosas que seguramente son parte de la herencia cultural que dejó la URSS.

Especialmente me empezó a chocar tanto aire de superioridad cuando ví que en pleno centro de St Petesburgo viven varias familias hacinadas en un mismo departamento, en condiciones muy parecidas a las de Cuba. Y para que hablar del campo, donde muchas personas hacen caca en un hoyo, ubicado en una letrina afuera de la casa. Bueno, la cosa es que, molesto por tanto aire de falsa superioridad ahora tengo un bias emocional contra Rusia. Irracional obviamente.

Y no me había dado cuenta hasta hoy, que leía sobre unas pequeñas ventajas que están sacando los rusos en Bajmut y entonces, inconscientemente me puse a buscar noticias que dijeran lo contrario, que al final todo sería desastroso para Rusia, que la noticia era falsa, etc. Obviamente que encontré muchas de esas pero me di cuenta de algo curioso.

Resulta que hay noticias para todos los gustos, siempre vamos a poder encontrar alguna noticia que nos guste y vamos a entrar en realimentación positiva buscando noticias que se ajusten a nuestras preferencias. 

Esto se ve claramente leyendo los argumentos que se usan en las discusiones de Twitter, cuando estaba inmerso en eso no me daba cuenta, ahora veo lo absurdo y chantas que son todas esas seudo discusiones. Porque no son discusiones sino intercambios de insultos y seudo sarcasmos, puros dialogos de sordos. 

Y la culpa no la tienen los algoritmos sino que somos nosotros, siempre ha sido así y siempre así será.