Flaites y resentidos

En los años ochenta yo vivía en la Población 11 de Septiembre y la vecina de enfrente -una chica muy simpática que trabajaba en el oficio más antiguo del mundo- tenía un hijo de unos 16 años, con aspecto de alemán, que se dedicaba al segundo oficio más antiguo; era ladrón. Ambos buenos amigos míos.

Recién me había comprado mi VW Escarabajo rojo y lo cuidaba como hijo único, pero un día estacionando pasé raspando una pared y mi espejo retrovisor se hizo pedazos

-¿Qué le pasó a tu espejo?- me preguntó el ladronzuelo cuando lo vió
- Ah. lo rompí estacionándome
-Creo que yo tengo uno, te lo voy a traer

Un par de días después apareció con el mismo espejo, le pregunté en cuanto me lo vendía pero me lo regaló. Yo quedé muy impresionado.

Hasta que me contó, muerto de la risa, que al auto al que se lo había sacado le había roto los dos focos traseros "se los hice mierda" me comentó satisfecho.

Me dejó descolocado, le pregunté por qué había hecho eso, me contestó "no se, por diversión, fue rico romper los focos del auto nuevecito". 

Desde entonces dejó de caerme bien y trataba de evitarlo. No podía entender por qué había hecho eso

Varios años después, cuando yo hacía como que trabajaba en los tribunales, lo divisé varias veces pasando desde los calabozos a prestar declaración, era un cliente frecuente de tribunales y en ese tiempo de la Sección de Menores de la Cárcel. Lo miraba de lejos nomás.

Siempre me intrigó el muchacho. Tenía muy buena apariencia, era rubio, de ojos claros y nadie diría que podía ser un ladrón, mi mamá de puso en broma "el Barenstein", porque había un barco alemán de ese nombre que pasaba cada cierto tiempo por Chiloé y en cada recalada dejaba embarazadas a las chilotas con hijos rubios.

Mi mamá que era especialista en chistes crueles, les puso los Barensteins.

Una vez se lo comenté a mi simpática vecina, cuando mi mamá ya no vivía allá y se murió de la risa, me dijo "para que veas, yo como puro filete", ah que tiempos aquellos.

Se me vino a la cabeza este asunto hoy en la mañana, cuando vi por la tele los desordenes violentos de la "romería al cementerio" que hace todos los años el lumpen de izquierda, para protestar contra el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.

Eso fue hace 50 años y probablemente ninguno de los animales que salió vociferando y haciendo destrozos a lo que encontraban a su paso, conoció el gobierno de Allende, que dicen idolatrar, ni el Gobierno Militar, que dicen odiar. Protestan por cosas que les contaron y las cuentan con total seguridad, como si lo hubiesen vivido.

Pero en fin, cada uno tiene su juicio histórico en esas cosas, yo tengo el mio y lo he cambiado a lo largo de los años, desde una postura muy izquierdista en los setentas a una muy derechista al día de hoy. Pero hay algunas cosas que jamás se me ocurriría hacer.

Por ejemplo hacer destrozos a la propiedad de alguien a quien ni siquiera conozco, tirar piedras contra carabineros que solo están haciendo su trabajo, incendiar buses, destrozar autos, incendiar casas o locales comerciales incluso con gente adentro, como hicieron en octubre de 2019 los animales que salieron a "manifestarse".

A propósito, todos estos untermetschen -ah, ya estoy hablando como el Fuhrer- jamás andan solos, son como las hienas, que atacan en manadas, por sorpresa y con ventaja, siempre a la segura. Estos son los inventores de los saqueos y turbazos.

Pero bueno, guardaré por un minuto al pequeño Hitler que todos llevamos dentro y sacaré ahora al pequeño Sigmund Freud. 

Todos estos pajarracos tienen mucho en común con mi vecino el Barenstein: son tan carcomidos por la envidia y el resentimiento, que solo encuentran felicidad atacando a cualquiera que tenga o sea más que ellos.

Yo creo que es el sentimiento de inferioridad y la envidia la que crea el odio castrado de esos tipos. solo se sienten bien cuando abusan de alguien más, aunque no ganen nada con eso. Y siempre encuentran una explicación para justificarse, especialmente alegando injusticia social o cosas por el estilo.

Pero dándole unas pocas vueltas más, no es eso, hay otra cosa que va más allá de un sentimiento de inferioridad o de envidia.

Porque muy pocos años antes yo había sido más pobre y acomplejado que el Barenstein, no tenía qué comer pero ninca se me ocurrió robar espejos a los autos. 

Bueno, tal vez eso fue por cobarde, en un momento de apuro quizá habría robado. De hecho le acepté el espejo robado sin problemas, porque de moralista no tengo nada.

Pero hay una línea que estoy seguro que no habría cruzado: una cosa que no se me habría pasado la cabeza y era eso de romper los focos al auto de alguien que no conozco solo por divertirme, eso si que estoy seguro que jamás lo habría hecho.

El once los vamos a ver de nuevo en la calle, mocosos flaites, pòseros y desbordados por el resentimiento que salen a dejar la cagada solo por divertirse. No les deseo mal, les deseo lo peor, que sin duda van a recibir porque un resentido es casi imposible que salga del barro. 

A menos que se dedique a la política, claro. Ahí florecen como callampas.