Elecciones y el valor de las medallas

Día de elecciones
Usando mi experiencia como vocal de mesa y como apoderado en varias elecciones anteriores, decidí ir a votar a las tres de la tarde, que es la hora en que normalmente hay menos gente. Me equivoqué, porque esta vez habíia una fila con unas veinte personas esperando.

Para colmo la gente se demoraba mucho en votar, las papeletas para concejales municipales y consejeros regionales eran enormes sábanas, con cerca de cien candidatos cada una. También se elegía al gobernador regional y al alcalde. Yo igual la hice muy cortita.

A propósito, una simpática chica que estaba de vocal de mesa me puso adelante en la fila junto con otro votante bien canoso, considerando que éramos un par de viejucos, me alegró mucho: antiguedad constituye grado como dicen en los regimientos, aunque el Tomás Jr. aprovechó de reirse a mi costa.

En la larga espera -los dos votamos en la misma mesa- nos dedicamos a romper la ley electoral hablando de política. Primero que todo comentando sobre las gracias y desgracias de nuestros amigos que iban de candidatos. Arica tiene las papeletas electorales más grandes del país en su conjunto: 94 candidatos a concejales municipales, 125 a consejeros regionales.

El Tomás Jr. votó por Ovapi para alcalde y por dos amigos del Partido Humanista, que no tienen la más remota posibilidad de ser electos pero igual el gobierno les da plata por cada voto que obtengan.  Para mi fue mucho más fácil porque la lista del Partido Republicano iba al final de la papeleta, así es que voté por cualquiera, sin mirar los nombres.

La gente que esperaba con nosotros se reía de lo que conversábamos y algunos asentían cuando yo decía mis alocadas teorías, como:

"Mira, hay dos tipos de políticos: los inútiles y los ladrones, cualquiera que no sea inútil o ladrón prefiere ganarse la vida honradamente, pero en política hay solo esas dos posibilidades: o es un idiota bueno para nada o es un vivo y ladrón". Parece que todos estaban de acuerdo con eso, al menos fue mi impresión, porque se reían para callado.

."(...) Yo haría una sola elección cada diez años donde solo se elegiría a un presidente con la concentración de todos los poderes. El presidente haría su equipo de técnicos para redactar las leyes y nombraría según su capricho a los alcaldes, gobernadores, concejales y consejeros regionales, que podrían ser reemplazados en cualquier momento según el capricho de Su Excelencia"

Seguro que los que escucharon pensaron que yo estaba loco, pero realmente creo que el gobierno debería ser así. Un período de 10 años es el mínimo para hacer políticas duraderas y el presidente debería ser una especie de monarca con plenos poderes.

Esa era la idea portaliana y así fue con Bulnes, Prieto y Montt, se hacían elecciones pero eran solo coreografías. Nuestro pueblo de ladrones y lleno de vicios como decía don Diego, no está en condiciones de elegir autoridades. Como mucho uno solo y cada 10 años.

A propósito así funcionó el Gobierno Militar y durante los 17 años que duró transformó completamente al país. No sería mala idea volver a eso. 

En fin, nos divertimos la casi media hora que estuvimos esperando para votar y aprovechamos para descuerar a la mitad de los candidaos de Arica, en especial a los que son nuestros amigos, que no eran pocos.

El valor de las medallas
¿Han pensado  por qué hay billonarios que arriesgan su vida para escalar el Everest en lugar de vivir en sus mansiones disfrutando de ricas comidas, excelentes tragos y las mejores minas? 

El andinismo y otras aventuras de esa clase requieren hacer cosas horribles, a veces arriesgando la vida sin tener ninguna necesidad de hacerlo ¿Por qué lo hacen entonces? Pienso en el millonario que murió en un velero con parte de su familia, y el otro que implosionó en un mini submarino a gran profundidad.

Y no es solo cosa de los millonarios. Leía un tipo que está en Ucrania y contaba sobre un amigo, combatiente, que le acababan  de bajar el sueldo como soldado, pero no cabía en sí de felicidad porque el gobierno lo había condecorado con una medalla por valor en combate.

La medalla en el fondo es un pedazo de lata con una cinta, tal vez un diploma ¿vale la pena arriesgar la vida "más allá del deber" por eso? Es cuestión de preguntarle a cualquier inglés que haya recibido la Victoria Cross, a algún americano condecorado con el Corazón Púrpura.

En estos días de redes sociales, los poquísmos que han recibido condecoraciones por actos de valor en combate las colocan en sus perfiles, y no es para menos. 

Y si alguien ostenta una copia de esas medallas sin haberla ganado, se arriesga a ser acusado de "stolen valor", que es un delito y una de las peores infamias de que puede ser acusado un militar.

¿Por qué le atribuimos tanto valor a las medallas y diplomas? Yo tengo mi propia teoría, no es solo que todos ambicionamos el reconocimiento y la admiración de otros, sino que además tenemos otra necesidad, que es tratar de demostrar que no somos unos pobres diablos y que alguna vez en la vida -al menos- hicimos algo extraordinario.

Por eso las medallas deben ser siempre muy escasas, si abundan, pasa como los diplomas universitarios que hoy los tiene hasta el gato y prácticamente no significan nada. ¿Quien va a admirar hoy a alguien porque terminó una carrera o un posgrado? ¡Si hasta Winter sacó un doctorado!.

En cambio muy pocos se atreverían a escalar el Everest, o a bajar a los abismos submarinos, por esa ansia de gloria algunos están dispuestos a arriesgar la vida y pasar mil incomodidades. Es un asunto muy raro.

En cierto modo, creo que todos tenemos diminutas medallas de las que a veces nos jactamos. Pueden ser cosas insignificantes pero que en su momento las tomamos con mucho riesgo y enormes trabajos. Creo que el valor de las medallas es por lo que cuestan algunas cosas, no por lo que significan materialmente.

Yo tengo mi propia medalla -insignificante- pero para mi vale oro sólido, es mi diploma Sansania del año 1977, cuando era efectivamente un pobre diablo, un fracasado en todo y sin posibilidades de llegar a ninguna parte. 

Ese pedazo de cartón objetivamente no vale nada, pero creo que es la única medalla que en verdad me enorgullece, y aprovecho de ostentarla cada vez que puedo. Si fuera por mi -y si no fuera tan ridículo- lo llevaría colgando en el cuello para todas partes.