El costo de la oportunidad perdida

El costo de oportunidad consiste en que cuando elegimos una entre varias alternativas disponibles, tenemos un costo por haber desechado todas las demás. Un ejemplo típico es cuando decidimos estudiar durante muchos años, por ejemplo para obtener un doctorado, perdemos la oportunidad de trabajar, de adquirir experiencia, relaciones y dinero producto de ese trabajo.

La decisión de Bill Gates abandonar la universidad en 1975 ha sido poco comentada pero es un ejemplo muy bueno del concepto de costo de oportunidad. Gates era hijo de un famoso abogado y una profesora universitaria, por lo que la presión por terminar la universidad y obtener un título no debe haber sido poca, pero como menciona en su biografía "Durante mi primer año, instituí una política deliberada de saltarme la mayoría de las clases para después estudiar febrilmente al final del curso",  ¿Y qué hacía durante su tiempo libre? "Llené mis horas de ocio con una buena cantidad de póquer". 

 Bill Gates es tal vez el visionario más exitoso de nuestra época y su fortuna la debe a haber visto cosas que están frente a las narices de todos pero que nadie se da cuenta. Se dan muchos ejemplos de esta extraordinaria habilidad (compartida por los fundadores de Google, de Amazon y unos pocos billonarios más) pero -en mi opinión- ninguno es tan claro como la decisión de abandonar los estudios en plena adolescencia. Eso se llama tener claro el costo de oportunidad y saber evaluar las situaciones.

Un tonto podría pensar que estoy recomendando a todos los muchachos a que dejen los estudios y manden al diablo la universidad. Claro que no estúpido, a menos que tengas la claridad de Bill Gates (y la oportunidad que tuvo y supo reconocer en su momento) mejor sigue estudiando como chino. Eso es entender el costo de oportunidad: ser capaz de identificar la situación en que podemos maximizar nuestra ganancia.

Las personas cometen grandes errores al evaluar el costo de oportunidad y eso aparece en un paper del curso de Dan Ariely llamado Opportunity Cost Neglect (omisión del costo de oportunidad) de Frederic, Novensky, Wang, Dhar y Nowlis. En el artículo dicen en resumen que los que toman una decisión (consumidores en este caso) consideran los costos de oportunidad de una manera muy superficial y deciden más bien en base a criterios más claros pero que entregan menor información (como por ejemplo escoger lo que a primera vista parece más barato, sin hacer demasiado análisis).

No solo las personas enfrentan costos de oportunidad, también los países. Y los votantes, que en democracia son quienes toman decisiones, eligen basados en los criterios más básicos. De la misma manera en que hay muchísimos más pobres que ricos, también hay muchos más idiotas que personas con capacidad de analizar y pensar criticamente -que coincidencia ¿no?- y bueno, si la cosa es un hombre un voto siempre estaremos sujetos a lo que determinen los pobres y los tontos, categorías que normalmente se confunden, salvo pocas exepciones ambos tienden a ser la misma cosa.

Por eso los gobiernos, que representan a los votantes y sus preferencias, normalmente no toman en cuenta los costos de oportunidad. Y así es como tenemos a Bolivia, país riquísimo en minerales con una minúscula inversión en minería en un momento en que los precios están por las nubes. Esta oportunidad va a desaparecer en el futuro y sus piedras -que tanto les enorgullece defender- no van a valer nada cuando finalmente permitan invertir "pasó la vieja" nomás.

El gobierno de Piñera tuvo una oportunidad única de consolidar las reformas estructurales, necesarias para convertir a Chile en un país desarrollado, más libre y sobre todo más estable. Para legitimar los principios que nos transformaron de una república "en vias del socialismo" (1973) en un país próspero y libre (1989) tenía todo, menos los pantalones. La oportunidad estaba frente a sus narices: extraordinarios términos de intercambio, boom minero, gente más honesta en los equipos, sin la necesidad de rapiñar. Tuvo todo en sus manos y no lo supo aprovechar por mediocre. Por eso creo que el y sus amigos se deben ir para la casa para nunca más volver. Que vuelvan los ladrones nomás, hay que agudizar las contradicciones compañeros.

En estos casos, cuando vienen elecciones y las tropas deben alinearse me doy cuenta de la suerte que tengo de no estar en ningún sector político. Esto que me da la libertad de decirle ladrón al ladrón y mediocre al mediocre sin miedo a perder un trabajo generosamente remunerado. ¿Me gustaría ganar los US$ 5.000 que reciben (de entrada) todos los meses los directores y otros nombramientos políticos? ¿Me gustaría tener auto con chofer y combustible gratis, viajar a todas partes y poder comprar lo que se me antoje? ¡Claro que me gustaría! pero no al costo de ser un maldito chupa-medias. Ese costo de oportunidad no lo pago ni muerto. Déjenme pobretón nomás, ya me las arreglaré solo para ganarme la vida honradamwente.