Y se terminó el verano, ayer fue el día de umbral como cuando nos miramos al espejo y nos damos cuenta de lo viejos que estamos. Amaneció nublado, también hoy y aunque hace calor tenemos ese cielo color ratón que tanto detesto. Cuento mis años en veranos, así es que un verano menos, snif, snif.
Para un tipo como yo, ya sin ambiciones, me divierte revisar las encuestas y entrevistas a los alumnos del liceo que planifican su futuro cuidadosamente. Igual alguna vez pensé que con una pofesión, una casita y un autito la felicidad llegaría envuelta en papel de regalo para el resto de la vida. Y así fueron felices y comieron perdices, esa es la frase con que terminan los cuentos. Nada de eso, la felicidad no existe, o al menos no tiene nada que ver con como la imaginamos. Cuando somos realmente felices ni nos damos cuenta, solo la disfrutamos después, en el recuerdo.
Lo mismo pasa con las cosas materiales, cuando me compré mi primer auto, un VW escarabajo, fue un salto cuantico porque jamás había soñado con que algún día tendría mi propio auto, eso estaba fuera de todo cálculo, recuerden que en los setentas solo un médico o un abogado tenían su citroneta, a lo más un Fiat 600, de pronto yo que no tenía en que gastar la plata, me encontré con que había ahorrado lo suficiente para comprarme un auto y ahí estaba, en la notaría firmando papeles y con las llaves en la mano aunque ni siquiera sabía manejar. ¡Como han cambiado las cosas desde esos años! sin embargo no recuerdo haber estado muy feliz en esos momentos, a lo más un poco aturdido por la impresión.
Ahora cualquiera tiene uno o más autos, sin embargo no parece que la gente sea más felíz con eso, las cosas nos dan placer cuando las deseamos pero después de tenerlas uno piensa bah, ¿y eso era todo?, lo que parecía un placer pasa a ser una necesidad y solo nos sirvió para sufrir cuando -por ejemplo- perdemos el auto y tenemos que andar a pata.
A mi siempre me gustaron los autos, cuando chico iba al antiguo garage de la Moneda, frente a la puerta de Morandé 80 a admirar el Galaxy 500 que todavía se usa en los desfiles, los tipos me ubicaban y me dejaban ir a ver los detalles que después dibujaba cuidadosamente. También había un Bentley de la embajada del Reino Unido y un Austin Healey que eran mis sueños dorados. En 1983, cuando estaba en Hong Kong con mi amigo Antonio decidimos salir de fiesta la segunda noche y había que hacerlo a lo grande, arrendamos un Rolls Royce que allá funcionan igual que los taxis, solo que un poco más caros, siempre había soñado andar en un Rolls, al final no era gran cosa, como pasa siempre, es mejor cuando uno se lo imagina.
Truman Capote, el escritor que nunca me ha desilusionado, escribió un libro llamado Answered Prayers, haciendo referencia a santa Teresa de Avila "las plegarias atendidas causan más lágrimas que las que quedan sin escuchar" muy cierto, hay gente que tiene la mala suerte de que todas sus plegarias sean atendidas.
Me he dado cuenta que en los años 50s, 60s, 70s y 80s en Latinoamérica el consumo era bastante bajo. Mientras que en Europa Occidental se reconstruían y crecían como nunca, en Japón también y en Estados Unidos experimentaban los años dorados del capitalismo, acá las cosas no eran tan buenas al menos en ese aspecto. Crecieron como nunca los "cinturones de miseria", las ciudades se llenaban de nuevos habitantes y los problemas políticos y económicos eran constantes. Como bien dice, Don Tomás, la vida de un latinoamericano de hoy es en lado material muchísimo mejor que la de uno hace 60 o 50 años. Aunque a la gente no le guste aceptar, la situación material sí ha mejorado, pero esto no significa felicidad. La felicidad es un estado temporal el cuál valoramos cuando dejamos de estarlo. Si todos nuestros deseos se volvieran realidad, ¿qué sentido tendría seguir vivo?
ResponderBorrarAnticaviar
Aí es Anticaviar, solo somos felices después, recordando. En el momento ni nos damos cuenta
BorrarUn viejo dicho:Si quieres hacer reir a Dios , cuentale tus planes.
ResponderBorrarEntonces conmigo debe vivir cagado de la risa!
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