En el año 1976 estuve metido en la encrucijada más difícil de mi perra vida. Nos habíamos quedado sin casa y sin ingresos, mi papá ya tenía alzheimer, iba a cumplir como noventa y estaba furioso porque no se moría mientras mi mamá mantenía de alguna manera el circo funcionando. Yo había terminado de estudiar técnico electrónico y justo ese año vino el derrumbe de las industrias, no solo estaba cesante sino que tenía un ejército de competidores con mucho más conocimientos y experiencia que yo -también cesantes- así es que ni soñar con encontrar algún trabajo.
No se como vivimos ese año, saltando de pieza en pieza que desocupábamos a los dos meses por no poder pagar. A mitad de año mi papá se quebró una cadera y finalmente se murió en una semana más o menos, lo que fue un gran alivio para todos. No se me ocurría absolutamente nada que pudiera hacer para salir del hoyo, estábamos con mi mamá en la quiebra total. Como no tenía nada que hacer pensé que sería bueno aprender inglés, mi mamá estuvo muy de acuerdo y me acompañó al Instituto Chileno Nortemericano para matricularme.
En esos años mi mamá tejía ropa de guagua, yo hacía clases de reforzamiento de matemáticas y vivíamos de eso. Mi primo Camilo, que se crió con nosotros y vivía en Alemania me mandó unas revistas Penthouse, que fueron la base de mi aprendizaje de inglés porque en el instituto -aunque lo pasé muy bien- no aprendí absolutamente nada. Después me conseguí el libro "Los documentos secretos de la ITT" que estaban en inglés y español, con eso avancé bastante en cuanto a redacción comercial, ni sospechaba lo que me iba a servir en el futuro.
A principios de 1977, a mi mamá la invitaron mis primos a pasar un año con ellos en Frankfurt, así es que de un día para otro, por primera vez en mi vida, me quedé viviendo solo y responsable de pagarme casa y comida. El choque fue brutal y reaccioné contrayendo mis gastos al mínimo absoluto, pasé un año prácticamente sin comer -bueno un pan con tomate al día, estrictamente racionado- y viviendo de la buena voluntad de una familia que me permitían usar una pieza pagando cuando podía, o sea casi nunca.
Lo más lógico habría sido buscar un trabajo en lo que fuera, intenté ser ayudante en la relojería de un amigo y después de hacer pedazos un reloj "Europa" (el silabario de los relojes según mi amigo) me retiré espantado. Traté de ofrecer mis servicios puerta a puerta arreglando televisores o electrodomésticos y pasé tantas vergüenzas haciendo destrozos que hubo barrios por los que evité pasar durante años.
Entonces se me ocurrió la idea más estúpida de todas ¿por que no volver al plan original? Yo llegué a Arica a estudiar ingeniería y finalmente había bajado mis expectativas estudiando para técnico, como no me gusta dejar las cosas a medias, el no haber sacado ingeniería todavía era como una piedra en el zapato, que no dolía pero molestaba mucho. El boom de la electrónica se había terminado hace rato, ya no era la profesión del futuro pero ¿a quien le importa? yo quise ser ingeniero y no lo había cumplido. Entonces me inscribí para dar -otra vez- la prueba de aptitud académica.
Y quedé adentro sin un peso en el bolsillo, sin plata para comer, sin becas porque las hipócritas veteranas del "servicio social" -que profesión más inmunda- tenían copada la cuota de becas con sus amiguis y recomendados. Entré a estudiar en 1978, justo el año en que se terminó mi ciclo de mala suerte que había empezado 10 años atrás.
Después de muchas peripecias saqué mi modesto título de ingeniero de ejecución electrónico de la Universidad de Tarapacá, que para mi vale más que un doctorado en astrofísica de la universidad de Princeton. Nunca he corrido tanto riesgo ni gastado tanto esfuerzo en mi vida como para ese pedazo de cartón que tengo perdido en algún rincón de los papeles viejos, ese fue el filete más grande de toda mi perra vida.
Casi sin darme cuenta todo empezó a cambiar. El año 1983 iba en una imponente limosina Datsun, con chofer uniformado y una toallita tibia perfumada en la cara para reponerme de las malditas 19 horas de vuelo en que no había podido dormir nada. Cuando llegué a instalarme en el Keio Plaza, uno de los mejores hoteles de Tokio, miraba por la ventana el distrito de Shinjuku pensando "no está mal, nada mal", pero también pensaba que al fin y al cabo no era gran cosa, lo disfruté mucho más mientras lo imaginaba que cuando pasó en realidad.
"No hay mal que dure 100 años ni weon que lo aguante".
ResponderBorrarTomás ese debe ser el título de tu historia.
En todo caso te consideraría tras leer tu relato como un "sobreviviente", ya que no todos se atreven a vivir. muchos colapsan al perder la seguridad que les brinda la familia y tener que aventurarse solos.
Eres un "sobreviviente", un "survivor man".
Claro José, hay mucha casualidad también en todo esto. Muchas veces pienso "que habría pasado si...", por ejemplo si hubiese podido armar el famoso reloj Europa seguramente hoy sería relojero, habría vivido mucho más tranquilo pero sin las mil y una aventuras, al final fue más divertido así.
ResponderBorrarnada más que felicitarte pq' para mi eres un digno referente para los que se quejan q' no pueden, ya que sin querer tambien te titulaste de economista para poder salir de esa perra vida que despues de todo algo te ha servido.
ResponderBorrar.....en esos tiempos los electrodomésticos y televisores no eran " desechables "
ResponderBorrarah calister, es que el hambre es la mejor escuela de economía jaja, en realidad no es ninguna gran cosa, todos tenemos historias parecidas y hasta en la vida más tranquila puede haber una buena novela.
ResponderBorrarMark claro, lo televisores, las radio, etc todavía se reparaban, ahora no vale la pena y hata los relojeros están en peligro de extinción, ahora casi nadie usa relojes, ven la hora en el celular
Que gran historia, ya me imagino que a mí me va a tocar bien parecido en el futuro.
ResponderBorrarSi, a mucha gente le pasan cosas parecidas, tiempos buenos y malos, se mueren los viejos, hambre y al final todo se ajusta de alguna manera
ResponderBorrarPero lo logró, Bradanovic. Quién le quita lo bailado ahora!
ResponderBorrar( el anticlimax de los logros es así - no es que yo haya tenido tantos - pero es cierto que no suena música de películas ni uno se ve en una gran escena, como debiera ser, como pensábamos)
Es exactamente así Ulschmidt, cuando lo imaginamos todo parece mucho mejor, cuando lo conseguimos no suenan trompetas ni nada por el estilo y finalmente nos damos cuenta que todo fue una especie de broma. La ambición es la broma más grande que existe, porque cuando vamos a estirar la pata ni uno solo de los "logros" va a valer un pepino, nada.
ResponderBorrarMe pegó fuerte tu relato, amigo. Lo que nos salva es que hay bastante gente —no la suficiente— que se ha formado en un rigor similar y, en mi opinión, lo que más aporta a la peculiaridad de Chile. Un abrazo
ResponderBorrarEso es cierto Cardenaldo, en Chile somos un país con mucha movilidad social en ambos sentidos y no es raro que alguien pase de la miseria a un bienestar relativo o viceversa en el curso de su vida. A mi me ha tocado varias veces, creo que es una suerte y muy buena experiencia. Claro que mientras la cosa está fea uno no lo ve así, pero siempre por algún lado se sale.
ResponderBorrarEl azar es clave en lo que nos pase.
ResponderBorrarSin duda andar limpiecito, ser cumplidor, "movido", persistente etc etc, son caracteristicas esenciales, pero no bastan, ademas hay que tener suerte.
Puedes ser un portero ultra eficaz y trabajador y te puedes morir jubilando por el minimo, o un empresario super ingenioso y movido terminar apenitas con un buen pasar, ...cuando estas cerca de morir.
Los tipos que cuentan historias sobre como les fue bien, solo cuentan cuentos atribuyendose una habilidad sobre humana, donde hay un influencia decisiva de la suerte y sesgo de seleccion. }
Se escuchan las historias, de exitosos enpeñosos suertudos, pero no las de los infinitos empeñosos fracazados.
¿Quien escribio fracasado con zeta?
ResponderBorrarTodo es suerte, pequeñísimos cambios nos pueden dirigir la vida para uno u otro lado. Eso de "la suerte me la hago yo" es un cuento chino, díselo al que le encontraron un cáncer bien ramificado. Lo que pasa es que -tal como dices- todos tendemos a atribuir lo bueno que nos pasa a nuestras extraordinarias características personales y todo lo malo a la maldita mala suerte.
ResponderBorrarFracazados, ja! los baisanos no te enseñaron buen español mejo!
Tuve mala suerte ;-)
ResponderBorrarPero del padre no le oí ningún remordimiento que lo atribulara en este relato
ResponderBorrarPara nada, aunque tuve muy poca relación con mi papá nos llevamos bastante bien siempre
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