Luego suena el teléfono de la casa. Por un asunto de rango le ordeno al Tomás Jr. "¡contesta!", este va de mala gana y me lo pasa ladrando "¡era para tí!", bueno, el principio de autoridad quedó a salvo:
"¿Don Tomás?" (oh, oh, mal comienzo), "si, con el"
"Mire lo llamo de parte de un pariente suyo, don Alvaro" (mmh, un tío de la Pilar), "dígame nomás"
"Es que resulta que en la oficina se nos echó a perder el computador, y Alvaro nos dijo que usted podía.." (¡peligro! ¡peligro!), "si pero sabe yo hace muchos años que no trabajo en eso, ni tengo idea del asunto"
"¡Pero como! si Alvaro me dijo que usted fué a su casa, apretó unas teclas y se lo dejó perfecto" (¡peligro!, ¡peligro! en mala hora se me ocurrió ir) . Y así siguió la tensa conversación durante un rato, teniendo que inventar explicaciones al caballero que no conocía para evitar que me pringaran. Cuando colgué estaba transpirando helado ¡de la que me salvé!.
No se porqué tengo una especie de fobia al teléfono, hay un negocio que podría ser más o menos importante y me han llamado dos corredores de propiedades con ofertas, pero ahora tengo que llamar al cliente y me da lata ¿por que será?. En fin, más tarde lo llamo. La vida nos exige sacrificios.
Justo cuando estoy en un dilema moral, tengo la oportunidad de un trabajo con buena plata, pero con horario, algo que no he hecho jamás. Hasta me dijeron "mira, esta sería tu oficina", miré horrorizado el escritorio, el sillón, el PC, con la misma fascinación que el Conde de Montecristo debe haber visto su celda por primera vez. Claro que necesito plata ¿pero y si me acostumbro?, el hombre es animal de costumbres, se adapta a cualquier cosa, especialmente a las que le dan seguridad. Si supiera que me van a botar en cuatro o hasta seis meses me metería encantado.
Estaba releyendo el libro "Testimonios" de Victoria Ocampo, millonaria y gran intelectual argentina. Resulta que ella invitó a su país al barón Von Keyserling, que pasó un mes y escribió las Meditaciones Sudamericanas, libro que no dejó títere con cabeza. Bueno, cuenta Victoria Ocampo que a partir de dos anécdotas que le contó a Keyserling esté elaboró su "teoría de la gana". Las anécdotas son interesantes aunque las conclusiones de Kieserling fueron en extremo estúpidas. Bueno, los cuentos son los siguientes:
Historia 1: "Le conté que mi hermana Silvina, en el golf de Villa Allende, vió a un chico pobremente vestido e incluso descalzo. Le propuso que llevara sus palos de golf y le ofreció más de lo que normalmente se paga. El chico se negó, mi hermana insistió y le ofreció más dinero, sin resultado. Por fin le preguntó: "Pero ¿por qué no querés?" "Porque no me da la gana" contestó.
Historia 2: Mi madre recorría un día la estancia de Córdoba. Llegó hasta un puesto donde vió muchas gallinas y le prguntó a la persona que estaba sentada junto a la entrada del rancho: ¿Me vendería una de sus gallinas, doña fulana?" enseguida le contestaron: "Si señora, Pero, ¿quien las pilla?"
Bueno, lo que he contado respecto a mis "ofertas" de trabajo, la tonta teoría de la gana de Keyserling y las anécdotas de Victoria Ocampo están todas relacionadas, también hay relación con toda esa mitomanía del chileno flojo. Mucha gente no entiende como hay personas que -incluso cuando no tienen plata- hacen el ejercicio costo/beneficio y dudan o derechamente rechazan hacer algo que no les da la gana o que no les convence.
En una sociedad embrutecida por la ambición, los compromisos y las crecientes necesidades artificiales es mal visto que existan personas que no estén dispuestas a hacer algo a cambio de dinero. Existe toda una ideológía que identifica el bien social con las personas trabajadoras y sacrificadas.
Yo no creo que existan las injusticias sociales, cada quien decide cuanto está dispuesto a sacrificar a cambio de bienestar material y los que viven quejándose de la sociedad injusta son -a mi modo de ver- unos pobres diablos. Pero tampoco glorifico el trabajo y la riqueza como algo que se deba conseguir a costa de cualquier sacrificio. Si alguien sacrifica su vida para tener plata o seguridad, allá el, es su asunto, pero que no se enoje cuando se encuentre con alguien un poquíto menos estúpido, capaz de hacer el cálculo costo/beneficio y aceptar las consecuencias.