El fraude electoral

 Oh tiempos, oh costumbres
Durante el segundo gobierno de Bachelet vimos caer muchas tradiciones que nos parecían intocables. Por ejemplo yo jamás pensé que el Servicio de Impuestos Internos se iba a usar para perseguir a políticos de oposición y para proteger a funcionarios del gobierno por las mismas acciones, ni que la presidente podría haber recibido una coima cuando fue candidata mientras un jefe de la policía quemó las pruebas, lo reconoció y a nadie le pasó absolutamente nada, o que la presidente no pueda mostrar el título de la profesión que se atribuye.

Cosas que no pasan en Chile
Mucho menos que gran parte del alto mando de Carabineros estaría involucrado en una multimillonaria estafa y el general director, con el pretexto de "dar la cara" seguiría en su puesto, como si nada hubiese pasado, sobre todo cuando la estafa se produjo mientras él era director de Dipolcar, el organismo encargado de detectar los delitos internos. De verdad yo creía que "en Chile no pasan esas cosas".

Pero todo eso y más puede pasar en Chile, cuando llegan delincuentes a altos cargos del poder político. Lo estamos viendo desde hace cuatro años. La seguidilla de escándalos ha sido tan larga que la gente está más o menos anestesiada.

Narcosocialismo
Los vínculos estrechos de personeros del Partido Socialista con un cartel del narcotráfico en la comuna de San Ramón en Santiago, donde el alcalde ha sido apadrinado en su carrera política por el actual senador Insulza, recién electo acá en Arica y el presidente del partido registra en su licencia de conducir de esas comuna el domicilio de una familia investigada por narcotráfico y varios otros delitos ya no llama mucho la atención de las personas, lo ven casi como un asunto normal, tal como que el candidato Guillier consiguió en esa comuna, en tiempo record, las firmas que le faltaban para ser candidato. No recuerdo ni he leído en la historia política, que es un tema que me gusta mucho, ese nivel de relación entre autoridades y delincuentes, creo que es algo completamente nuevo que la gente todavía no se da cuenta o tal vez ni les importa.

La cultura de la aceptación
Cosas que pocos años atrás habrían causado tremendo escándalo hoy no llaman la atención de nadie, porque los que votan empezaron a aceptar que las autoridades pueden y tienen que ser deshonestos. Aceptado esto, pasaron a considerar normal que puedan ser coimeros, estafadores y hasta asociarse con delincuentes comunes. Hay que recordar que los carteles de droga de Santiago no solo compran y venden de la buena, también están involucrados en el robo y clonación de vehículos, asaltos, guerras entre pandillas a balazos en plena calle y toda clase de delitos violentos. Si fuesen solo traficantes a mi no me preocuparía nada, pero el giro que tienen es mucho más amplio.

Mantenerse en el poder comos sea
Cuando un grupo cualquiera llega al poder, su primera preocupación es mantenerse en él y para esto requieren de ganar en sucesivas elecciones. Siempre han habido triquiñuelas de intervención para mantenerse o sacar ventaja, pero la limpieza de las elecciones solía ser un asunto intocable en Chile, la primera vez que escuché acusaciones de fraude electoral fue en las últimas elecciones del gobierno de Allende, donde la Unidad Popular de manera inexplicable y en medio de una enorme crisis, se las arregló para subir su votación cuando el país estába en su nivel de máxima polarización. En todo caso esa vez fueron solo reclamos y el asunto nunca llegó a investigarse.

La posibilidad de hacer fraude en las elecciones, fue un tabú hasta 1973 y continuó de la misma manera después del retorno de la democracia, en 1990. Además el sistema no daba cabida para el fraude porque existía un registro electoral administrado por el Servicio Electoral completamente independiente y que gozaba del respeto y la confianza de todos, pese a que hasta 1973 su director era el humorista y abogado Andrés Rillón, el servicio era considerado como una de las instituciones más serias del estado. Un padrón electoral limpio junto con el conteo público, descentralizado y manual de los votos alejaba toda duda de la limpieza de los procesos.

El remedio resultó peor que la enfermedad
Todo cambió cuando los políticos, preocupados por el alto porcentaje de abstenciones, pensaron que la solución era modificar el sistema. Antes las personas se inscribían voluntariamente en el Registro Electoral, pero después de inscribirse adquirían la obligación de votar. Con la modificación se eliminó el antiguo padrón electoral y se pidió al Servicio de Registro Civil e Identificaciones que confeccionara para el Servicio Electoral un listado de todos los chilenos mayores de 18 años habilitados para votar, quienes conformarían un nuevo padrón, esta vez con inscripción obligatoria (automática) y voto voluntario.

La introducción de un servicio subordinado al estado como es el Registro Civil abre toda clase de brechas. Aqui comenzó el desastre, porque el Registro Civil no tiene forma de mantener un registro actualizado de los domicilios de las personas, de manera que se puedan asignar de manera eficiente a lugares de votación cercanos, entonces han movido masas de votantes incluso a otras ciudades, de esta manera completaente discrecional, se puede inhabilitar votantes por el simple expediente de asignarlos a lugares donde no pueden ir a votar físicamente.

Un segundo problema es que nunca ha podido "depurar" el padrón de personas que están muertas o legalmente impedidas y que sin embargo siguen apareciendo con derecho a voto. En las últimas elecciones apareció el músico Claudio Arrau, que murió a principios de los 90 y todavía estaba en los libros con derecho a votar ¿cuantos muertos hoy tienen derecho a voto en Chile? Nadie lo sabe, pero en cada elección aparecen estos casos.

La obligación de desconfiar
La única manera de garantizar elecciones limpias es que los votantes mantengamos una desconfianza permanente en la limpieza de los procesos, absolutamente nada debe ser dejado a la confianza, cada denuncia debe ser rápida y cuidadosamente investigada y si se sorprende fraude el castigo debe ser draconiano. Nada de eso promueve el gobierno de Bachelet, como era de esperar, cuando aparecen dudas y críticas lo primero que hacen es poner el grito en el cielo y acusar de "irresponsabilidad cívica" o en palabras de la vocera de gobierno “No es posible, no se acepta que hagan este tipo de acusaciones al voleo, sin la debida responsabilidad ni el fundamento de estos dichos (...) con la democracia no se juega”. Bueno, ese es precisamente el lenguaje y la actitud que usan los delincuentes cuando se ven acorralados se llama "hacer una cuatica" en la jerga criminal.

La verdad es que cada denuncia debe ser agradecida e investigada enseguida, en estas cosas no corre la presunción de inocencia, por el contarrio, debemos presumir que los funcionarios harán todo lo posible por hacer trampas, esa desconfianza fundamental es la única manera que conservemos limpios nuestros procesos. La seguridad siempre se construye desde la desconfianza, porque en la confianza está el peligro.

El fraude más sofisticado
Con el actual sistema electoral se pueden hacer fraudes a pequeña escala, que podrían resultar desequilibrantes en caso de elecciones muy apretadas, pero Maduro y Lula da Silva descubrieron una herramienta mucho más eficiente, que es el conteo electrónico del los votos que no pasar por escrutinio público, abierto y completamente descentralizado como ocurre en Chile. Se trata del voto electrónico, el método de fraude más sofisticado que existe en la actualidad, donde todo el proceso queda sujeto a la confianza ciega en los técnicos que quedan a cargo del conteo.

El año 2014 yo escribí la entrada Voto Electrónico y Reelección Infinita, donde explicaba como habían implementado este fraude. Incluso en esa entrada muestro que Mahmud Aleuy, actual subsecretario del interior, escribió hace años un artículo defendiendo la implementación del voto electrónico, lo que resulta una amenaza escalofriante para el futuro del país.

Incluso con santos y ascetas
Si tuviésemos un gobierno con puros santos y ascetas, hombres probos, consagrados al bien de los demás sin mirar el propio, incluso entonces debemos desconfiar de la limpieza de los procedimientos, siempre debemos desconfiar, por principio. Ahora si los que tienen el poder han mostrado ser  un montón de corruptos e hipócritas sin escrúpulos, nuestro motivo para desconfiar tiene que aumentar exponencialmente. Es cuestión de sentido común nomas.

P.D. el muchacho de la foto se etaba llevando una urna llena de votos en presencia de todos y sin que la presidenta de mesa ni los vocales dijesen nada, la periodista lo encaró y le preguntó que estaba haciendo, el tipo contestó "es que tengo que dejar la droga", no se volvió a saber del sujeto. Lo que me sorprendió fue el comentario de otro periodista que dijo "¿que se escandalizan tanto si solo movió de lugar la urna?" pocos años atrás se lo habrían llevado preso. Oh tiempos, oh costumbres.