Estoy leyendo un entretenido ensayo que se llama "Teoría de la Clase Ociosa", escrito por Thorstein Veblen en 1899. Este señor separa a las sociedades en dos clases, una que podríamos calificar como la clase de los trabajadores y la otra que es la clase ociosa. Los trabajadores según el autor, serían aquellos que se dedican a actividades rutinarias, productivas, dirigidas a proveerse el sustento como agricultores, comerciantes, zapateros, es decir en la "industria".
Sobre ellos, a medida que las sociedades se van haciendo más complejas, aparece una clase ociosa, dedicada no ya a los trabajos rutinarios sino a las "hazañas". En las sociedades calificadas como bárbaras -por ejemplo las del feudalismo- la clase ociosa se compone principalmente de militares y sacerdotes, de esas categorías surgen las ocupaciones secundarias típicas de la clase ociosa como la política y el gobierno. Así, en las sociedades bárbaras, el ocio del guerrero o cazador es honorable, mientras el trabajo productivo es aburrido. Los de la clase ociosa no pagan impuestos y en general no necesitan trabajar regularmente para ganarse la vida, antes bien, son mantenidos con los tributos que paga la clase trabajadora.
"Con esta apreciación que hace el sentido común bárbaro de la dignidad o el honor, disponer de las vidas -matar competidores formidables, sean brutos o seres humanos - es honorable en el mayor grado. Y este alto oficio del autor de la matanza, expresión de la prepotencia del matador, arroja sobre todo acto de matanza y sobre todos los instrumentos y accesorios del mismo una aureola mágica de dignidad. Las armas son honorables y su uso, aunque sea para perseguir a las criaturas más miserables de los campos, se convierte en un empleo honorífico. Paralelamente la ocupación industrial pasa a ser odiosa y, en la apreciación común, el manejo de herramientas y útiles industriales resulta inferior a la dignidad de los hombres cabales. El trabajo se hace tedioso"
La clase ociosa surge, según el autor, junto con la propiedad privada. Dice que esta distinción entre héroes y trabajadores, nobles y villanos, que es el germen de la aristocracia, comienza con la división del trabajo entre hombres y mujeres, cuando el hombre salía a cazar o a la guerra mientras la mujer se quedaba a cargo de la casa, la crianza y su mantención cultivando la tierra. La clase ociosa crea formas de vida depredadoras, mientras la clase trabajadora desarrolla formas más pacíficas y basadas en acuerdos, particularmente en comercio.
En el ensayo se afirma que el móvil de la acumulación de riquezas es la ostentación "La posesión de la riqueza confiere honor; es una distinción valorativa (invidious distinction) (...) Con el desarrollo de la industria establecida, la posesión de riqueza gana, pues, en importancia y efectividad relativas, como base consuetudinaria de reputación y estima. No es que deje de concederse esa estima sobre la base de otras pruebas más directas de proezas, ni que la agresión depredadora o bélica afortunada deje de suscitar la aprobación y la admiración de la multitud, ni de provocar la envidia de los competidores menos afortunados; lo que ocurre, es que se hacen menores el alcance y frecuencia de las oportunidades de conseguir distinguirse por medio de esta manifestación directa de una fuerza superior".
El autor dedica buena parte de las 233 páginas del ensayo hablado del "consumo ostensible" es decir la necesidad de ostentar, derrochar aparatosamente como consecuencia de la posesión de bienes, así explica la necesidad del lujo por parte del "caballero ocioso", diciendo que la necesidad de ostentar lujos irracionales es un componente importante del prestigio de las personas. Menciona el potlach "una ceremonia practicada por los kwakiutl con la que un hombre trata de adquirir nombradía haciendo grandes dádivas, que la costumbre obliga a devolver duplicadas en fecha posterior, so pena de perder prestigio. A veces toma la forma de fiesta en la que un hombre trata de superar a sus rivales; en ocasiones se llega a la destrucción deliberada de propiedad (mantas, canoas, bandejas de cobre)"
En fin, yo que desprecio la ostentación, tanto en mi como en los demás y la considero un signo de debilidad de carácter, encontré muy interesante el ensayo, aunque mal escrito, bastante largo, reiterativo y -para mi gusto- pobremente redactado, pero que diablos, eso es un defecto común de casi todos los ensayos. Me llamó mucho la atención porque relaciona algo que yo desprecio, la ostentación y el lujo, con algo que yo aprecio por sobre todo: el ocio. Estaría como para releerlo si no fuera tan mal redactado, es una lástima pero creo que no aguantaría una relectura.
P.D. Thorstein Veblen tuvo una vida plagada de escándalos, varias universidades norteamericanas donde enseñó lo echaron porque se acostaba con sus alumnas y con otras profesoras, sus ideas eran de una especie de socialismo tecnocrático que nunca encontró muchos seguidores, pero su ensayo sobre la clase ociosa le trajo bastante fama. Un badass de bolsillo.
Tiempo libre para hacer lo que se desea... Que delicia antes y extraño sabe en cuarenta.
ResponderBorrarAnatole France, en la "Isla de los Pinguinos", remeda el momento en que los pingüinos se hacen agricultores, uno de ellos salta un par de surcos, le da un palazo en la cabeza al vecino y grita "tu campo es mío!". San Mael, el atolondrado monje que obligó al Cielo a humanizar a los pingüinos - porque por ser miope los confundió con gente y los bautizó, dándoles alma inmortal, y el Cielo debió elegir entre enviarlos todos al Infierno o hacerlos hombres - se puso a llorar por el crimen pero su ayudante - en realidad el Diablo disfrazado de cura - celebró "la invención de la Propiedad, base de toda Civilización" y bendijo al asesino, que se convirtió en el primer Noble y fundador de Casa real de la Pingüinia.
ResponderBorrarAh, esos literatos socialistas del Novecento eran unas plumas de ingenio. Anatole France es un genio. Ya sabe "La propiedad es un crimen"
Veblen al menos aplicó la teoría a las esposas de otros economistas, por lo cual lo invitaban a dar conferencias pero no a cenar en sus casas.
No creía, como había tonteado Marx, que la clase obrera iba a asumir ningún liderazgo, pero se lo otorgaba a los ingenieros, una clase de tecnócratas que terminarían administrando la sociedad por su pericia técnica más que nada.
ResponderBorrarEstimado Tomás,
Buenos días a todos:
Un templo del ocio bien administrado es un lugar tan sustancioso como una panadería, porque la ociosidad bien aprovechada es una función admirable, algo así como caminar sobre la cuerda floja.
La conquista de un ocio bien llevado es toda una gracia, pues no es fácil que un hombre se entretenga consigo mismo o hablando la mayor parte de su tiempo con la naturaleza o con los muertos.
La buena gestión del ocio es más que un simple oficio y se parece más bien a un arte.
El ejecutivo del ocio es poco lo que envidia. Está lejos de ser de un tipo molesto, así como tampoco es presa fácil del importuno. El ocioso piensa como quiere, no como le conviene. Cualquier verdad es bienvenida, porque ninguna en particular necesita para su provecho. El ejecutivo del ocio estima o desprecia con desinterés y representa a una especie de buda, uno que además puede convertirse en espectador y en árbitro imparcial.
El ocio, en sí mismo, no hace feliz a cualquiera, porque es preciso tener talento y vocación para manejarlo. Se puede comprar ocio con el mismo tipo de plata con que se compra un helicóptero, pero para pilotear el ocio de manera conducente se necesita un cierto tipo de dotes que no tienen precio, por la sencilla razón de que no se venden.
Comprar un helicóptero sin aptitud frente a los mandos puede convertirse en una adquisición fatal. Asimismo, el ocio, si no va acompañado de estudio, contemplación, sensatez, talento - entre otros compinches - puede convertirse en algo nocivo y hasta en una caída letal.
Para ser un ocioso diligente se requiere de una curiosidad voraz, y de una paciencia inalterable. El ejecutivo del ocio se paga a sí mismo porque su motivación es intrínseca.
La ociosidad no consiste en no hacer nada, sino en hacer una lista de cosas que no están reconocidas en la agenda convencional.
En fin, es cuanto puedo ofrendar con mucho gusto en este templo.
Saludos cordiales.
Me acordé de una película alemana que recrea la vida de los personajes mitológicos, en que el héroe Sigfrido es un herrero que sirve a un señor. Hay un diálogo en que el señor feudal o hijo del señor dice que se aburre y que le gustaría trabajar. Le tiene prohibido.
ResponderBorrarCuriosamente la idea de la ostentación en el ocio puede apreciarse bastante en la industria del gaming actual, donde los mejores equipos son carísimos, prácticamente para millonarios. Incluso dentro de un juego tener ciertas cosas exclusivas da un estatus del cual presumir. Es interesante que un escrito tan antiguo retrate tan bien un fenómeno tan actual.
ResponderBorrarLos aristócratas rusos, bebiendo una vez y tirando los vasos al fuego para que nunca jamás sirvan a otro, un desperdicio calculado para ostentar.
ResponderBorrarAnay, exactamente, es una delicia.
ResponderBorrarUlschmidt, buen dato, voy a buscar la Isla de los pinguinos. De Anatole France apenas he leído un par de ensayos del El Genio Latino, nolos recuerdo bien, debe ser mi aversión hacia lo francés lo que me impide disfrutarlo, el apellido "France" ya me causa un poco de rechazo jaja.
Gran idea de Veblen, los ingenieros deberían ser los dictadores del mundo, para eso el Dr. Nervio debe construir su Rayo de la Muerte primero, para sojuzgarlos a todos.
Enrique, "quien habla solo espera/hablar con Dios un día" no debe ser tan malo hablar solo, nadie nos contradice. El ocio es grandioso mientras tenemos el estómago más o menos lleno, después empieza a complicarse un poco. Ah, y un ocio mal llevado nos lleva derecho al spleen.
Javier, en "El Orgasmógrao" de Serna (gentileza de Wilson) aparece un buen cuento sobre un cómico de TV al que su jefe le da vacaciones muy bien pagadas durante años, al final eso termina arruinando su vida, cuando está por moririse se encuentra en el hospital con el jefe -que estaba en las mismas- y le pregunta !¿por qué nunca me diste un trabajo?" y el tipo le contesta "porque quería vengarme, que te sintieras como yo, siempre he envidiado a los que trabajan"
Frx, en casi todos los campos hay un nicho para el lujo y la ostentación, el libro ue comentamos es un poco tirado de las mechas, pero dice unas cuantas verdades, es un buen ensayo, lástia que no lo haya redactado mejor, podría haber sido un clásico.
Anónimo, claro, y los griegos tipo Onnasis que quiebran los platos. La ceremonia del "potlach" que describe Veblen era más o menos así: se juntaban a una fiesta y al final hacían una gran hoguera, donde los indios iban tirando cosas útiles y valiosas, los que destruían los bienes más valiosos eran los más respetados y admirados. Es como la esencia del derroche
No me acuerdo si era The Who o The Doors, pero una de esas bandas rompía sus instrumentos al final del concierto.
ResponderBorrarLeí al antropólogo Marvin Harris sobre el potlach, que lo estudió bastante. Es una acción política, el inicio de un populismo tribal - el individuo que regala cosas concita lealtades. La misma gente que lo rodea le regala y tributa cosas, a menudo cosas que le sobran o que abundan en esa época del año, el tipo acumula y canjea y en determinada época "regala". Es como un Fondo Tribal administrado por un cacique, con otra excusa o justificativo. Cuando destruyen cosas, Harris sospecha que es cuando son más ahorrativos y no lo contrario. No hay un stock tan grande como para hace regalos significativos a todo el mundo pero siempre se puede alardear contra otro Jefe: el quema tres mantas, yo quemo cuatro mantas y aplasto una olla de cobra - y nos evitamos repartir 30 mantas entre los concurrentes. Las guerras, sobre todo las pequeñas contra enemigos ignotos y lejanos, las campañas moralizadoras o la carrera por quién llega a la Luna antes o quién hace la Pirámide más alta, culturas más sofisticadas también hacen eso.
ResponderBorrarEn el fondo es un sucedaneo de la vieja disputa de quien la tiene mas grande :-)
ResponderBorrarWilson, si las cápsulas espaciales no fueran montadas en un evidente símbolo fálico, acaso hubiera habido carrera espacial y habríamos llegado a la Luna? Imagínese que la tecnología hubiera agarrado para el lado de los platos voladores... quizás no habríamos llegado ni a la estratósfera !
ResponderBorrarFrx, yo recuerdo que Jimmy HEndrix quemó una guitarra en el festival de no se donde, el alemán me tiene con mala memoria
ResponderBorrarUlschmidt, Wilson, creo que el derroche ostentoso "quemar la plata" va más allá de una simple competencia. Recuerdo un amigo gran derrochador, ya muerto, que cuando trabajaba en Buenos Aires tomaba el avión el domigo a Santiago para ir a ver jugar al Colo-Colo y luego se devolvía. Otra vez estando en Lima hicieron una fiesta para el 18 de septiembre (fiestas patrias chilenas) alguien comentó que había de todo, menos chicha. Este amigo dijo "ya vengo" tomó el avión a Arica, le dij a su hijo que comparra dos garrafas de chicha y se las llevara al aropuerto, luego se devolvió en el mismo avión a Lima, llego algo tarde, justo cuando todos andaban con sed.
Es el amigo con el que tuve la inolvidable aventura con "la Estela Raval Chilena" https://bradanovic.blogspot.com/2005/12/la-estela-raval-chilena.html
Yo creo que el verdadero derrochador, no lo hace para presumir ni impresionar a los demás (bueno, debe haber un poco de eso) pero principalmente para mostrar su desprecio por la plata y las cosas materiales
Hay cosas así. Un tipo que yo conozco, de bastante plata pero de no tirar un centavo y de cuidar cada gasto, hizo reabrir la sucesión de su padre cuando se dio cuenta que no habían traspasado la marca de ganado.
ResponderBorrarLa marca de ganado es un hierro, con un dibujo, que se calienta y con el que suele o solía quemar el lomo de las vacas para identificar al propietario.
Es un "título" o patente o registro de marca, y si lo quieres pasar de fallecido a sucesores tienes que hacer la sucesión judicial como si fuera el título de una casa.
Ahora bien, como eso es caro y engorroso, la mayoría hace un dibujo nuevo - que puede ser muy pero muy parecido - y registra marca nueva.
Pero este tipo no. Como no era Conde ni Barón, ni tenía escudo de guerra ni heráldica, se aferró a la marca de hierro de las vacas de su papá como título nobiliario y gastó en eso lo que no gastaba en su casa. Hay gustos para todo. Uls
jaja Notable! Me inspiró esa historia. Ya que no tengo derecho a ostentar ningún escudo de armas, voy a mandar hacer un hierro y como no tengo vacas, marcaré a Von Beppy y al otro perro chico, Me parece que es plata bien gastada, hasta podría convencer al resto de la familia para marcarlos también, mal que mal tiene un tufillo de nobleza, claro que no se si les entusiasmará la idea
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