Cuando leía el Readers
Cuando yo era chico, desde que llegaba del colegio a la casa de mi hermana, me sentaba en la puerta del patio a leer las Selecciones del Readers, de las que era adicto. Mi cuñado había comprado una gran colección en la feria de las pulgas y yo -completamente enviciado- había decidido leerlas todas. Era mi gran pasatiempo.
Dicen que uno embellece los recuerdos y probablemente esa época no fue tan linda, puede ser, pero me encantaría transmitir un poco del cariño maravilloso que siento por esos años, me acuerdo de todo, tal como si fuera hoy.
Bueno, como de costumbre me puse a divagar, a los viejitos nos pasa eso a cada rato: partimos hablando de peras, nos vamos por las ramas del recuerdo y terminamos con naranjas. Lo que quería contarles es sobre uno de los artículos que leí en el Readers y marcó mi vida de dos maneras diferentes y en épocas muy distintas. Hubo muchas lecturas de esa revista que me influenciaron, pero esta debe ser la más divertida.
¿Cada cuanto tiempo se cambia la hoja de afeitar?
Recuerdo perfectamente el artículo, escrito por un oficinista que cuando le empezó a ir mal, decidió usar una hoja de afeitar nueva cada día.
Hoy no es importante, pero cuando yo era chico casi nadie usaba afeitadoras eléctricas y existía controversia sobre cuantas veces uno se podía afeitar usando la misma hoja. En los sesentas parecía haber consenso que una hoja de afeitar de doble filo alcanzaba para tres afeitadas antes que comenzara a doler. Algunos las usaban hasta el doble o más, pero lo habitual era tirarlas después de la tercera o cuarta afeitada.
Usar una hoja nueva cada día suponía más gasto, pero el tipo de la historia contaba que este pequeño derroche diario también lo motivaba a trabajar mejor, tratar de ser más productivo y todo eso, en fin, le había cambiado la vida y así había llegado a ser gerente en su compañía.
Cuando leí esa historia me impresionó mucho, no estaba en edad de afeitarme todavía pero pensé que hacer un pequeño derroche cada día no me iba a llevar a la ruina pero si me podía motivar, porque en esos años ya era muy flojo igual que ahora. Así es que decidí que en el futuro, cuando me afeitara, haría lo mismo, derrocharía un poco botando una hoja cada día, eso me motivaría y me convertiría en un tipo trabajador y de empuje.
Cuando me salió barba y necesité afeitarme me acordé de esa historia, y durante un corto tiempo estuve usando una hoja cada día. Como no tenía donde caerme muerto, floreció mi natural tacañería y seguía igual de flojo a pesar del derroche diario, dejé el maldito asunto, pero al menos compré la historia por algún tiempo.
Pasaron muchos años y yo guardé ese ejemplar de Selecciones, llevándolo de Santiago a Arica, después a Chiloé y de vuelta a Arica hasta que se me perdió hace algunos años. Siempre releía el artículo y pensaba que era buena idea tener un pequeño vicio caro o un derroche para motivarse a ganar plata, en base a esa misma idea empecé a fumar puros de vez en cuando.
Bueno, no hace muchos años se me ocurrió buscar con San Google el nombre del autor de ese artículo (por desgracia ya no lo tengo) y me llevé la sorpresa que era ¡el gerente de marketing de Gillete en esos años! Un tipo famoso por su habilidad con el mercadeo. Y pensar que le compré el cuento durante décadas.
En esa misma época en que se escribió el artículo, había aparecido la compañía Shick con un producto increíble: su nueva hoja de afeitar de doble filo prometía durar 15 afeitadas ¡y más! Esto fue un duro golpe para Gillete que eran los líderes absolutos del mercado, pero entre tres y quince, mucha gente pensó que no había donde perderse. Seguramente a la gente de Gillete se le ocurrió publicar esa historia y yo debo haber sido uno de los millones que picamos con el asunto.
Bueno, ahora lo veo con humor y me río de la tontera, pero cuando leí quien era el autor que me había convencido a derrochar mi plata, no me hizo maldita gracia. En cualquier caso ahora que recorde este asunto me di cuenta que el artículo me sigue enseñando cosas, esta vez me enseñó el poder que puede tener una historia emotiva, bien contada para influir en giles como yo.
Muy Buena tu historia, Tomás. El marketing basado en el cuento siempre funciona y renta hasta que llega otro con un cuento mejor. Lo de las hojas de afeitar, me recordaste el tiempo que viví con mis abuelos y la pelea por la máquina de afeitar. mi abuelo usaba precisamente de esas hojas y yo las usaba para recortar láminas o papel para manualidades. incluso las que se enojaban eran mi mamá y mi abuela porque le sacaba las hojas a mi abuelo, en realidad usaba las que el mismo desechaba para que las usara en mis tareas de tecnico manual. ¡Servían hasta para pelar cables!
ResponderBorrarAhora solo uso las Schick de 3 filos y me duran con suerte hasta 6 o 7 afeitadas antes de que comiencen a irritarme o a costarme más la afeitada.
Analizando el relato, en aquellos tiempos, la imagen aún pesaba, el cuidado personal era (y sigue siendo) más importante y eso incluso atraía a las chicas. esa "necesidad de verse bien" la explotó bien la publicidad de aquel entonces y varios nos tragamos ese cuento. (XD)
Eso se me pasó la sensación de sentirse "perfectamente afeitado", con una gillete recién salida del paquete también daba una especie de seguridad psicológica. Ahora está de moda andar sin afeitarse, incluso los que tenemos barba rala lo hacemmos.
ResponderBorrarAntes yo me afeitaba todos los días, hoy solo cuando salgo (o sea casi nunca) y cuando empieza a molestarme para comer sopa o spagetti, o algo así. ¡Oh tiempos, oh costumbres!
¡Además que con la mascarilla nadie se da cuenta! Yo voy a salir más rato y no pienso afeitarme.
ResponderBorrarCreo que afeitarse bien todos los días era una buena costumbre, especialmente cuando uno se va poniendo viejo y tiende a ser más sucio y descuidado
yo cada cierto tiempo me arreglo la barba (me dejo un "candado" a lo Tony Stark) pero despues y con la lata, me dejo crecer la barba hasta parecer árabe o contratista militar. hasta que me da la idea de afeitarme otra vez la cara completa.
ResponderBorrarYo uso dos o tres de esas de doble o triple filo. Van pasando adelante en el tandem en la medida que se desgastan: con la màs desgastada se hace un desbaste "grueso" y ràpido que duele algo pero rebaja el largo del pelo. Un intermedio idem y la hoja más nueva hace la afeitada al ras. Esto porque no me afeito tan seguido y siempre me agarra con la barba crecida.
ResponderBorrarNo se si esto trae algún ahorro, pero siempre tiendo a complicar lo simple y a simplificar lo complicado. Uls
José, a mi no me da para dejarme barba, si salgo a la calle después de un tiempo sin afeitarme me recogen y me mandan a un refugio del Hogar de Cristo o del Ejército de Salvación, estoy frito.
ResponderBorrarUlschmist, mi avaricia me impide usar hojas así es que me afeito con una phillipshave eléctrica, excepto en dos casos: 1) cuando tengo tan crecida que los tirones duelen como el diablo o 2) cuando tengo alguna reunión importante, presentación o trato de impresionar bien a alguien, entonces me afeito con la eléctrica y después con gillette (tengo de esas máquinas antiguas, hojas de doble filo, hisopo, crema y todo eso), eso afirma un poco mi debilitado ego jaja.
Uso barba desde pendex, cuando en la U algunos viejujos se inquietaban, pues aun no se usaba, (64-65) y de pronto se puso de moda y casi termino por ser el uniforme de universitario, hasta el 73 donde fue "buena idea" afeitarla,o conservarla muy pulcra. Con los años he llegado a usar barba de dos dias, lo que permite pasar la maquina electrica dos veces por semana, mas que eso me daria una lata infinita.
ResponderBorrarEstoy 90 % seguro que me deje barba por precisas intrucciones de la polola, como corresponde a esta cultura patriarcal, cisgenero y misogena :-)
Me afeito rigurosamente todos los días. Es como la ducha para mi. Uso prestobarba, excepto para San Juan, que en recuerdo de mi querido Tata, uso su maquina de afeitar de esas antiguas con hojas Gillette y su viejo hisopo. Eso y su paraguas que me dejó expresamente son un tesoro para mi.
ResponderBorrarAh, y él tenía también la colección del Rider. Era un gozo ir a su casa y ponerme a leer eso. Recuerdo la sección “La risa remedio infalible”
BorrarComo era? Todo tiempo pasado fue anterior. Jajaja.
Creo que todos hemos caído en más de un cuento chino en la vida, sobretodo de niños. El tema son los que aun viejos siguen creyendo en cuentos evidentemente infantiles.
ResponderBorrarWilson, como a mi no me sale barba, de puro resentido escribí sobre la vanidad de la barba;
ResponderBorrar"Vanidad de la barba: un hombre se deja crecer barba por una de tres razones; porque quiere parecer un rudo leñador (especialmente si es debilucho), porque quiere parecer intelectual (si en su fuero interno se reconoce limitado) o simplemente porque necesita esconder una cara extremadamente fea (Abe Lincoln) o simplemente sosa o grosera (Nelso Avila)
https://bradanovic.cl/vanidad/vanidad.html
Recuerdo que a Farah no le hizo maldita gracia jaja.
Marcelo, afeitarse todos los días ayuda a andar pulcro y aseado, sobre todo a combatir la decadencia, cuando a uno le empieza a importar un pepino como se ve. Yo también debería hacerlo pero la decadencia me va ganando, poco a poco.. Temo que cuando grande seré un viejo cochino y descuidado, en verdad ya soy un poco así jaja- Ah, la "sección de libros, extraordinaria. Todo tiempo pasado fue anterior, ciertamente.
Frx, así es, nos cuentean a cada rato y como quieren ¡no hay salud!