¿Con qué pinta el pintor?

Resulta que se desarmó un viejo closet que cubría toda la pared y a medida que lo íbamos sacando empezó a aparecer todo el horror que había detrás y debajo, iba a sacar fotos de eso pero me dio cosa, mejor que no. ¿Qué hacer entonces? Para variar no  andaba con mucha plata y pensé que sería buena idea reparar y pintar las paredes con un galón de pintura que me había sobrado de la cocina. 

Total, ya había visto al chico Alfredo pintando la cocina y me pareció cosa fácil "demás lo hago yo mismo" le dije al coro de incrédulos, criticones, escépticos y burlescos que habitan esta casa "si, claro..." fue la respuesta entre risas burlonas frente a mi disparatada idea. 

Porque resulta que yo tengo dos manos izquierdas con puros dedos gordos, lo que toco se me cae y lo rompo y las veces que se me ha ocurrido pintar lo único que he conseguido ha sido pintarme a mi mismo, ensuciar y manchar por todas partes. Pero el que no se arriesga no cruza el río, así es que me saqué la camisa, me puse un pantalón de buzo viejo ¡y mános a la obra!

Claro que no se podía pintar así nomás, porque antes que arreglaran el baño que queda al lado, se había filtrado agua durante años y las paredes tenían más cráteres que la mismísima luna. Pero nada es imposible para un valiente como yo, también me había sobrado un galón de pasta de muro, y aunque nunca en mi vida había empastado, volví a decir "demás lo hago". 

Y así fue como empecé con el empaste, recordando lo que vi hacer al Alfredo, me puse yo mismo con una espátula a echar pasta de muro, como si estuviera cubriendo de merengue una torta. Al principio se veía muy sencillo porque recordé que el Alfredo decía que no tenía que quedar parejo, porque después se lijaba con el disco de circonio. Así es que vamos echando pasta nomás. ¡Y a medida que iba empastando aparecían más cráteres!

Lo peor fue cuando me encontré con un agujero enorme por donde pasaba la cañería de agua hacia el baño. En el futuro este dormitorio pasará a ser un sauna finlandes, pero por mientras soy pobre tenía que ver cómo rellenar el agujero porque con pura pasta de muro no se podía. Entonces se me ocurrió usar una vieja bolsa de compras para rellenar, ponerle malla y encima empastar. Esta fue mi solución 

En fin, me pasé toda la tarde echando la maldita pasta de muro. A propósito es increíblemente útil para hacer reparaciones, yo sabía que existía pero nunca la había usado antes, así es que seguí echando pasta con entusiasmo por todos lados, después me tocaría lijar con el disco de circonio

Pensé que había hecho lo más difícil, pero me equivocaba, lo peor era pintar. Yo soy sucio y descuidado así es que -como pasa siempre que tomo una brocha- lo primero que empecé a pintar fue a mi mismo y a chorreaar por el suelo, pese a que lo cubrí con papel de diarios. La maldita alfombra tiene más de 15 años y ya está en ruinas, fue mala idea colocar alfombra y pronto la tendré que cambiar por un recubrimiento más decente, pero eso es para cuando sea grande.

Después de pasar rabias toda la tarde por fin terminé la primera mano, quedó horrible y los miserables no tardaron en empezarme a criticar: que debi haber preparado mejor la superficie, que el color era muy oscuro y bla bla bla. Estuve a punto de mandar todo al diablo. 

Pero no, "Ruperto no se rinde" así es que sin esperar que se secara ataqué enseguida con la segunda mano. Cuando se secó la pintura quedó bastante mejor y los críticos de pacotilla tuvieron que reconocer hidalgamente que se habían equivocado, y aunque no había quedado perfecto, el asunto había mejorado bastante.

Como siempre ocurre en estas ocasiones, el más pintado fui yo mismo: el poco pelo que me queda, las cejas, la nariz y lo peor los pelos del brazo. La pintura se secó y al arrancarla dolía como si me estuvieran depilando. Recién ahi me acordé que tenía algo de aguarrás por ahi, esa fue mi salvación

El dormitorio es minúsculo, nunca ha sido una prioridad para mi como tampoco tener muebles, adornos ni nada de eso. Lo realmente importante es el baño, el resto como sea. Bueno, finalmente me pude sacar de encima toda la maldita pintura y estirarme en la cama para ver mi obra de arte terminada. Ahora entiendo lo que sintió Miguel Angel cuando terminó de dar el último brochazo a la Capilla Sixtina ¡lo hice! ¡lo hice! Puede parecerles una tontera pero para mi fue un trabajo titánico. Nunca más, nunca más. Para la próxima vez espero a tener plata y llamo a los que saben.