Para variar me puse a escribir un encargo, se me pasó la hora y me pilla un nuevo día sin haber escrito mi tontería diaria. Y mañana tendré la desagradable necesidad de levantarme temprano así es que tengo que poner algo rapidito nomás ¿de que escribo entonces?, ya sé, en la entrada anterior escribí de hambre así es que ahora voy a escribir de comida.
Cuando puedo me hago un tiempito para ver en la tele el programa "sin reservas" de Anthony Bourdain, lo encuentro muy simpático y justo ayer que lo ví le escuché una línea que me quedó dando vueltas, era algo así como "comer nos hace volver a la infancia".
Debe ser cierto porque hasta el día de hoy disfruto de algunos alimentos que eran platos de fiesta cuando yo era chico. Partiendo por los espaguettis con salsa de tomate, que son un plato que me gusta tanto, pero tanto, que le traspasé genéticamente el gusto al Tomás Jr. que también es un fanático de ese plato.
Cuando yo era chico mi mamá trabajaba y casi siempre almorzábamos un sandwich o una empanada en una fuente de soda que estaba en Copiapó con San Isidro, frente al trabajo. Pero los fines de semana se cocinaba en la casa y el plato de los domingos eran siempre tallerines con salsa, con diferentes aditivos según como estuviera el bolsillo. A veces también comíamos arroz graneado con salsa de tomates y algo, pero no era lo mismo.
Desde esos años los espaguettis han sido mi plato favorito y los he comido de todas las formas posibes. Cuando era gerente de la importadora de mi primo Horacio, en Zona Franca, arrendábamos una casa y cada vez que el pelado venía preparaba su especialidad: unos tallerines al horno con queso fundido y leche que quedaban espectaculares. En esos años llegué a pesar 89 kilos, era una bolita de grasa.
Varios años atrás vinieron Piera y Anna, dos amigas de Piazenza (Italia) que vieron mi página, me escribieron y yabadaba, en fin, la cosa es que las llevaba a comer donde don Floro, pero un día Anna estaba de cumpleaños y me dijo "vamos al restaurante más caro de Arica". Y nos fuimos al Maracuyá donde cada uno pidió un plato distinto de fettucinis y los compartimos como buenos italianos. Terminamos más doblados que un churro por las botellas de vino que tomamos, peor quedó Anna cuando recibió la cuenta.
Pero no solo de tallarines vive el hombre: la única comida decente que probé en Japón fue un Teriyaki en el restaurant del Hotel Imperial en Tokio, el resto la encontré francamente asquerosa partiendo por el suchi y todos sus derivados.
En Hong Kong mi amigo Brittany Choi, que era nuestro embarcador nos invitó a mi y a mi amigo Antonio a Food City a comer un banquete "a lo chino", no los conté pero fueron más de 10 platos para cada uno, empezamos a las 7 de la tarde y pasado la 1 AM todavía estábamos comiendo. Cada dos o tres platos pasaban unos carritos con postres y té.
Los chinos y Antonio se quedaban boquiabiertos y aplaudían mirándome comer. Al final de la comida, todos curados, Choi me hizo un discurso en chino y todos los que estaban en el restaurant se pusieron a aplaudir, me entregó una servilleta llena de esos garabatos de su escritura y no me quisieron decir que significaba. Cuando volví a Arica finalmente encontré un chino que me lo tradujo: era un diploma para el Paiqwat Won: el rey de las bolitas de chancho fritas. Debo haber comido unas 40 por parte baja.
Aunque no soy bueno para los ceviches, el mejor que he probado en mi vida lo preparó mi amigo el Franco Bertolone, estaba impresionante, bueno, por algo se pasó un año estudiando en el Cordon Bleu. Otra comida que me impresionó fue una guatia en la parcela del Doctor Aguirre para un 18 de septiembre, nunca había comido una tan bien hecha. Y eso que yo soy perito en guatias.
En Santiago recuerdo un soberbio paquete de pescado que me comí en El Canto del Agua, cuando el guatón Pavlovic todavía estaba vivo. Yo iba con un japones que le tenía mala y Pavlovic (el dueño del restaurant) se sentó en la mesa y empezó a molestar y molestar al pobre japones, no se como no le pegó pero estaba desesperado. Ahí me vengué de toda la mala onda que le tenía.
De las comilonas donde Pratti y en la parcela del pueblo no me puedo quejar, todo rico, tampoco voy a hablar de eso porque ya lo he puesto cientos de veces. Y mejor no sigo escribiendo de comidas porque me da hambre. Y eso que no sabía de que iba a escribir...
NULLA DIES SINE LINEA. Filosofía barata, historias, historietas, moralejas, chamullos, relatos absurdos, la vida de un vago, cosas de Arica, literatura, música, pornografía, política, física, cocina regional, minas, copete y cosas por el estilo. The awesome, absurd and often bored adventures of our Man of Mystery in Arica, from the trenches, in the Northern Front. Sacar a mil, sacar a mil. Streams of brilliance often spring from boredom. "Be yourself, but bigger"
05 junio 2007
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Hola Tomas!
ResponderBorrarLa comida es algo muy interesante porque es nuestro primer placer o premio, me refiero a cuando nacemos lo primero que hacemos es tomar la leche. Tambien es nuestra primera frustracion si no la tenemos. Al mismo tiempo nos "enamoramos" por primera vez a traves de esta experiencia al establecer un lazo intenso con la madre o quien sea el proveedor del alimento. La comida tambien nos hace sonreir y forma amistades a la mas temprana edad. En fin, con razon que por el resto de nuestras vidas, cada vez que abrimos nuestras bocas para comer, ya automaticamente estamos enviando senales de placer a nuestro cerebro, aun antes de probar la comida que vamos a consumir. En resumen, comer es uno de los placeres mas sensuales y remuneradores que existen.
Cheers!
Esastamente!
ResponderBorrarLarga vida al buen bitute (y para que hablar del buen copete)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarQuitipasa con las patitas de chancho! si son ricas en picante o en causeo, claro que las auténticas, no las que tu mente de cloaca pretende insinuar.
ResponderBorrarEn el campo se come harto y bueno porque la vida es más dura, para que hablar como se toma...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarTu adivinanza iba bien hasta el AWE.. de ahí en adelante se te chingó :-D
ResponderBorrarNo, solo trato de variar los temas, la farándula está por ahi, esperando su turno. A todo esto ni tengo idea que iré a escribir hoy...
Se nota que he estado harto tiempo fuera de Chile porque no entendi las referencias a "patitas de chancho" que hizo Fabiola en mi blog hasta ahora que llego aca :oD
ResponderBorrarCual sera el motivo historico por el que en Chile se ocupan partes como las patas de chancho o el cuero del chancho para crear un plato? Dudo que tengan mucha proteina o base alimenticia de ningun tipo (en una de esas estoy muy equivocada) Si alguien sabe la respuesta ... agradeceria la informacion.
Lilian la explicación es muy sencilla: la influencia francesa en la cocina chilena, tu sabes que en Francia se come absolutamente todo de los animales y de los viejos franceses de La Serena en el siglo pasado (los Martell, los Brulé, etc.) que se juntaban en los Clubes Radicales nos legaron la exquisita costumbre de los causeos, chunchules, guatitas, riñones, queso de cabeza, ¡cabeza de chancho!, etc, etc. etc. Todo eso que en USA solo se come en la zona de Georgia y otros estados del sur, mientras los gringos ignorantes y desabridos la llaman "comida de negros" ¡no saben lo que se pierden!
ResponderBorrarY efectivamente tienen pura grasa y poquísimo valor proteínico, pero como dice un lema de la haute cuisine "grasa es sabor".
ResponderBorrarPor eso no hay como unas papas gritas en grasa de ganso, la más grasosa de las grasas jaja