Como era la formación Técnica en 1974

Se va despejando el humo de las protestas estudiantiles y queda claro el perjuicio causado por los dirigentes de la Confech a los estudiantes, pero todavía hay más peligros.

Se está instalando a firme la idea que todos los jóvenes tienen "derecho" a estudiar en la universidad, ya no solo independiente de sus medios económicos sino también de su capacidad intelectual. Esa idea se venía incubando desde los años 60 con la demanda de "universidad para todos" y se acercó a la realidad cuando se abrieron nuevas universidades privadas.

El gobierno de Piñera, sin ideas ni visión del problema, quiere masificar todavía más la universidad, lo que tendrá efectos devastadores sobre la otra educación, de los técnicos, que no valdrá absolutamente nada ¿quien va a querer ser técnico donde los títulos de ingeniero se regalan?. Quiero contarles un poco como era la formación de técnicos cuando yo estudié en Inacap en 1974.

El régimen de estudios era de dos años con 8 horas cronológicas de clases cada día, entrábamos a las 8 de la mañana y teníamos clases hasta las 10, luego 15 minutos para tomar desayuno -gentileza del Reino de Bélgica, porque entonces éramos un país muy pobre- y volvíamos a clases a las 10:15 hasta las 12:15. Nos íbamos a almorzar a la casa y entrábamos a las 15:00 hasta las 17:00, 15 minutos para tomar dafé con leche y sandwich a costillas de Su Majestad y clases de 15:15 a 17:15, de lunes a viernes. Cada módulo de 2 horas seguidas era una asignatura. Un año de teoría y otro de laboratorios y talleres.

Estudiamos unas 1.300 horas cronológicas al año o sea 3.450 horas pedagógicas en total, que debe haber sido casi lo mismo que estudié para sacar ingeniería de ejecución, pero en 4 años. Teníamos eso si muchas menos asignaturas, más generales y con más horas que la ingeniería. Por ejemplo un solo curso de "matemáticas" partía desde cero y terminaba en cálculo diferencial e integral 1 y así, teníamos cursos muy genéricos como "electrónica" que tomaba muchos tópicos, "comunicaciones" y "control" que eran los únicos cursos de especialidad.

Es decir, estudiábamos más o menos las mismas horas que un ingeniero de ejecución pero en cursos mucho más específicos. Como todo lo académico era responsabilidad de la Universidad Federico Santa María, la nota mínima de aprobación era 60% para todos los ramos y el que reprobaba una asignatura perdía la carrera, para afuera.

Al terminar los dos años venían los profesores de Valparaíso a tomarnos un examen escrito y otro oral con única oportunidad y muy exigentes, si mal no recuerdo casi la mitad no aprobó alguno de esos exámenes y quedó solo como egresado.

Las condiciones de estudio eran muy especiales y desde el primer día nos aclaraban que no estábamos en la universidad sino en una escuela de técnicos, que los que nos hacían clases se llamaban "instructores" no profesores y que se acostumbraba el trato de "tu" entre alumnos y profesores. Era una situación muy extraña, que copiaba las costumbres del trabajo en vida real, la relación con los profesores era demasiado horizontal a veces, igual que en un trabajo, y los que no se daban cuenta y confiaban en eso al poco tiempo se veían afuera. Tuve la pena de ver a compañeros muy inteligentes irse por falta de tino.

En el casino de Inacap, no solo tomábamos desayuno y café a costillas de la Reina de Bélgica sino que además se vendía cerveza libremente y a los 19-20 años podíamos tomar toda la cerveza que aguantáramos después de clases. Cuando fue el examen oral con unos compañeros nos fuimos a tomas unas cervezas para relajar los nervios y eso -a mi por lo menos- casi me cuesta la carrera.

Si yo pensara en la mejor preparación que puede tener un técnico en el mundo, creo que se parecería mucho a la que yo recibí en Inacap en esos años. Además de electrónica aprendí mecánica de banco, torno, fresa, hojalatería, soldadura al arco y oxigeno. Gracias a eso el Pato Salinas, compañero de esos años, es hoy un famoso escultor. Instructores de esos años fueron modelo profesional y de vida para mí, como el inolvidable ingeniero Benigno Cerviño, Miguel Petruzzi o Ernesto Riquelme que en su tiempo se convirtieron en amigos.

No es extraño que después de salir de Inacap la universidad fue como un paseo, al menos los primeros años. Sobre todo recuerdo lo orgullosos que estábamos de ser técnicos, "alta técnica" era el chiste que corría entre nosotros. En fin, hoy la educación técnica está en el suelo, yo trabajé en el proyecto del Centro de Formación Técnica de la universidad de Tarapacá y digerí miles de páginas de datos.

Hoy es una educación de segunda clase, liderada por mediocres en los centros estatales y por farsantes en los privados. Inacap no es ni la sombra de una sombra de lo que fue, hoy es una especie de colegio particular caro que vende gran imagen, pero en realidad tiene las políticas y la orientación de una universidad de mentiritas. Claro que los alumnos buenos serán buenos sin importar donde estudien, lo malo es que a veces a uno que es normal, en vez de formarlo lo deforman.

Operativamente la formación de técnicos de esos años era excelente, conocí también a técnicos de la Escuela de Artes y Oficios o de los colegios salesianos igualmente buenos. Sin embargo en el bottom line el sistema fue un desastre, un completo y costoso fracaso que se refleja en la poca valorización que tienen hoy los técnicos. ¿Por que pasó esto? Porque las escuelas de técnicos eran planificadas por el gobierno, de acuerdo a "las necesidades estratégicas nacionales" y no a los intereses del grueso de los alumnos.

Como resultado, casi todos los que estudiaron en esos años con una formación de excelencia terminaron arreglando teles o trabajando en cualquier otra cosa. Si hay alguien miope para planificar es el estado. Varios de mis compañeros de esos años, muy inteligentes, simplemente no tuvieron ánimos para seguir estudiando, además sabían que eran mejores que los ingenieros ¿para que estudiar cosas inútiles? Al final el Pato, escultor, fue el que mejor sacó provecho a todas esas cosas maravillosas que nos enseñaron en los talleres. Fue más vivo que todos nosotros juntos. Hasta mañana.