26 septiembre 2018

Cuando éramos todos felices



Felices y hambrientos
Llegó por estos lados mi primo Mario López con su cuñado Emilio, venían viajando en auto desde hace tres semanas recorriendo Argentina, Bolivia, Perú y ahora pasaron por Arica. En lugar de ir a comer a un maldito restaurant nos fuimos al terminal agropecuario y compramos todo lo necesario para un buen asado, prendimos la parrilla y al poco rato ya estábamos comiendo y conversando alegremente, como si nos hubiésemos visto recién ayer.

Mario y su hermano, Camilo fuernon mis hermanos, vivieron conmigo por tres años pero mucho antes teníamos vida en común porque su mamá, Mery y la mía, eran inseparables, cuando Mery murió en Viña Camilo, Mario y brevemente la Keny vivieron en mi casa y para mi representan toda mi niñez, también fuimos inseparables.

Hasta que nos separamos en el año maldito de 1968, ese año también murió nuestro gato Marat-Sade como aviso de los oscuros años que vendrían, le hicimos un solemne funeral de estado y no sospechábamos que poco tiempo después nos alejaríamos definitivamente. Entonces dejé de ser niño, que año funesto.

Fue como si nos hubiésemos dejado de ver ayer, siempre me pasa cuando me encuentro con mi familia, a quienes veo cada 20 años más o menos, de hecho a Mario lo ví por última vez acá en Arica hace más de 20 años y nos acordábamos de los años felices en que casi no comíamos, usábamos los zapatos solo para ocasiones especiales -zapatillas Bata de gimnasia- y hacíamos toda clase de cosas estrambóticas en nuestra casa de la Población Santiago.

Durante años nos dió fuerte con la electricidad. Armábamos toda clase de extensiones eléctricas, timbres y cosas por el estilo, pero la cosa no quedaba allí, en alguna parte leí que en los enchufes de pared, que tienen dos agujeros, en uno recibimos la descarga y en el otro no. Entonces inventamos un juego tipo ruleta rusa, que consistía en meter un clavo con la mano: el que recibía la descarga perdía. ¡Mario me recordaba que para ponerle más emoción nos humedecíamos las manos! Seguramente de entonces quedamos medio locos, no tengo la cuenta de cuantas veces recibí una descarga, no le teníamos nada de miedo. Ahora no repetiía esa "gracia" ni muerto.

También metíamos un cable doblado en "U" para hacer corto-circuitos, después reemplazábamos los fusibles con un alambre finito ¿Como nunca incendiamos la casa? Bueno,, recuerdo al menos una vez en que yo estuve a punto. Colocábamos clavos de 4 pulgadas en la línea del tren que iba a San Antonio, cuando pasaba el tren los dejaba convertidos en perfectos estoques que usábamos como cortaplumas. En fin, recordando tantas y tan divertidas travesuras se nos fue toda la tarde, un día maravilloso en que regresamos, con el recuerdo, a los tiempos felices.

Mario me comentaba que nunca pensó que yo iba a estudiar ingeniería, en realidad en esos años todos pensaban que me iba a dedicar a la ilustración o algo por el estilo, porque llenaba cuadernos y cuadernos dibujando, dibujaba todo el día y eso me duró más o menos hasta los 17 años, a los 18 recién me dio por la electrónica. yo quería ser como Jandro, mi primo "cerebro electrónico".

Yo tampoco pensé nunca que Mario iba a terminar haciendo empresas y forrado en plata, él era tan vago como yo, pero en algún momento, después que nos separamos, a el se le torció el camino, se puso a trabajar como chino y a ganar plata. Que pervertido más grande, en fin, nadie es perfecto. Ahora que está retirado espero que sepa volver por el buen camino del ocio y el dolce far niente.

Ah cuantos recuerdos. Todos tenían un sobrenombre, Mario era el "cabezón", Camilo era "narigón", Ricardo er "el burro" y Horacio "el loco", sin embargo yo era perfecto en absolutamente todo y todos se desesperaban en encontrar algún sobrenombre a alguen como yo, que jamás tuve un solo defecto.

Entonces apareció la maldad tan típica de los niños: inventaron que yo tenía las orejas grandes y salientes. Enseguida me pusieron "orejón", "dumbo" y cuando me llamaban me decían "ven acá volando, dumbo". Tracalada de envidiosos maldita sea ¿tanto les cuesta aceptar a un ser perfecto? Ah, mejor no hago más recuerdos de tiempos felices que no volverán, lo pasado, pisado.

Una App para el blog
Como nunca he tenido teléfono celular, tampoco me había llamado la atención el asunto de las aplicaciones móviles, ahora me puse a jugar con un celular que andaba por ahí botado, y en un rato, usando Appmachine  hice una App, en un par de minutos. Creo que sería cómoda y conveniente para los que ven el blog desde el teléfomo Android o desde un Iphone, pero cuando llegó el momento de publicarla me encontré que cobran un montón de plata por el servicio, definitivamente no way.

Sin embargo, seguiré buscando a ver si aprendo a hacer apps desde cero, colocarlas en Google Play y en Itunes no parece tan caro y si vendiera la app en unos US$ 5 creo que demás podría financiarlo, la cosa es saber si se vendería. En fin, ya veremos.

2 comentarios:

  1. Que recuerdos de niñez, Tomás... cada vez que nos juntamos con mis hermanos soliamos recordar las guerras con voladores, petardos, chispitas y bengalas cada fin de año.

    Sobre lo de la App me interesó... me daré el tiempo para aprender.

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  2. jaja "todo tiempo pasado fue anterior", lo pasamos muy ben recordando cuando éramos chicos.

    Debe resultar muy cómodo ver el blog desde una app, igual voy a ver si me doy el tiempo para publicar una

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"Send me a postcard, drop me a line
Stating point of view
Indicate precisely what you mean to say
Yours sincerely, wasting away
Give me your answer, fill in a form
Mine for evermore
Will you still need me, will you still feed me
When I'm sixty-four"