Bolsonaro y el derrumbe de un mito

Los resultados de la presidencial en Brasil sorprenden por la cantidad de votos de Bolsonaro y por la debacle del Partido de los Trabajadores, donde la destituída ex presidente Vilma Rouseff ni siquiera consiguió llegar al parlamento, saliendo en cuarto lugar en votación en Minas Gerais, para alguien que hace poco fue presidente de la república esa es una bofetada electoral espantosa.

El partido no termina hasta el último minuto y todavía queda una segunda vuelta donde todas las opciones pueden ocurrir, pero creo que la cosa se ve bien optimista para Bolsonaro. Me imagino como estarán de contentos mis primos Alejandro y Cecilia, que participaron apasionadamente en la campaña del candidato ganador. Bueno, hay mucho que escribir sobre esta elección que comprueba un cambio de tendencia que viene desde hace tiempo. Pero me quiero referir ahora a un solo aspecto que es

El derrumbe de un mito
Esta elección reafirma el derrumbe de un mito establecido de manera firme en política desde fines de la Segunda Guerra Mundial: el mito decía que la corrección política era la única forma posible de ganar elecciones. el primero en destruir esa idea fue Donald Trump, ahora Jair Bolsonaro que son lo menos políticamente correctos que uno se pueda imaginar, creo que no hace falta dar ejemplos sobre eso.

Todo este mito se armó en base a las ideas de Antonio Gramsci que, en palabras simples, decía que la única forma en que la izquierda podía llegar al poder de manera estable -opuesta a la dictadura del proletariado planteada por Lenin, o la dictadura del campesinado planteada por Mao- era modificando la superestructura de ideas ampliamente aceptadas en la sociedad, De allí sale lo que hoy se conoce como "marxismo cultural".

Para implementar esta nueva superestructura, deberían imponerse consensos sociales hegemónicos, es decir ideas que nadie podría discutir ni rebatir. Luego, esos consensos en que todos estarían de acuerdo se debían ir ampliando a otros no tan indiscutibles pero que deberían llegar a ser, por herencia y sanción social, universales

Por ejemplo uno de los primeros consensos a instalar era la maldad intrínseca y absoluta del fascismo. Eso fue fácil, puesto que el fascismo italiano y alemán habían sido derrotados en la Segunda Guerra Mundial y las Naciones Unidas se crearon justamente con el objetivo de erradicar esas ideas. A partir de eso, uno a uno, se empezaron a construir los nuevos consensos hegemónicos.

Por eso empezó a aparecer el ecologismo radical, bajo la idea de conservar la madre tierra; el feminismo radical, basado en la idea de terminar con la discriminación y el abuso a las mujeres; el animalismo radical, basado en el respeto a todas las formas de vida y tantos otros "ismos" radicales. Todas estas ideas, de pretensión hegemónica  basadas en sentimienos que prácticamente todo el mundo considera correctos fueron pavimentando el camino para crear una especie de paradigma basado en la igualdad en sus múltiples aspectos. Si se fijan bien, todos estos "ismos" tienen finalmente objetivos igualitaristas en sus distintas dimensiones.

Obviamente que poco y nada tienen que ver esos nobles ideales, con los resultados de implementar las ideas radicales en el mundo real. Nada perjudica más la sustentabilidad que las estupideces de los ambientalistas, nada perjudica más a la situación de las mujeres que las estupideces feministas y -sobre todo- nada perjudica más a los pobres que las muy estúpidas políticas igualitaristas y progresistas.

Entonces tenemos el mundo real por un lado y el mundo de las ideas políticamente correctas por el otro, donde el mundo real se perjudica y sufre por la imposición de los consensos políticamente correctos, que resultan hipócritas y perjudiciales. Eso es, en pocas palabras, lo que ha estado pasando durante un montón de tiempo: han colocado consensos a la fuerza, con tremendas inversiones en resoluciones de organismos internacionales, cadenas mundiales de noticias y todo el establishment político dedicado 24x7 a imponer estas ideas.

Y para el que ose discutir estos consensos, existe una eficiente policía del pensamiento, agresiva y bien pagada desde los medios y el poder de los partidos políticos tradicionales. Ellos, por medio de escarches, funas, sacadas al pizarrón y diversas formas de intimidación y escarnio público, inponen estigmas infamantes a los apóstatas.

Fascista, homofobo, xenfobo, racista, mensajero del odio, populista, facho pobre, provocador, nazi, insensible, abusador, vampiro del pueblo, desclasado... en fin, la lista es interminable. El escarche debe ser masivo y además debe apabullar, infundir miedo causando descrédito y dejando en ridículo a quien lo recibe. La idea es que el golpe sea tan fuerte que la víctima no pueda volver a levantar cabeza, pero sobre todo que sirva de aviso para que nadie más se atreva a poner en duda lo que se ha instalado como políticamente correcto.

Para que esto sea efectivo, debe haber un consenso entre todos los políticos, desde la extrema izquierda a la extrema derecha sobre los temas que se consideran como dogmas indiscutibles. Unos políticos lo aceptan porque son las ideas que ellos quieren imponer, pero muchos más lo aceptan por simple oportunismo,  porque piensan que solo respetando la corrección política podrán ganar la siguiente elección.

Resulta que esta imposición de consensos hegemónicos se viene implementando desde hace muchos años, a lo menos desde finales de la Segunda Guerra Mundial, con todo el peso y respetabilidad que tuvo al comienzo la Organización de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos y poco a poco se fueron agregando más organizaciones, más derechos y más consensos que no se podían discutir. Pero el ser humano se aburre después de descubrir el truco, el malestar se venía arrastrando desde hace varios años y poco a poco fue creciendo.

Lo que pasó con Trump, con Bolsonaro y que está pasando con muchos otros líderes en todas partes de manera casi simultánea es el derrumbe de ese sistema de consensos, porque a las personas comunes y corrientes como nosotros, que no tenemos poder ni intereses en la política, toda esta porquería nos llegó a la altura del paracaídas de emergencia (la frase es del general Pinochet, cuando no quiso decir que un asunto le había llegado hasta los huevos).

En Chile por ejemplo, la izquierda ha usado y abusado durante décadas del recurso de identificar a los que admiramos a Pinochet y el Gobierno Militar con los nazis, tildarnos de "negacionistas" por decir que hubo pocos muertos, que la mayoría murieron en su ley, combatiendo y cosas por el estilo. Esto ha sido efectivo por años y mucha gente que piensa así se siente intimidada de decirlo por miedo al escarche de estos nuevos fascistas.

Como la intimidación debe ser apabullante, los asesinatos políticos se igualan al genocidio de los judíos durante Hitler, aunque la idea es absurda y delirante, permite insinuar que el solo decir que el Gobierno Militar fue bueno debería ser un delito penado por la ley. Así funcionan. Pero cada día esta técnica, antes efectiva, pierde poder, igual que en Brasil, en Estados Unidos y otras partes la gente ya está cansada de estos payasos y está empezando a reaccionar.

Hay muchas razones para explicar el éxito de Trump y Bolsonaro, la mayoría son locales y pienso que son un error, yo creo que existe una razón de fondo que es que la imposición de consensos hegemónicos al estilo Gramsci se está derrumbando, igual como se derrumbaron las ideas de Lenin y Mao para implementar el marxismo.

Gramsci fue un personaje muy interesante y la primera vez que escuché su nombre fue del general Pinochet en los ochentas, en esos años pensé que el general estaba medio chiflado, pero sorprendentemente se anticipó en varias décadas, como en otras cosas. Alguna vez tendré que leer e investigar sobre este tercer gran intérprete de Marx que está corriendo la misma suerte histórica de sus otros dos colegas: Lenin y Mao.

Yo creo que es un proceso que viene desde hace mucho tiempo y se está expresando en resultados electorales sorprendentes como el Brexit en Inglaterra; de Trump en Estados Unidos; de Kolinda Grabar en Croacia; Sebastian Kurtz de Austria; Mario Salvini en Italia; Macri en Argentina; Duque en Colombia y varios más que no mencionaré para no cansarlos.

Falta Chile, Piñera no es -ni de cerca- alguien que represente este rechazo a los consensos políticamente correctos. Todo lo contrario, es la corrección política en persona, el y su gente. Pero los chilenos somos cautos y vamos de a poco: viene una elección municipal, otra parlamentaria y una presidencial donde yo confío que tendremos la misma sorpresa inesperada que estamos viendo por todo el mundo. Es la tendencia.

P.D. Algo que se me olvidó colocar y lo voy a agregar enseguida a la entrada, para que quede en actas: si Bolsonaro es capaz de implementar la reforma al sistema de pensiones según el modelo AFP en Brasil, el efecto económico será una verdadera bomba atómica de prosperidad, para todo el continente. Lo agrego aquí para que quede en actas