El humor y la política

Creo que dejé de ver el Festival de Viña a fines de los años 80, en la misma época que dejé de seguir la Teletón y en ambos casos por las mismas razones: me enojaba la chabacanería, la mala calidad -o al menos lo que yo consideraba como tal- de los espectáculos, después de ver un rato me ponía furioso, hasta me enojaba con los que lo veían en la casa. Con los años he llegado a soportar sin enfurecerme que la Pilar y mi querida suegra se peguen en la tele para esas fechas, aunque creo que desde hace un tiempo ni siquiera ellas lo ven.

Sin embargo yo me mantengo, involuntariamente, muy bien informado de lo que pasa. Aunque no veo un minuto de la tele, si veo los comentarios y los pedazos de videos que ponen en Twitter y Youtube, así es que me mantengo totalmente al día en lo que está pasando.

Porque tengo que recnocerlo; el Festival de Viña y la Teletón reflejan de manera fiel la idiosincrasia, manera de ser, pensar y actuar de la mayoría de los chilenos, son lo que en economía se llama "indicadores líderes", tal como las latas de cerveza botadas en el parque pueden indicar -de manera anticipada- que viene una mejora en la economía, o que un aumento en los subsidios de desempleo pueden avisar sobre un pronto colapso. La Teleton por ejemplo, es un buen barómetro de las expectativas económicas y el Festival de Viña puede anticipar las expectativas y tendencias políticas de nuestra masiva clase media.

La politización del Festival viene de los años de Allende, cuando Mirian Makeba (¿alguien la recordará hoy?) fue abucheada por gritar ¡viva la revolución chilena! Creyó que la estaba haciendo de oro pero el público de Viña en esos años eran mayoritariamente cuicos derechistas. Según leo en wikipedia (y lo recuerdo perfectamente) al año siguiente se presentaron Quilapayun y Los Huasos Quincheros lo que produjo una batalla campal de botellazos, pifias y aplausos, también en esos años vino Dean Reed, el Elvis Rojo, que se salvó de las pifias gracias a ser rucio y pintoso, somo pueden verlo en la foto con el Chicho Allende.

Luego vino el golpe militar, en 1973 y apareció a la primera super estrella en la historia del Festival, un cómico desconocido, perfecto imitador de cantantes, un tunante con el mejor despliegue escénico que se había visto nunca: Bigote Arrocet trajo un cambio estructural que sigue hasta el día de hoy, con una mezcla de humor y política. Desde entonces, el humor pasó a ser el espectáculo más esperado del Festival. Si no me equivoco para Arrocet se inventó la "Antorcha de Plata" cuando terminó su rutina imitando a Nino Bravo con la canción "Libre" en obvia referencia de apoyo al Gbierno Militar.

Durante los militares hubo una especie de época de oro para humoristas nuevos, allí apareció Coco Legrand con sus monólogos de crítica social, Manolo Gonzales, el más famoso humorista político que había tenido Chile imitó la voz aflautada del general Pinochet en su cara, con tremendo éxito, los Pujillay, de donde salió Alvaro Salas, en fin, muchos humoristas que iban, de alguna manera, reflejando los gustos de la gente común en Chile.

Desde los años de Allende el Festival nunca dejó de tener tinte político, recuerdo las estruendosas pifias a Gloria Sionetti, o cuando apareció Pachuco y la Cubanacán cantando "¿qué será lo que quiere el negro? y el público coreaba "¡que se vaya Pinochet!". Al volver la política en los noventas se presentaron Los Jaivas y Los Prisioneros, con un éxito apoteósico,, pero desde Arrocet, el humor fue el módulo estelar del festival y casi siempre se centraba en contenido social o político.

A partir de los noventas, en los primeros años de la concertación, volvieron los humoristas clásicos, los cuentachistes  como DIno Gordillo, Álvaro Salas, Ronco Retes, Checho Hirane, Hermógenes Conache y otros, ninguno era gran cosa  estaban muy lejos de Arrocet , Legrand y otos grandes de los 70s pero el público se fue poniendo cada vez más complaciente, cada festival menos exigente y aplaudían prácticamente cualquier cosa.

En un punto, dede Lagos, empezaron a recoger payasos de la calle, ordinarios, burdos y tremendos de fomes: los Locos del Humor, Dinmita Show, Ruperto, Bombo Fica. El público prendió con ellos, el chileno promedio se moría de la risa y encontraba geniales los chistes groseros, que eran fomes incluso para un bar de mala muerte. Que me perdones los admiradores de esos cómicos, yo se que son muchos, pero ese humor reflejaba no solo la precarización de la cultura, sino el hecho que en Chile cada día nos conformábamos con menos.

Algunos años atrás, cuando el público era exigente y tapó de pifias a Sergio Feito y su hijo, o a Ricardo Meruane, no habrían durado 20 minutos en el escenario, ahora todos encontraban geniales a estos pobres diablos. El humor de Viña siempre ha sido un barómetro del estado promedio, una alerta anticipada o un indicador líder de lo que está viniendo. El éxito de Los Locos del Humor y los que siguieron, anticipaban que la masa estúpida, los burdos y básicos estaban creciendo.

En el año 2016 creo que fue cuando se presentó Natalia Valdebenito, con un show de feminismo militante que tuvo gran éxito. En esos años todos los medios de comunicación estaban copados por la izquierda y el progresismo todavía le quedaba algún prestigio, las causas del feminismo, animalismo, veganismo y los demás "ismos" todavía estaban de moda y la gente la aplaudió a rabiar.

Este año el indicador líder volvió a mandar una señal fuerte y clara. Se presentó la humorista Jani Dueñas con el mismo esquema de Natalia Valdevenito: stand up desafiante, progresismo político, feminismo, calcado.: fue un fiasco espantoso,  la taparon a pifias, he visto videos con parte de su corta presentación (prácticamente fue expulsada del escenario por el público) y daba vergüenza ajena el triste espectáculo.

¿Que pasó? Que el voluble opinión del chileno medio cambió completamente, la gente está hastiada del discurso progresista, ya no lo soportan, no se como les va a ir en las elecciones que vienen, y aunque son muy buenos en ingeniería electoral para elegir gente con votaciones mínimas, creo que esta vez la tendrán difícil.

Le comentaba a mi querida suegra, izquierdista de toda la vida, que en Venezuela tenía que venir un golpe de estado con unos 20 años de dictadura militar por lo menos, su respuesta me dejo helado "si mi hijito, toda la razón, les falta un Pinochet, igual que a nosotros", nunca esperé escuchar eso ni ver una vuelta de chaqueta tan completa en tan poco tiempo, de alguien que había votado por Bachelet las dos veces. Son vientos de cambio, que están soplando cada vez más fuerte. Los políticos -estúpidos como de costumbre- ni se dan cuenta de lo que está pasando, siguen creyendo que todo sigue igual que en 1990.