07 abril 2019

Refrito del domingo:Moralejas de mi primer trabajo

La Benemérita Fundación Mi BIlletera, recibió ayer el generoso aporte del amigo que yo sé. ¡Tres hurras por él! ¡hip, hip hurra!,¡ hip, hip hurra!, ¡hip, hip hurra!. Prometo e manera solemne que todo será malgastado en vino, mujeres y canciones, como corresponde al dinero mal habido.


Esto lo escribí el año 2006, justo al año siguiente empezaría mi ciclo de mala suerte que me persigue hasta el día de hoy, es el más largo que recuerdo pero como saben "no hay mal que dure cien años, ni huemul que lo aguante". En fin, vamos al refrito:

Moralejas de mi primer trabajo
Cuando no tengo de que escribir reviso los temas que aparecen en la parte de arriba del blog, así lo hice hoy y me he dado cuenta que hace tiempo que no escribo moralejas. Buen punto de partida entonces, escribiré algunos recuerdos de mi primer (y único) trabajo junto con algunas moralejas que se me ocurran.

"Me llegó caído del cielo" es una frase que calza perfectamente con mi primer trabajo. Era el año 1980 y mi situación económica era espantosa: llevaba dos años sin ingresos, sin saber lo que era un almuerzo y viviendo en una pieza que los dueños ya ni me cobraban de pura lástima. Había pasado dos años en la universidad firmando pagarés por la matrícula y rezando para que no me echaran de la pieza. Cada día pensaba "lo estoy haciendo bien, a la larga todo se va a arreglar" y esperaba que cayera sobre mi un rayo de buena suerte. Moraleja 1: nunca perder la esperanza, agachar la cabeza, aguantar y seguir haciendo las cosas lo mejor que podamos

Con un amigo igual de pobre que yo, recorríamos la ciudad buscando focos quemados, un contratista le pagaba una miseria por reportar cada foco malo y yo, como ayudante recibía un sandwich o si el porcentaje era bueno, nos íbamos a celebrar a "La Casa Rosada" en calle Pedro Aguirre Cerda. El golpe de suerte llegó de donde menos lo esperaba porque este amigo me dijo un día que había conocido un tipo millonario que necesitaba contratar a un programador de computadores. Moraleja 2: así como no hay enemigo pequeño, tampoco hay amigo pequeño, del que menos esperas te puede cambiar la vida.

Al otro día fuimos al lujoso departamento del millonario, que no era otro que Gabriel Abusleme y después de una corta conversación quedamos en que´seríamos vendedores comisionistas de la empresa en la que Abusleme era gerente. Después de un viaje a Iquique y unas semanas de prueba yo quedé trabajando y mi compadre se quedó fuera, estó me dejó un vago remordimiento que me persiguió hasta la muerte de mi amigo, por cirrosis, muchos años después. Moraleja 3: nadie sabe para quien trabaja (!!!)

Y así empecé a viajar a Iquique; me iba los lunes y volvía a Arica los viernes, dejé a un lado las clases de la Universidad porque me iba bien así es que bastaba asistir a las pruebas, con los años supe que Abusleme me recomendaba con los profesores que eran amigos de él para que no me pusieran la mano muy pesada. Y todo empezó a marchar a las mil maravillas, me pagaban los pasajes en bus, una residencial barata, el almuerzo y un 10% de lo que vendía. Además programaba los computadores y ese era negocio 100% mio.

Al principio todos me miraban como un pájaro raro, mi aspecto era extraño y mi olor no era de los mejores porque solo tenía un jeans, una polo café y otra azul, las mismas que usaba desde hace años y eran motivo de bromas en la universidad, para ser francos el lavado no era mi obsesión ni mucho menos. Trabajaba en una gran oficina común, al estilo japonés, donde me asignaron un pequeño escritorio y al poco tiempo ya era buen amigo de todos: el atildado Sergio Navarro, May-Ling, nuestra vampiresa, Lucho Oyarce, líder natural y el tranquilo jefe de ventas Juan Galvez, son los que recuerdo con más cariño. Cuando me llevaron con engaños a la enorme bodega, me amarraron a un carro y me metiron con ropa y zapatos a la ducha supe que ya era parte de la familia, por mi raro aspecto me pusieron el lagarto Juancho, una caricatura que estaba entonces de moda . Moraleja 4: a veces no es necesario cambiar para que te acepten, siendo buena persona la aceptación llega igual, seas como seas.

Siguieron años muy buenos, salíamos del trabajo 5 o más amigos y nos íbamos cada día a tomar cerveza donde Scarrafia al lado del Teatro Municipal, a medida que pasaba el tiempo y ganábamos más plata -la empresa creció mucho y los jefes eran buenos piratas- le tomamos el gusto a la bohemia y pasábamos todas las noches en boites, sex-bars y particularmente en el prostíbulo "Piscis" del que éramos como dueños de casa, nos íbamos como a las 7 de la tarde a tomar té con las chicas y volvíamos al otro día, del Piscis directo al trabajo. Eran años muy buenos porque no tenía en que gastar la plata, juntaba y juntaba billetes en una caja de zapatos que tenía bajo la cama, en Arica.

Con Abusleme creo que hicimos buenas migas desde el primer día, a pesar que todos lo tuteaban yo hasta el día de hoy le digo "don" Gabriel aunque en realidad llegamos a ser muy amigos, el hablaba muy bien de mí y viceversa. Empecé a negociar las compras con los japoneses cuando descubrieron que me manejaba bien en inglés comercial, las negociaciones eran delicadas y muy difíciles porque habían millones de dólares en juego, no me pagaban por ese nuevo trabajo pero en cambio me dieron una pequeña oficina para mi solo lo que me dio cierto estatus, me dejaban hacer lo que se me antojara mientras el negocio anduviera bien, así es que en esa época me acostumbré a dormir o pasar largas horas sin hacer nada con los pies arriba del escritorio, costumbre que conservo hasta el día de hoy. Moraleja 5: a veces un poquito de estatus vale tanto o más que la plata.

El año 1983 ya era muy amigo de los japoneses con quienes conversaba cada noche por telex (una máquina enorme amarilla que sonaba como diablos), ese año la Casio mandó una invitación para Tokio y Abusleme me dijo "ya Tomás, anda a hacer las maletas", el resto es historia ya contada. En esos años descubrí que tenía buen feeling para hacerme amigo con extranjeros, cuando volví a Chile ya tenía una pequeña fama en la Casio de Japón y cada vez que mandaban a un japo a Chile yo era el encargado de divertirlo sin fijarme en costos. No necesito decir que lo pasé muy bien en ese sacrificado trabajo.

Ese mismo año descubrí que a pesar de todo lo que gastaba en bohemia tenía mucha plata guardada en la caja que escondía cuidadosamente en mi pieza, entonces fue que me compré mi primer auto, un Volkswagen escarabajo y desde ese momento hasta la fecha, nunca más pude juntar plata, excepto cuando me compré mi casa. Moraleja 6: si quieres vivir sin plata cómprate un auto o cásate. De esa época hasta ahora conservo también la costumbre de guardar mi plata en efectivo, a veces ando con uno o más millones de pesos en billetes, que los escondo en los más insólitos lugares.

Y así pasó un par de años, hasta que terminé mi carrera en la universidad, mi vida corría segura y próspera, pero algo me molestaba, andaba todo el día enojado, mi jefe me empezó a caer mal, iba a trabajar cada vez menos un día de la semana o dos a lo sumo, en pocas palabras me tenía que ir aunque no tenía maldita idea que otra cosa podría hacer para ganarme la vida.

Finalmente conseguí que me echaran en la primera y única discusión que tuve con Abusleme, no duró ni 10 minutos: precisa y cortante, después de eso estuvimos como 10 años sin siquiera saludarnos hasta que finalmente nos amistamos de nuevo. Mi desilusión más grande fue cuando me di cuenta que la empresa no se fue al diablo y siguió funcionando perfectamente sin mi insustituible talento. Moraleja 7: NADIE es indispensable.

En fin, ese fue mi primer trabajo, nunca más volví a trabajar formalmente ni a tener un jefe. A veces he pensado que hubiese pasado de haberme quedado, seguramente seguiría siendo un Perkins más o menos próspero y mediocre, gracias a que me fuí tuve muchas aventuras y montón de experiencias divertidas, altibajos y zozobra. Tal vez todavía me quede un buen camino por delante, quien sabe.

Mi última moraleja entonces sería algo así como "evita la trampa de la seguridad, lo único seguro es la muerte... bueno, también los cuernos, eso es lo otro seguro: del gorreo y de la muerte no se salva nadie"

17 comentarios:

  1. Buena historia Tomás...a veces (bueno, diría que siempre) la realidad es mejor que las más elaboradas ficciones. Supongo que en aquel momento en Chile (años 80) hubo un gran crecimiento e historias como la tuya debieron ocurrir a lo largo de todo el país.

    Me llama la atención que se estableciera una relación personal, además de laboral. En mi experiencia laboral, quizá por mi manera de ser, he procurado que el tema laboral quede lo más separado posible de mi vida privada.

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  2. Eso que mencionas Adelino, claro, en la mayoría de trabajos urbanos, uno tiene su ecosistema propio ya formado y va a trabajar a un lugar, y sale y vuelve, y los tipos del trabajo no tienen porqué ser incorporados a la intimidad.
    A mí sin embargo me tocaron al principio trabajos como el de Tomás. En el sentido de que tienes que viajar, cambiar de domicilio, no tienes más que hacer nuevos amigos entre los del trabajo, etc... Es más típico de provincias. Mi primer trabajo fue como a 500 km. de donde había nacido y 400 km. de donde me había graduado. A los pocos meses me casé y mi esposa se mudó conmigo, no conocíamos a nadie, los mismos tipos que trabajaban conmigo nos invitaban a cenar, luego nosotros a ellos. Todas parejas jóvenes, técnicos de una empresa que le daba trabajo a media comunidad. Luego cuando te vas de un lugar así - como ocurre por la propia carrera que haces, consigues otro trabajo, o la empresa cierra, etc... - tienes que cambiar de domicilio, amistades, escuela de los niños, etc.. etc... De joven fue más fácil ahora sería más traumático.

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  3. Adelino, Ulschmidt, que buena observación, en mi caso siempre el trabajo se ha hecho indistinguible de mi vida persona, pero especialmnte ese primer trabajo que me cambió totalmente la vida. En esos años aprendí casi todo, tuve la suerte de hacerme muy amigo de mis jefes y me dieron siempre consejos desde lo más básico -por ejemplo que usara desodorante, me bañara más seguido, me vistiera mejor, etc. hasta como comportarme socialmente, todas cosas que yo ni tenía idea.

    Tuve la suerte de trabajar en una empresa muy chica, el dueño era un judío que se hizo millonario justo en esos años, que fueron de enorme crecimiento en Iquique, a principios de la Zona Franca, lo mismo el gerente así es que todos estábamos como metidos en un mismo cohete que despega.

    Muchos años después, en los noventa, yo fui gerente de una importadora en Iquique, tuve negocio en Arica y como "jefe" usé todo lo que había aprendido de mis antiguos jefes 10 años atrás, tuve muy buena relación con la gente que trabajaba conmigo, incluso cuando nos hundimos, con la bandera al tope eso si jaja.

    Como cuenta Ulschmidt, siendo de otra ciudad, a 300 Km de distancia, no tenía otra que hacerme de amigos, ahora que lo pienso es lo mismo que cuando trabajé en la Municipalidad de Tacna, el 2007. Todas las (pocas) veces que he tenido la desgracia de trabajar han estado relacionadas fuertemente con la amistad, de otra manera no creo que lo hubiera soportado.

    Claro que -ahora que lo pienso- si tuve un trabajo como dice Adelino, separado de mi vida normal y casi sin amigos, fue cuando hacía clases o "trabajado" en la universidad, por eso nunca enganché con eso, siempre sentí a la universidad como algo ajeno a mi, pese a que tengo muy buenos recuerdos de estudiante y muchos de mis mejores amigos trabajan allí, para mi nunca fue un trabajo bueno o agradable como los demás.

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  4. Yo creo que es un tema "europeo" por así decir. Aquí, aunque te mudes a cientos de kilómetros de tu ciudad de origen (yo ya lo he hecho varias veces, incluso ahora he cambiado de país...bendita UE), se suele mantener como compartimentos estancos la vida personal y la vida profesional. Claro que con una cierta edad, ya va costando más y debería de asentar la cabeza de una vez...

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  5. Que no quiere decir que sea lo mejor, desde luego. Una de las cosas buenas del carácter latinoamericano es que es relativamente fácil crearse nuevas amistades, eso lo comprobé cuando estuve en Montevideo viviendo unos meses. La gente es más abierta que nosotros aquí en este continente decadente.

    Por cierto, muy interesantes vuestras experiencias, tanto la tuya Tomás como la de Ulschmidt. Para hacerlo más general, es muy común que la gente en Chile (o en Argentina) se mude de su lugar de nacimiento para trabajar o estudiar? En España la gente se suele mudar par estudiar, pero intenta volver por todos los medios a su lugar de nacimiento una vez acaban la Universidad. Somos muy localistas.

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  6. Acá he conocido de todo Avelino, gente muy arraigada a su lugar de origen, otros que se mueven por todos lados y otros que odian el lugar donde nacieron. Lo certo es que vivir en provincia en América Latina debe diferir mucho de vivir en provincia en Europa, donde las distancis son mucho más cortas, además acá el 60% o más de la gente se concentra en la capital de cada país y mucha gente migra desde ciudades pequeñas a la capital por motivos económicos, tenemos mucho menos desarrollo local como tienen en Europa, muchos se van a estudiar a "la capital" y no vuelven más.

    Yo hice el recorrido al revés, soy natural de Santiago y salí de joven a estudiar a provincia y en provincia me quedo, se gana poco pero se vive estupendo, sin embargo la mayor prte de la gente hace todo lo contrario

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  7. Aquí está pasando también eso que comentas Tomás, la actividad económica cada vez está más concentrada en Madrid y el resto del país se está convirtiendo en un desierto empresarial, sacando algunas zonas concretas (Barcelona y el Mediterráneo). Para muchas profesiones, si quieres realmente desarrollarte no te queda más remedio que marcharte a Madrid.

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  8. A mi no me gusta nada ese modelo concentrado de desarrollo, al final cambias calidad de vida por plata, por más que digan lo contrario, la vida en ciudades grandes no es buena, excepto si eres super rico y vives en el palo más alto del gallinero, para la gente normal , vivir n grandes ciudades apesta, aunque pocos lo admiten

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  9. Completamente de acuerdo contigo...y no acabo de ver el sentido a la concentración tan enorme de PIB en una única región, teniendo en cuenta las actuales posibilidades de videoconferencia y teletrabajo usando Internet.

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  10. Las "luces de la gran ciudad" son muy engañosas, la vida en ciudades capital es bastante chata para la gente normal: de la casa al trabajo, pero en fin, cada cual con su gusto.

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  11. Yo tengo una relación ambivalente con el lugar en que nací y donde ahora vivo. De adolescente quería irme con todas las ganas. A estudiar, a hacer una carrera. Mantuve el ideal de vivir en un lugar "chico", que asociaba con "calidad de vida" pero mejor si era "otro" lugar chico. Estuve en un lugar así, también trabajé en ciudades mediano tamaño, y al final volví a mi comunidad porque mi carrera tuvo un afloje en el mismo momento que el "negocio familiar" aquí o recibía refuerzos o se cerraba.
    Como sea los lugares pequeños pueden ser un poco asfixiantes. Admiro el cariño que Tomás tiene por Arica, se nota que es muy feliz ahí. Yo vivo en un lugar mucho más chico y los efectos "pueblo chico, infierno grande" a veces se notan. Si no eres algo así como un terrateniente dependes en demasía de una red de conocidos y relaciones y familiares a los que nunca puedes mandar deportivamente al diablo, por ejemplo.
    Es más: creo que es tendencia a superconcentrarnos en megaciudades, tan latinoamericana, que dio lugar a gigantes como México DF, Bogotá, Sao Paulo, Buenos Aires, es un poco una huida del habitante del interior de tantos lugares donde esa red local no ofrece huecos para meterse. No cultivamos la meritocracia ni mucho menos, ser amigo, conocido, pariente es un requisito importante y entonces irse a un lugar "grande", donde las oportunidades "sobran" y "algo tienes que encontrar para tí" es una salida.
    Yo me mudaría una vez más, tras el merecido retiro, a algún lugar chico, seguramente cerca de donde terminen uno o más de mis hijos.No digo que lo vaya a hacer pero no me molestaría.

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  12. ¡Pueblo chico infierno grande! Eso es muy cierto, en provincias no tenemos la facilidad de insultar que existe en grandes ciudades por ejemplo, a mi me encantaría escribir veneno sobre el senador. o el diputado tal o el estafador cual, pero los tengo muy cerca y -aunque me importa un cuesco su opinión o sus represalias- necesariamente perjudicaria a amigos míos, entonces hay cosas que no puedes hacer por esa cercanía.

    Claro que ese efecto también se da en las grandes ciudades, porque allá también hay "pueblo chico", ya sea en el condominio (que invento más monstruoso), o en el edifico que se van convirtiendo pequeños mundos donde la gente termina más o menos encerrada.

    Yo creo que lo mejor es haber conocido el lujo por lo menos una vez en la vida, para darse cuenta que no es nada el otro mundo, conocer a algunos millonarios y ver que no son nada extraordinario ni de otro planeta, entonces no vives en ese mundo de ilusión en que uno sueña que sería feliz viviendo en Londres forrado en plata, en vedad uno puede vivir feliz o desgraciado, en cualquier parte, con o sin plata, no hay una relación de causa-efecto en eso, pero si uno no lo ha visto sueña con un mundo de fantasía y hace muchos sacrificios para "llegar" a cosas que ni valen la pena.

    EL problema es que casi nadie decide lo que va a hacer, somos casi siempre "tomadores" de oportunidades y respondemos a lo primero que se nos ofrece, tal vez por eso yo me cuido inconscientemente, que no me ofrezcan muchas oportunidades.

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  13. Hombre Tomás...Londres...no sé, no es un sitio que me atraiga ni aún podrido de dinero jaja. Cuanto más grande me hago, más pienso que al final de mi vida me gustaría retirarme en el pueblo donde viven mis padres.

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  14. En cuanto al tema de las megaciudades latinoamericanas, sin conocer a fondo el caso de Brasil (colonización portuguesa y una estructura de país continental semejante a la de los EEUU), yo diría que es una herencia de la administración española, que históricamente siempre ha tendido a ser centralista. Esa inercia se rompió aquí en la península hace 40 años con la creación de las regiones autónomas, que políticamente han descentralizado el poder en el país, pero (por desgracia) no se ha producido una descentralización económica que haga que las oportunidades se puedan encontrar en otros sitios que no sean sólo Madrid-Barcelona.

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  15. Puede ser Adelino seguro fue un factor. Brasil, pese a la organización federal, está muy concentrado en el sur y la costa.
    Vale mirar un mapa nocturno de Sudamérica: frente al Caribe y el Pacífico, la franja costera de Venezuela (cuando tenían luz, bueh) y Colombia y Ecuador, las ciudades costeras. Más abajo asoman dos líneas de luces: las de la costa y las del otro lado de los Andes (La Paz, Potosí, Salta, Tucumán). Del otro lado, desde el extremo oriental del Brasil hasta la Pampa argentina, una franja que no tendrá 400km de espesor, ahí están Recife, Bahía, Brasilia, Sao Paulo, Río, Curitiba, Porto Alegre, Montevideo, Buenos Aires, Rosario.
    El centro continental casi vacío es el Amazonas, más abajo el Matto Grosso y la Rondonia y el Chaco, más pegado a los Andes el Altiplano y en el extremo sur la Patagonia. Unos desiertos.

    https://i.pinimg.com/originals/45/92/39/4592397354b02c7467d8f43f5924665d.jpg

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  16. Puede que tenga que ver con que las ciudades-puerto tienden a ser muy prósperas, muchas de las ciudades más iluminadas son puertos y tienen buenas bahías

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  17. Me permito agregar mi moraleja: el dinero no se gana trabajando sino haciendo que otros trabajen para uno.

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"Send me a postcard, drop me a line
Stating point of view
Indicate precisely what you mean to say
Yours sincerely, wasting away
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Will you still need me, will you still feed me
When I'm sixty-four"