10 años de mala suerte
En el año 1976 estuve metido en la encrucijada más difícil de mi vida. Nos habíamos quedado sin casa y sin ingresos, mi papá ya tenía alzheimer, iba a cumplir como noventa y tantos y estaba furioso porque no se moría. Mientras, mi mamá mantenía de alguna manera el circo funcionando. Yo había terminado de estudiar técnico electrónico y justo ese año vino el derrumbe de las industrias, no solo estaba cesante sino que tenía un ejército de competidores con mucho más conocimientos y experiencia que yo -también cesantes- así es que ni soñar con encontrar algún trabajo.Comnentario: en realidad mi mala suerte había empezado antes, en 1968 junto con la muerte de nuestro gato Marat-Sade, a quien le hicimos con mi primo Mario un Funeral de Estado, sin sospechar lo que se nos venía encima. Hasta entonces habíamos sido pobres pero muy felices, pero en 1969,mis papás, que se habían separado 10 años antes, se volvieron a juntar. Entonces todos pensamos que íbamos a ser pudientes y se acabarían las vacas flacas. Pero nada salió como imaginamos, yo me fui a vivir a Arica con mi hermana pero después de un año me devolvieron para Ancud por culpa de mi mal comportamiento. Fueron años complicados que se fueron poniendo cada vez peores. Pero sigamos con la historia, de nuevo en los setentas.
No se como vivimos ese año, saltando de pieza en pieza que desocupábamos a los dos meses por no poder pagar. A mitad de año mi papá se quebró una cadera y finalmente se murió en una semana más o menos, lo que fue un gran alivio para todos. No se me ocurría absolutamente nada que pudiera hacer para salir del hoyo, estábamos con mi mamá en la quiebra total. Como no tenía nada que hacer pensé que sería bueno aprender inglés, mi mamá estuvo muy de acuerdo y me acompañó al Instituto Chileno Nortemericano para matricularme.
En esos años mi mamá tejía ropa de guagua, yo hacía clases de reforzamiento de matemáticas y vivíamos de eso. Mi primo Camilo, que se crió con nosotros y vivía en Alemania me mandó unas revistas Penthouse, que fueron la base de mi aprendizaje de inglés porque en el instituto -aunque lo pasé muy bien- no aprendí absolutamente nada. Después me conseguí el libro "Los documentos secretos de la ITT" que estaban en inglés y español, con eso avancé bastante en cuanto a redacción comercial, ni sospechaba lo que me iba a servir en el futuro.
A principios de 1977, a mi mamá la invitaron mis primos a pasar un año con ellos en Frankfurt, así es que de un día para otro, por primera vez en mi vida, me quedé viviendo solo y responsable de pagarme casa y comida. El choque fue brutal y reaccioné contrayendo mis gastos al mínimo absoluto, pasé un año prácticamente sin comer -bueno un pan con tomate al día, estrictamente racionado- y viviendo de la buena voluntad de una familia que me permitían usar una pieza pagando cuando podía, o sea casi nunca.
Lo más lógico habría sido buscar un trabajo en lo que fuera, intenté ser ayudante en la relojería de un amigo y después de hacer pedazos un reloj "Europa" (el silabario de los relojes según mi amigo) me retiré espantado. Traté de ofrecer mis servicios puerta a puerta arreglando televisores o electrodomésticos y pasé tantas vergüenzas haciendo destrozos que hubo barrios por los que evité pasar durante años.
Entonces se me ocurrió la idea más estúpida de todas ¿por que no volver al plan original? Yo llegué a Arica a estudiar ingeniería y finalmente había bajado mis expectativas estudiando para técnico, como no me gusta dejar las cosas a medias, el no haber sacado ingeniería todavía era como una piedra en el zapato, que no dolía pero molestaba mucho. El boom de la electrónica se había terminado hace rato, ya no era la profesión del futuro pero ¿a quien le importa? yo quise ser ingeniero y no lo había cumplido. Entonces me inscribí para dar -otra vez- la prueba de aptitud académica.
Y quedé adentro sin un peso en el bolsillo, sin plata para comer, sin becas porque las hipócritas veteranas del "servicio social" -que profesión más inmunda- tenían copada la cuota de becas con sus amiguis y recomendados. Entré a estudiar en 1978, justo el año en que se terminó mi ciclo de mala suerte que había empezado 10 años atrás.
Después de muchas peripecias saqué mi modesto título de ingeniero de ejecución electrónico de la Universidad de Tarapacá, que para mi vale más que un doctorado en astrofísica de la universidad de Princeton. Nunca he corrido tanto riesgo ni gastado tanto esfuerzo en mi vida como para ese pedazo de cartón que tengo perdido en algún rincón de los papeles viejos, ese fue el filete más grande de toda mi perra vida.
Comentario: pero no hay mal que dure cien años, en 1980, gracias a mi recordado y buen amigo "el Corcho", empecé a trabajar en la Zona Franca de Iquique al mismo tiempo que estudiaba y entonces si que me cambió la vida.
Casi sin darme cuenta todo empezó a cambiar. El año 1983 iba en una imponente limosina Datsun, con chofer uniformado y una toallita tibia perfumada en la cara para reponerme de las malditas 19 horas de vuelo en que no había podido dormir nada. Cuando llegué a instalarme en el Keio Plaza, uno de los mejores hoteles de Tokio, miraba por la ventana el distrito de Shinjuku pensando "no está mal, nada mal", pero también pensaba que al fin y al cabo no era gran cosa, lo disfruté mucho más mientras lo imaginaba que cuando pasó en realidad.
Echándome humo del pozo de la buena suerte, en el Templo de Asakusa Kannon
En el Keio Plaza, preparándome para la reunión en las oficinas de Casio Computer Corp.
Las oficinas estaban justo frente a mi ventana, podía verlos desde el hotel
Buen refrito. No hay mal que dure cien años ni cuero que aguante tanto. Asi tambien con el "cambio climatico", la tierra pasa por ciclos y eso es inevitable. El hombre progre es el único imbécil que cree que puede parar esto con leyes y regulaciones tontas (weonas es el término más certero), como querer parar un tren fuera de control con un mondadientes. Nosotros somos los que debemos adaptarnos a la situacion, improvisar la solucion para superarnos. El sol siempre sale despues de la tormenta.
ResponderBorrarCasi todo es cíclico parece, lo bueno es que en la política tampoco hay mal que dure cien años jaja!
ResponderBorrarUn triunfo enorme Tomás después de todos esos avatares Yo se lo he leído pero siempre me alegra el final.
ResponderBorrarSi Ulschmidt, a mi también me alegra mucho coo podrás imaginar y por eso lo repito de tiempo en tiempo. He tenido golpes de suerte, no muchos pero suficiente para mantenerme flotando, la plata llega y se va y mientras uno conserve la cabeza fuera del agua, todo bien!
ResponderBorrarValiosos esfuerzos, recuerdos y aún más reconocerse en el proceso. Como siempre su hábil pluma lo convierte en un interesante y entretenido relato. Es como leer a Papelucho crecido, jaja, no me mal interpretes, lo digo como una especie de piropo.... Saludos y mis respetos desde la Cuarta Región ( Cada día más helada, pobre y fome)
ResponderBorrarChas gracias Tío Yesi, te cunto que algo tengo que ver con Papelucho, porque su autora Marcela Paz (Ester Hunneus) es mi tía abuela más o menos lejana jaja.
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