El contagio emocional

"Una guerra generalizada que costó la vida a cientos de miles de personas. Millones se vieron  arrojadas a una pobreza aún mayor, muchos vegetaban como animales en las ruinas de los edificios y en los bosques. El severo invierno se llevaba a heridos y enfermos a la velocidad del rayo. Aquel viaje puso de manifiesto de manera espantosa cómo las personas que un día vivían pacíficamente juntas se volvían de pronto posesas que se mataban unas a otras, y aun no se conformaban con matarse. Se atormentaba y se torturaba, se sacaban ojos, se rajaba el vientre a las embarazadas y se clavaban los fetos en picas. Con pasión casi infernal, se cortaban los miembros al adversario, y apenas resultaba imaginable que un día volvieran a nacer personas que se trataran amablemente entre sí. 

No, lo que allí estaba ocurriendo arrebataba la última ilusión acerca de la Creación de Dios, y dejaba claro a todo el que saliera con vida que también en el futuro la gente siempre sería capaz de tales actos. Allí se mostraba que el ser humano no era, incluso en su más depravado extravío, un asesino animal de rapiña que, en su brutalidad, tiene ciertos límites, sino un ser perturbado que podía emplear toda su inteligencia en torturar y matar de forma aún más perversa, aún más brutal, aún más sanguinaria, más desenfrenada, más desmedida. El hombre era y seguía siendo un engendro maligno, un mal capricho de la naturaleza. Si el hombre estaba hecho a imagen y semejanza de Dios, entonces Dios era el Diablo en persona.

(...) se veían incendios. La policía retiraba a sus hombres a los cuarteles. No tenía sentido enviarlos de noche a la muerte. Al amparo de la oscuridad, la anarquía corría como un fantasma por los angulosos callejones de París. Por la mañana se encontraba a las víctimas de las correrías y escaramuzas nocturnas, hombres y mujeres, apuñalados, estrangulados, muertos a golpes. Allá donde el brazo de la ley ya no se dejaba ver, la violencia se desbordaba. Recordaba los peores excesos de las guerras pasadas, pero en esa guerra no había ni banderas ni uniformes, no se luchaba ni por el honor ni por una nación, sino por la pura supervivencia. No se mataba por un reino, sino por un puñado de harina"

Es un extracto más o menos largo de la novela "El Jugador" que comenté hace un par de días. Lo copio porque tiene un parecido asombroso con opiniones que leo por estos días sobre los motines que ocurren en Chile. Pocos se explican como gente que vivía su vida con tranquilidad y sin agredir a nadie se convirtieron de un día para otro en animales llenos de furia y resentimiento, que destrozan, incendian y golpean solo por el placer de hacerlo. Gente normal de repente empiezan a chillar consignas y repetir mentiras ridículas, completamente fanatizados ¿como se llegó a eso?

Bueno, en la novela se relataba los meses de anarquía .-casi un año- que ocurrieron en París después de la muerte de Luis XIV, el Rey Sol, ese que decía "el estado soy yo" sin imaginar que a su nieto le cortarían la cabeza.  La anarquía es un fenómeno irracional y muy violento -dionisiaco- donde personas perfectamente normales entran -contagiados por la masa en un frenesí de furia casi lujuriosa. Los problemas sociales o políticos obviamente no tienen nada que ver con esto, que es un desfogue casi involuntario, producido por contagio emocional.

El contagio emocional es algo extraordinario, hace algunos años filmé esta increíble primera clase de mi buen amigo Marcelino Garay, si quieren ver algo impresionante, miren este video



Y se contagian las emociones buenas pero también las malas. Con la misma facilidad podemos contagiar la amistad, cariño, buena onda que la furia, resentimiento y maldad, es bastante fácil. Recuerdo que después de esa clase le pregunté a Marcelino si alguna vez le había fallado, si no tenía miedo que los alumnos no engancharan y quedar en ridículo, me dijo que jamás había fallado, y lo hacía cada vez que empezaba un curso, así es que deben haber sido cientos de veces.

La anarquía no se puede sostener en el tiempo porque solo puede destruir, es incapaz de construir o formar nada. En eso se diferencia radicalmente de las revoluciones políticas, cualquiera que sea su retórica o sus reivindicaciones, aunque a veces los políticos usan la anarquía a su favor. Pero las explosiones de violencia se hacen por gusto, sin ningún otro propósito que destruir por placer. Por eso Stalin desplazó (y luego mandó asesinar con facilidad) a Trotski, por eso la "Banda de los Cuatro" se desarticuló por su propio peso en China, lo mismo que el Pol Pot en Cambodia. Es como una borrachera que explota y luego deja una tremenda resaca.

Lo que dure la borrachera y el frenesí depende de cuanto dure el vacío de poder que siempre antecee -y causa- estas explosiones y la tolerancia de los sectores que tienen las armas y pueden imponer el orden. En el momento en que esa tolerancia es colmada se termina la borrachera, la violencia y todo lo demás. Luego viene el despertar y la caña mala.

Y a los que quemaron, destruyeron y golpearon no los va a castigar la ley, porque no hay suficientes celdas en la cárcel para encerrar a tanto idiota. Pero los va a castigar la vida de la peor manera, porque destruyeron lo único que les podría haber dado algún sustento para salir del hoyo. Serán los primeros cesantes, fracasados, despreciados y muertos de hambre. Y los últimos en beneficiarse cuando todo se recupere, porque estas cosas son cíclicas, después de un tiempo vendrá la gran recuperación. Muchos tal vez no lleguen a vivir lo suficiente para recuperarse, la vida es dura, lo bueno a veces lo paga a plazo pero las equivocaciones casi siempre las cobra al contado.