Grande don Alonso

Con esto de la genealogía, una de las partes más entretenidas es cuando me pongo a leer historias de viejos y lejanísimos parientes. Ahora mismo estoy leyendo las aventuras y desventuras de don Alonso de Ercilla y Zúñiga, el mismo que escribió el poema épico La Araucana.

A todo esto existen dos poemas del mismo nombre, con el mismo tema y escritos en épocas más o menos cercanas. El otro "la Araucana" lo escribió Fernando Álvarez de Toledo, tuvo cierto éxito pero no tanto, porque hoy se conserva apenas un par de estrofas.

Leo en Wikipedia que don Alonso de Ercilla era de origen vasco, su familia nobles arruinados en un pleito, pero el emperador Carlos V, compadecido, los llevó a la corte, donde su madre fue dama de compañía de la emperatriz Isabel de Portugal, allí Alonso recibió una educación de primera aprendiendo latín, francés, italiano y alemán, además aprendió a rimar en octavas reales, que fue lo que le trajo una fama tan duradera

Chile, fértil provincia y señalada
de la región Antártica famosa
por más remotas regiones respetada
por fuerte, principal y poderosa
la gente que la habita es tan granada
tan soberbia, gallarda y belicosa
que no ha sido por rey jamás vencida
ni a extranjero dominio sometida

¿Qué chileno conoce al menos esa octava de memoria? Creo que muchos. La cosa es que como no tenía mucho futuro como cortesano, se vino a hacer la América con las tropas que trajo a Chile don García Hurtado de Mendoza. Vivió en Chile entre los 21 y 29 años, principalmente como soldado, mientras en sus ratos libres escribía el poema, en el reverso de cartas, cueros, cortezas de árbol o lo que tuviese a mano.

Recorrió todo el territorio de Arauco, participando en todas las escaramuzas y batallas contra los indios, no se perdió ni una, fue un soldado valiente y sacrificado que no ganó un peso en los ocho años que estuvo peleando en la frontera, al contrario, se fue de Chile endeudado después de perder todo lo que traía, todo por una curiosa enamistad con el iracundo don García Hurtadoi de Mendoza que era su comandante y gobernador de Chile.

Resulta que don García, después de casi ocho años de guerra sin parar, decidió tomar un descanso con su gente en el pueblo de La Imperial, y para empezar bien las vacaciones, ordenó hacer una fiesta con torneos, competencias de cañas, anillos y cosas por el estilo en que se entretenían los conquistadores cuando no estaban peleando. El propio García decidió participar pero embozado para no ser reconocido, cosa difícil porque cuando se dirigió a los juegos iba acompañado de todos sus cercanos, don Alonso iba al lado de él en un caballo que recién había comprado el día anterior.

Entonces, desde atrás, apareció don Juan de Pineda "hombre díscolo y altanero" metiendo su caballo a la fuerza entre ambos, don Alonso, que no era de los que se dejan atropellar, sacó la espada e igual cosa hizo Pineda y enseguida se armó la rosca. Esto indignó a don García, que apenas tenía 22 años pero era prepotente como ninguno, como buen hijo del virrey del Perú, y mandó a apresar a Ercilla, condenándolo en el acto a ser degollado la madrugada siguiente. Cuenta Ercilla en La Araucana

Ni digo cómo al fin por accidente
del mozo capitán acelerado
fui sacado injustamente
a la plaza a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente
donde estuve tan sin culpa molestado
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más grave que la muerte

No hace falta decir que Ercilla no pasó muy buena noche, como el mismo lo contaba. Sus amigos, que tenía muchos, hicieron lo imposible porque don García lo perdonara, pero mientras más le insistían más se enfurecía, finalmente se fue a sus aposentos a dormir, no sin antes ordenar que dejaran preparada el hacha y el balde para el día siguiente. 

Aquí las historias difieren, una versión dice "Era notorio en la ciudad que (García) cultivaba estrechas relaciones con una doncella, -cuyo nombre no se calló en el juicio de residencia, pero que sería aventurado señalar hoy - y a ella ocurrieron para que tratase de obtener de su amigo el Gobernador la revocación de la sentencia. Aceptó la joven dar el paso que se le pedía, y acompañada de una indígena llegó hasta las puertas de la casa del Gobernador, que encontró cerradas; pero, firme en su resolución de avistarse con él y ayudada de los que hasta allí la habían llevado, escalaron ambas entonces las ventanas. Allí permanecieron toda la noche jugando con don García, y sin poder reducirle durante ese tiempo a que cediera en su resolución. Afuera se creía ya perdida toda esperanza. Con las primeras luces del día, los reos habían sido sacados de la cárcel y conducidos al lugar del suplicio, cuando se vio llegar allí corriendo a don Pedro de Portugal, uno de los que formaban la guardia del Gobernador, con la orden de suspender la ejecución.
¿A costa de qué precio había conseguido al fin el perdón aquella doncella? De seguro, nada más que con halagos y simples promesas" 

La otra versión es muy similar, solo difiere en que a don García le mandaron "cuatro jóvenes indígenas" que esa noche lo convencieron. La cosa es que gracias a esa esforzada muchacha tenemos hoy uno de los mejores poemas épicos que se han escrito en tersa rima, Chile le debe mucho y por algún lado, en el juicio de residencia, debe aparecer el nombre, alguien debería buscarlo para levantarle una estatua.

Mi admiración por los conquistadores de América es enorme ¡Qué gente! Cambiaban una vida cómoda por otra llena de peligros y aventuras, enfrentaban el dolor y la muerte como jugando, perdían todo de un día para otro y seguían como si nada, hoy habría que buscar mucho para encontrar gente así.

Finalmente, como la situación se puso tensa con don García, don Alonso de Ercilla y Zúñiga se embarcó de vuelta para España, se casó bien con María de Bazán, que traía consigo una abundante dote y se dedico a vivir como un hombre rico terminando la tercera parte de su poema.  Felipe II lo nombró gentilhombre de la corte y caballero de Santiago en la villa de Uclés, además de darle diversos trabajos como diplomático. Aunque partió mal, sus sacrificios al final se recompensaron.

"Aquí llegó, donde otro no ha llegado,
don Alonso de Ercilla, que el primero
en un pequeño barco deslastrado,
con solos diez pasó el desaguadero
el año de cincuenta y ocho entrado
sobre mil y quinientos, por Hebrero,
a las dos de la tarde, el postrer día,
volviendo a la dejada compañía".
(Estrofa XXIX, Canto XXXVI de "La Araucana")