Jo-Jo-Jo!!

 

Bueno, bueno, bueno, se nos vienen encima los mejores meses. El fin de año marca el comienzo del verano y como ustedes saben, yo cuento mis años en veranos. Entre julio y noviembre son los meses grises, depresivos, malditos que prefiero olvidar, por mi no saldría de la cama durante esos cinco meses. Pero entre diciembre y junio ocurre mi vida de verdad, cada año. Son los meses felices, pase lo que pase.

Aunque la navidad y el año nuevo no son fechas que yo disfruto. En especial la navidad es un día maldito para mi y parece que he conseguido transmitir esa aversión al resto de la casa, porque cada año al acercarse la navidad todos empezamos a andar crispados, discutiendo y diciéndonos estupideces. 

El maldito rito de sentarse a cenar juntos es incómodo para todos, pero ni la Pilar ni mi querida suegra aceptan dar su brazo a torcer, romper la tradición y pasar la noche como siempre, cada uno en sus asuntos. Es una macana, algo muy extraño porque al acercarse navidad parece que sale lo peor de cada uno de nosotros. Para mi es una "celebración" que me incomoda mucho y parece que lo he ido transmitiendo a los demás con los años.

Pero no siempre fue así. Cuando yo era chico tenía una familia postiza de los Goeldener, mi tía Hilda era la mejor amiga de mi mamá y celebrábamos la navidad de manera espectacular. Con pinos de verdad, con velas en las ramas -no me explico cómo nunca se incendiaron, y en lugar de los absurdos adornos colgaban bombones de chocolate. Ponían Oh Tannembaum y otros villancicos alemanes y a las 12 de la noche cantábamos la canción nacional y me sorprendían con sus regalos. Eran fiestas maravillosas, inolvidables. Si por casualidad mi querida prima Rosemarie lee esto, me gustaría transmitirle el cariño con que los recuerdo a todos, pero no se puede, es algo muy personal y difícil de transmitir. En fin.

Después de esos años ya todo se empezó a deteriorar y pasé algunas navidades y años nuevos horripilantes. Luego pasé muchos años viviendo solo y perdí todo el interés por el maldito asunto. Cuando la Pilar, el Tomás Jr. y mis suegros se vinieron a la casa me resultó chocante eso de hacer fiestas navideñas, sobre todo porque tengo una verdadera fobia a hacer regalos. Puedo soportar recibirlos, pero hacer un regalo por compromiso me enferma.

Como no podía mantenerme tan antisocial, me dediqué a celebrar los años nuevos de manera bastante aparatosa. Hubo un año en que llegaron a juntarse como 40 personas en mi casa, quemábamos un mono, yo me emborrachaba como cuba y al final nos divertíamos bastante. Además con mis amigos acostumbramos hacer el "Bye Bye" para despedir el año antes del 31.

La cosa es que hoy estábamos arreglando las cosas para mover la cocina y todos se empezaron a poner odiosos. Menos yo obviamente, que furioso me fui a encerrar a mi oficina sin hablar con nadie. El síndrome de la jo-jo-jo navidad atacó de nuevo. Que diablos.

En fin, aunque detesto la maldita celebración, todos los santos años coloco mi jo-jo-jo saludo disfrazado de viejo pascuero, dedicado con cariño a todos los que leen este Templo del Ocio y de manera muy especial a los regulares, que pierden su valioso tiempo leyendo las chifladuras que se me ocurren día tras día, y entreteniéndonos con buena conversación en los comentarios. Bueno, bueno, bueno, lo mejor para ustedes, mis amigos. Lo mejor de lo mejor.