¡A Las Peñas!

Andaré desaparecido por un par de días, ayer llegó mi viejo perro amigo y compañero de la unversidad, Mario Ernesto Ramón, cuyo nombre auténtico es "el Matute" y me estuvo convenciendo con alcohol y diversas mentiras o artimañas para que lo acompañara una vez más a la Fiesta de la Virgen de Las Peñas. Fuimos juntos por primera vez en 1979 o 1980, no recuerdo bien, como a los 24 años y desde entonces volvimos varios años con él y su señora Martita. También he ido otras veces con la Pilar, el Tomás Jr., con mi querida suegra y con amigos.

El santuario está ubicado a unos 100 kilómetros hacia el interior de Arica, es decir hacia las montañas camino a Bolivia. De esos, los últimos 20 kilómetros deben hacerse caminando por los cerros y acantilados que bordean el Río San José.  Las distancias son muy variables porque no existe un camino propiamente tal y se pueden tomar varias rutas o incluso caminar en círculos perdidos por la pampa en el trayecto de ida, caminando en la noche, como nos pasó una vez con mi suegra.

La peregrinación y fiesta se celebra desde antes del año 1600, es una ruta tropera que se usaba desde tiempos coloniales para comunicarse con Bolivia, el camino es durísimo -la peregrinación más difícil que se hace actualmente en Chile-  mucha gente se ha accidentado y hasta muerto en la ruta, incluído mi buen amigo Eliseo Varquez, que se cayó del caballo en el acantilado del Paso Caracol, hace uno o dos años atrás.

Me conozco la ruta casi de memoria: el paradero de Ausipar donde llegan los buses -siempre nos vamos de noche- luego Pampa Oxavia, Arcune, Pampa Coyote,  Sinaguaya, Apacheta, Humagata, Achuyo, Molino, el Paso Caracol y, después de una buena caminata se llega al amanecer a Livilcar, donde se puede escuchar la música dese lejos. Allí los creyentes hacen una fila larguísima para "saludar a la virgen" que está tallada en la roca (es decir tocarla y hacerle la pedida correspondiente), yo miro a la virgen de lejos nomás y aprovecho de recuperar fuerzas durmiendo en el suelo de la capilla. Luego a desayunar y vuelta a Arica a pleno sol del mediodía. Esa vuelta es un infierno, jamás me ha resultado fácil

La última vez que fuimos fue el año 2013 donde me di cuenta que ya no estoy en condiciones fisicas para hacer esas gracias, me caí, casi me vuelo un ojo y juré solemnenmente por las cenizas de mi santa madre que esa vez si sería la última y que no iba nunca más. Eso es lo que se conoce como "promesas de mujer pariendo". Ahora me encuentro en plena preparación psicológica para la aventura, una vez más a los 63 años a ver si vuelvo vivo y entero. En fin, trataré de marcar el camino con GPS, probar la cámara Gopro, probar mi super linterna led y limpiar mis muchos pecados, al menos por un tiempo. Nos vemos.