Cold dead bodies

Hoy nos fuimos con Mila y Rudy a conocer el Valle de Azapa. Dimos una vuelta por el museo y como yo he entrado demasiadas veces preferí quedarme en los jardines tomando fotos junto a cientos de jerjeles (mosquitos) que me seguían para todos lados. Bueno, la verdad es que no me picó ninguno, al parecer mi sangre azul no les apetece o bien les dio miedo envenenarse. Ellos se lo pierden, seguro que el sabor de mi sangre debe tener el bouquet inconfundible de un buen Clos de Pirque.

Mila quedó un poco choqueada con las momias, la verdad es que yo nunca había pensado en ellas como cold dead bodies, pero eso es justamente lo que son: frios cadáveres, me decía que no era por que estuvieran muertos sino que la expresión que tenían era de una verdadera película de terror. Pensandolo bien tiene toda la razón, pero como yo soy recio no me afecta para nada. Mal que mal, a fines de los sesentas, con mis amigos, sacábamos momias de flor de tierra en la Playa Corazones, a mano limpia. En fin, mejor no sigo contando esas "gracias", capaz que termine escribiendo desde la cárcel.

Mi pade está enterrado en el cementerio de Azapa y yo -seguramente- correré la misma suerte, porque la Pilar no piensa malgastar un peso con mi cadaver. Recuerdo que una de las razones por la que mi mamá se fue de Arica fue que siempre se imaginaba que la enterraban en Azapa y en unos mil años después la encontraban unos arqueologos y la pondrían en una vitrina. Ella que acostumbraba a reirse a costillas de la muerte no le hacía maldita gracia el asunto de que la exhibieran. Para asegurarse dejó instrucciones expresas que la quemaran.

A mi en cambio me encanta la idea: puedo imaginar mi cadaver en una vitrina, de pie con las manos en los bolsillos, con mi acostumbrada polera, jeans y zapatillas, la piel seca como pergamino y una sonrisa helada con todos los arreglos dentales del doctor Lostanau. Sería un gran tributo a mi egolatrìa.

A propósito ¿recuerdan que me dolía la muela?, al final la inflamación y el dolor desaparecieron solos y tengo un crater del tamaño del Vesubio donde se me salió la tapadura. Esta semana iré al dentista, si es que me dan ganas, o sea las probabilidades no son muchas. En fin, nuevamente divago. Después del museo fuimos a ver las plantas de un vivero y luego me puse a buscar el Pucara de San Lorenzo, que hace tiempo quería conocer.

Resulta que estaba más escondido que los documentos de Chiledeportes, ninguna indicación excepto por un viejo cartel que pasé de largo dos veces sin darme cuenta. Después de varias vueltas llegamos por fin al lugar que es una pequeña meseta que se levanta por encima del valle. El pucara consiste en las ruinas de un poblado o fortaleza, solo se ven algunos muros de piedra y el típico círculo de piedras que deben haber usado como trinchera o algo así.

En verdad no hay mucho que ver aparte del paisaje que es muy bonito -se ve todo el valle, el Morro e incluso el mar- y muchos huesos calcinados aparentemente humanos. Ni una sola explicación, maqueta o recreación de lo que allí hubo, es una pena porque con las adecuadas explicaciones ese lugar sería un atractivo muy interesante. Pero a los arqueólogos que les importa, están preocupados de cosas más importantes: por ejemplo conseguir becas y fondos para viajar.

Para que me hago mala sangre, total, del gran museo arqueológico que Arica se merece, nunca más se supo. En fin, pasemos a otro tema. ¿A otro tema? creo que ya he escrito demasiado, se me está pegando la mala costumbre de escribir cosas largas y latosas. Mejor me despido, hasta luego, mis amigos.