Y otra vez en la calle

¡Terminé la cocina! No vamos a decir que es una maravilla de lujo y modernidad, pero al menos está muchísimo mejor que la que teníamos. Quedó de acuerdo a los estándares de la clase media baja a la que satisfactoriamente pertenezco. Bueno, la verdad es que todavía me quedan algunos detalles pendientes, el chico Alfredo todavía no coloca los enchufes, hay varias terminaciones que tengo que afinar y tendré que repintar todo el exterior, pero son pelos de la cola.

El asunto es que me quedé sin un peso en el bolsillo, mi cuenta tiene poco más de un dólar de saldo, acabo de ver mi billetera y tengo dos devaluadas lucas y algunas pocas monedas. O sea voy a pasar las fiestas con unos cinco dólares más o menos. Qué importa, nunca me han gustado las malditas fiestas y mi celebración consistirá en sentarme frente a la cocina nueva y mirarla con admiración ¿Qué más se puede pedir? 

Llevaba casi quince años sin construir nada y aproveché la fiebre de los subsidios para desquitarme. Le puse techo a mi querida suegra, coloqué piso flotante a mi oficina y finalmente construí la maldita cocina, tantas veces postergada. Es momento para tomarse un descanso.

La construcción me salió barata, en materiales gasté unos quinientos dólares y otros quinientos en mano de obra, hecha con una ayudita de mis amigos, pasé las acostumbradas rabias pero creo que no puedo quejarme. Aunque falta, siempre falta. Cuando uno empieza a construir no termina nunca, esa es una ley de hierro.

¿Por qué me quedé en la pitilla pese a haber recibido tanta plata? Bueno, fueron varios factores. Primero que el techo -que quedó malo y tendré que rehacerlo cuando pueda. se comió por lo menos dos mil dólares. El piso flotante con pitos y flautas me costó alrededor de quinientos más, no son grandes cantidades pero suman y siguen. 

También una sinvergüenza me robó varias cosas que no eran mías y he tenido que responder. Para colmo contraté a una abogada para un trámite sencillo sin preguntarle cuanto cobraba... como podrán imaginar apareció con una cuenta de casi 450 dólares, lo que terminó por dejarme en la ruina. Los errores se pagan cash y yo he pagado varios últimamente, que macana.

En fin, es solo plata así es que borrón y cuenta nueva. Al menos ahora conozco a un par de personas a las que se que ni debo acercarme, me servirá de experiencia, o eso espero. Cuando la tenga terminada pondré las fotos para agregar a La Historia de mi Casa,. Ahora volví a ser pobre y feliz, como dice la canción

Otra vez en la calle
otra vez en la vía
con la garganta seca
la barriga vacía

He estado ocupado como el diablo por estos días, no solo con la construcción, sino ayudando al McDonnell que ahora se tiene que hacer una operación de cataratas, y todo se complica estando internado en el Hogar de Ancianos, donde se supone que no debería salir a ninguna parte por la epidemia. 

Como si fuera poco el domingo estuve de apoderado de mesa por José Antonio Kast, me aburrí mortalmente y volví a leer completo el libro "Isla 10" de Sergio Bitar donde cuenta cuando estuvo preso en la Isla Dawson. Ese libro se me terminó como a las tres de la tarde y todavía tenía tiempo así es que empecé a releer "Cuando era feliz e indocumentado" de Gabriel García Márquez, un librito muy entretenido, lo consumí hasta la mitad más o menos. Ayuda bastante a conocer cómo era Venezuela en los años cincuenta.

Todavía me quedan algunas cosas pendientes, pero creo que las voy a mandar al diablo y me tomaré un descanso. Demás me lo merezco.