In Memoriam Catalina Lazaru Vasquez

Estaba durmiendo tranquilito al lado de mi querida suegra, cuando me despertó la Pilar -que iba a darle sus remedios- para avisarme que había muerto. En menos de un mes su cáncer había empeorado y como la Pilar y el Tomás Jr. están trabajando, yo estaba acuartelado en su dormitorio donde la estuve ayudando esas complicadas semanas. Creo que puedo escribir un mini manual sobre el cuidado de enfermos, ya tengo algo de experiencia.

Pero bueno, honremos su memoria. Nació en Arica el año 1936, su padre era el marino y buzo griego Konstantino Lazaru Dimas y su madre Felipa Vasquez Quea, de una de las familias fundadoras de Putre, en el altiplano ariqueño. Cuando conocí a la Pilar, vivían en la vieja casa de Patricio Lynch donde había nacido ella y también mi suegra.  

Que puedo decir, era muy cascarrabias y yo la quise como mi segunda mamá, doña Caty aseguraba que soñaba siempre con ella, que conversaban y le encargaba que me cuidara, entonces yo me burlaba diciéndole que estaba senil y cosas por el estilo. Cuando se enojaba de verdad decía "ya van a ver nomás cuando no esté la vieja que les cocine, que lave y todo lo demás ¡como van a extrañar a la veterana!".

La verdad es que no me gustaba su comida, excepto por dos platos que le quedaban espectaculares: el picante de guatas, que hacía para todos los cumpleaños y las papas a la huancaína que hacía en pascua y año nuevo, del resto yo me quejaba entre dientes pero comía igual para no ofenderla.  Eso si que nunca fui tan hipócrita como para decirle que estaba rico.

Era un dínamo hasta unos tres meses atrás, hacía todas las cosas de la casa y andaba inventando cosas que hacer. Le gustaba especialmente la carpintería pero también le gustaba mandar y se ofendía si no la seguían en sus disparatadas ideas. Había superado un linfoma no Hodkings unos 15 años atrás y una recaída hace como tres años, todo iba perfecto hasta que se cayó en el patio y recién ahí notamos que estaba perdiendo peso aceleradamente, un par de semanas y ya tenía el diagnóstico de cáncer gástrico.

Bueno, así es la vida y así es la muerte, solo quedamos tres en la casa, se está desgranando el choclo. Ahora yo estoy encerrado en mi oficina porque no soporto ese absurdo rito de las condolencias y la casa se está empezando a llenar de gente, parientes y amigos, porque la señora era sumamente popular. 

Para evitar condolencias virtuales tampoco decretaré duelo oficial, nada de eso, es mejor ser alegres que ser tristes, los que han leído el final de "La Metamorfosis" de Kafka sabrán a qué me refiero. Condolencias, favor abstenerse, no daré las gracias tampoco.