Fumando espero

Y terminaron las fiestas en mi casa. Anoche después que se apagó el carbón, nos comimos lo que había y nos tomamos los últimos wisky, Finalmente me quedé solo, me enfundé la especie de pijama con que duermo y cuando me disponía a acostarme me acordé que en la oficina me esperaban los habanos Montecristo que me había traído de regalo mi compdre Oscar desde Cuba.

Gracias a varios amigos que conocen mi aficción por los puros, he probado varios de buena marca. Guardo por algún lado les envases de un Romeo y Julieta Churchill añejado, Cohiba, Bolivar dominicanos, Montecristo Robusto, entre los que recuerdo.

Claro que también he probado algunos puros colombianos que son verdaderos guatapiques, como el Humo de Seda y otros por el estilo que a veces compro en Tacna, esos son puros de picadura, a diferencia de los de buena marca que son torcidos. 

Un puro de mala calidad se caracteriza por quemarse disparejo y de cuando en cuando tira una especie de pequeñas explosiones, porque al parecer le agregan azufre -como a los cigarrillos- para que no se apaguen. Es un chiste fumarlos, parecido a tomar vino de chimbombo, pero son baratos y echan humo, así es que a falta de pan...

Volviendo a los Montecristo No2 que tengo en mi escritorio, resultó ser el mejor puro que he probado hasta ahora. Es un cigarro de formato "torpedo" es decir con la boquilla en punta, de casi 16 cm de largo y poco más de 50 mm de grueso: casi un "robusto"

El Montecristo No4 a veces se menciona como el mejor habano del mundo, está hecho de 4 tipos de hoja, desde la más baja que es la suave, a la del tope "la corona" que da el sabor más fuerte. Algunos puros muy prestigiosos a mi me ha resultado difícil fumarlos porque me marean y revuelven el estómago al llegar a la mitad. 

Un amigo me decía que esos son para fumadores experimentados y que seguramente me habían caído mal por fumarlos demasiado rápido. Un puro fuerte, con el paladar no acostumbrado y fumado muy rápido normalmente es una mala experiencia.

Supongo que el Montecristo No2 es ideal para los que no hemos fumado mucho. Se quema maravillosamente parejo y no se apaga, como pasa con otros puros más fuertes. Como los puros son de puro tabaco y no llevan aditivos, la mayoría tienden a apagarse porque solo se mantienen encendidos por el tiro y la forma.

Un habano se fuma en tres partes: el primer tercio es el más suave, acostumbra el paladar y si es bueno, casi no pica. en el segundo tercio ya ha tomado temperatura y el tabaco saca lo mejor que tiene. Algunos platudos solo fuman hasta dos tercios. 

Porque en la tercera parte ya se empieza a recibir más de la esencia del tabaco, en esa parte es cuando uno se marea si lo fuma demasiado rápido. Dependiendo del tamaño, un habano bien fumado puede durar entre una y tres horas. 

Lo fuerte o suave también se puede regular con el tamaño del corte que le hacemos al extremo. Al contrario de lo que se podría pensar, si el corte en la boquilla es muy chico, el puro sabrá más uerte y viceversa. Si cortamos el puro completamente en todo su diámetro, será mucho más suave.

A todo esto los habanos tienen muy poca nicotina, porque a las hojas se les saca la vena central, donde se condensa casi toda la que tiene la planta. Las hojas se dejan fermentar y luego se añejan por uno o más años, igual que el vino. La fermentación es un proceso delicado que si no se controla bien puede arruinar todo el lote.

En todo esto pensaba mientras echaba humo de madrugada, en el más completo silencio y viendo la ciudad a mis pies ¡qué mearavilla! creo que es una gran experiencia. En resumen, si alguien quiere empezar a fumar puros, el Montecristo No2 debe ser lo mejor del mundo.

Lo que más me gusta de los habanos y puros es su completa initilidad: son caros y no sirven para nada, absolutamente, es decir, son lo más taoista que existe, tal como dijo don Chuang Tzu

La utilidad de la inutilidad
Hui-Tzu dijo a Chuang-Tzu: «Tus enseñanzas no
tienen ningún valor práctico». Chuang-Tzu respondió:
«Sólo los que conocen el valor de lo inútil pueden
hablar de lo que es útil. La tierra sobre la que
marchamos es inmensa, pero esa inmensidad no
tiene un valor práctico: lo único que necesitamos
para caminar es el espacio que cubren nuestras
plantas. Supongamos que alguien perfora el suelo
que pisamos, hasta cavar un enorme abismo que
llegase hasta la Fuente Amarilla: ¿tendrían alguna
utilidad los dos pedazos de suelo sobre los que se
apoyan nuestros pies?». Hui-Tzu repuso: «En efec-
to, serían inútiles». El maestro concluyó: «Luego,
es evidente la utilidad de la inutilidad».

(Atribuido a Chuang Tzu por Thomas Merton)