Sábados nostálgicos: Recuerdos del pasado (publicado originalmente el 26 de diciembre de 2015)
Recibí por Facebook -esa Caja de Pandora que siempre nos tiene alguna sorpresa- un saludo de Rose-Marie Goldener Kresse que me trajo a la memoria esos años maravillosos cuando era chico.
Me comentaba hace un tiempo mi primo Camilo, que hoy vive retirado y bien forrado entre Alemania y España que para el -que vivió con nosotros en esos años- nunca hubo una época más feliz, le encuentro toda la razón, para mi fue lo mismo.
La Tía Hilda Kresse fue la mejor amiga de mi mamá y nuestras familias fueron casi una sola. Se conocieron cuando éramos vecinos en una quinta en Quilpué donde vivíamos, debe haber sido a fines de los 50. Yo tengo apenas un recuerdo borroso de ese lugar, pero me acuerdo muy bien de unos años después en Santiago, cuando volvimos a juntarnos.
La Tía Hilda Kresse fue la mejor amiga de mi mamá y nuestras familias fueron casi una sola. Se conocieron cuando éramos vecinos en una quinta en Quilpué donde vivíamos, debe haber sido a fines de los 50. Yo tengo apenas un recuerdo borroso de ese lugar, pero me acuerdo muy bien de unos años después en Santiago, cuando volvimos a juntarnos.
Pasábamos mucho tiempo en su casa en El Salto, para mi era mi segunda casa y allá fue donde me acostumbré a leer. Me enseñaron a coscorrones, entre mi hermana y Rose-Marie, llegué hasta "el Perro" (debe haber sido la cuarta o quinta página del silabario Matte) y abandoné. Pero al poco tiempo encontré un grueso libro sobre el Arca de Noé y me lo leí completo, después me tiré con Las Mil y Una Noches y cuando entré a primer año de primaria ya leía de corrido. En verdad era ávido lector.
Después de unos años se cambiareon a la Gran Avenida y esa fue mi nueva segunda casa. La tía Hilda guardaba revistas y libros en alemán antiguo, escrito en letra gótica y discos con canciones alemanas antiguas. Nos contaba como la Oma y el Opa (abuelos) cruzaron la cordillera en mula para llegar a Chile, era una histroria fascinante. La tía tenía tres hijos que eran Heiny (el mayor), Hermann (del medio) y Rose-Marie la menor, recuerdo que era linda como una actriz de cine, a mi me daba mucho orgullo andar con mi hermana postiza en la calle porque era muy bonita.
Los hijos empezaron a trabajar muy jóvenes en buenos puestos. Heiny fue contratado como experto catador en una viña, era un trabajo muy importante y bien pagado que le permitió comprarse un autito, lo que en esos años (1960s) era un lujo asiático en Chile. Me acuerdo la alegría cuando nos sacaba a pasear, se casó y vivía bien forrado. Hermann también se convirtió en un experto metalurgico en aceros Marathon. En esa empresa también trabajaba Alfonso Aguayo Agost que se casó con Rose Marie y pasó a engrosar mi familia postiza.
Fui muy suertudo, yo era el menor de todos, siempre era centro de atención y me llevaban regalos, el más apoteósico fue un gran meccano que me regalaron para unas pascuas. Eso nos mantuvo ocupados a todos durante el año siguiente.
La navidad y el año nuevo eran grandes acontecimientos en casa de la tía Hildegard, todo se preparába con gran cuidado y empezaba por conseguir un pino de verdad -en esos años no se usaban los pinos plásticos- instalarlo y cargarlo de chocolates y velitas encendidas. No me explico como nunca nos incendiamos. La tía ponía esos discos de 78 rpm con antiguas canciones alemanas, tomabamos el chocolate y conversábamos esperando las 12. A medianoche se tocaba la canción nacional chilena y todos cantábamos, después se repartían los regalos.
Con el tiempo nos fuimos a la Población Santiago y nos empezamos a perder de vista. Pero las navidades seguían siendo divertidas con mis primos, mis vecinos y el ridículo intercambio de papeles con "vale por" de regalo. Nos regalábamos autos, ropa, champaña y quedábamos todos muy contentos. Era divertido, tal como el cola-de-mono que una vez preparamos en un lavatorio y después nadie se lo quiso tomar, se lo regalamos a unos amigos gringos del Peace Corps. Ah que tiempos.
Este año tuve noticias de todos ellos: encontré en Facebook a Valeria Merino Gray, mi amiga de la niñez y hermana de mi primer amigo Jimmy Merino Gray, de Osvaldo y Pato. Por ella supe de Manuel y Ema Soto de la casa del otro lado, todos mis vecinos desde la calle Juarez en Recoleta hasta la calle Diagonal en la Población Santiago. Me asombra ver que están vivos ahora que la mayoría de mis amigos se están muriendo. Tiempos felices que no volverán.
Probablemente por el recuerdo de esos años es que aborrezco la navidad, ese fue el pasado feliz que nunca más volvió. La Población Santiago, la casa de la tía Hilda en Gran Avenida fueron Shangri-La, Después nos fuimos para el sur, vinieron años muy duros y cuando el naipe se compuso ya las fiestas eran solo un pobre remedo de los años felices. No se puede volver atrás y está bien que así sea, pero los recuerdos me va a acompañar hasta el minuto mismo en que estire la pata. Es lo mejor que me voy a llevar para no se donde.
En la foto: Osvaldo, Jimmy y Guillermo Merino Gray. fueron mis primeros amigos y esta foto debe ser de 1967 más o menos. Curiosamente, parece que son familiares de mi amiga Eliana Merino acá en Arica, las cosas de la vida.
Después de unos años se cambiareon a la Gran Avenida y esa fue mi nueva segunda casa. La tía Hilda guardaba revistas y libros en alemán antiguo, escrito en letra gótica y discos con canciones alemanas antiguas. Nos contaba como la Oma y el Opa (abuelos) cruzaron la cordillera en mula para llegar a Chile, era una histroria fascinante. La tía tenía tres hijos que eran Heiny (el mayor), Hermann (del medio) y Rose-Marie la menor, recuerdo que era linda como una actriz de cine, a mi me daba mucho orgullo andar con mi hermana postiza en la calle porque era muy bonita.
Los hijos empezaron a trabajar muy jóvenes en buenos puestos. Heiny fue contratado como experto catador en una viña, era un trabajo muy importante y bien pagado que le permitió comprarse un autito, lo que en esos años (1960s) era un lujo asiático en Chile. Me acuerdo la alegría cuando nos sacaba a pasear, se casó y vivía bien forrado. Hermann también se convirtió en un experto metalurgico en aceros Marathon. En esa empresa también trabajaba Alfonso Aguayo Agost que se casó con Rose Marie y pasó a engrosar mi familia postiza.
Fui muy suertudo, yo era el menor de todos, siempre era centro de atención y me llevaban regalos, el más apoteósico fue un gran meccano que me regalaron para unas pascuas. Eso nos mantuvo ocupados a todos durante el año siguiente.
La navidad y el año nuevo eran grandes acontecimientos en casa de la tía Hildegard, todo se preparába con gran cuidado y empezaba por conseguir un pino de verdad -en esos años no se usaban los pinos plásticos- instalarlo y cargarlo de chocolates y velitas encendidas. No me explico como nunca nos incendiamos. La tía ponía esos discos de 78 rpm con antiguas canciones alemanas, tomabamos el chocolate y conversábamos esperando las 12. A medianoche se tocaba la canción nacional chilena y todos cantábamos, después se repartían los regalos.
Con el tiempo nos fuimos a la Población Santiago y nos empezamos a perder de vista. Pero las navidades seguían siendo divertidas con mis primos, mis vecinos y el ridículo intercambio de papeles con "vale por" de regalo. Nos regalábamos autos, ropa, champaña y quedábamos todos muy contentos. Era divertido, tal como el cola-de-mono que una vez preparamos en un lavatorio y después nadie se lo quiso tomar, se lo regalamos a unos amigos gringos del Peace Corps. Ah que tiempos.
Este año tuve noticias de todos ellos: encontré en Facebook a Valeria Merino Gray, mi amiga de la niñez y hermana de mi primer amigo Jimmy Merino Gray, de Osvaldo y Pato. Por ella supe de Manuel y Ema Soto de la casa del otro lado, todos mis vecinos desde la calle Juarez en Recoleta hasta la calle Diagonal en la Población Santiago. Me asombra ver que están vivos ahora que la mayoría de mis amigos se están muriendo. Tiempos felices que no volverán.
Probablemente por el recuerdo de esos años es que aborrezco la navidad, ese fue el pasado feliz que nunca más volvió. La Población Santiago, la casa de la tía Hilda en Gran Avenida fueron Shangri-La, Después nos fuimos para el sur, vinieron años muy duros y cuando el naipe se compuso ya las fiestas eran solo un pobre remedo de los años felices. No se puede volver atrás y está bien que así sea, pero los recuerdos me va a acompañar hasta el minuto mismo en que estire la pata. Es lo mejor que me voy a llevar para no se donde.
En la foto: Osvaldo, Jimmy y Guillermo Merino Gray. fueron mis primeros amigos y esta foto debe ser de 1967 más o menos. Curiosamente, parece que son familiares de mi amiga Eliana Merino acá en Arica, las cosas de la vida.
Lo que dice es así Tomás. Mis fiestas, cuyo diagrama mas o menos se repite, suelen empezar conque un cuñado solterón viaja y se queda con nosotros ya desde unos días antes. Entonces mi mujer y él empiezan una larga charla, de la cual yo apenas soy testigo, en la que vuelven a recorrer la infancia, las casas en que vivieron, las tías tal y tal - que ya murieron, claro - son como dos personas adultas rememorando la infancia y las juventudes. Felizmente no lloronean con todo eso, mas bien se ríen de viejas bromas. Pero el asunto bordea peligrosamente la nostalgia. Uls
ResponderBorrarah, y empiezo: Felices Fiestas para todos los concurrente!
ResponderBorrarUls
jajaja
Borrarhttps://www.youtube.com/watch?v=vrjX_NbJk0w
Y este otro "tanto cuesta, tu pagai"
https://www.youtube.com/watch?v=8koaDd4nX4Y
no me gustan estas fechas, quiero que sea 2 de enero ya, no sé por qué, cuando niño no celebrábamos los cumpleaños, no había plata, lo mismo para la navidad, fue a mediados de los 80 cuando se afirmó la cosa, pero ya era de unos 15 años, casi un adulto, mañana tendré que estar medio disimulando, cuando sólo querré ir a dormir, bueno, otro año más de lo mismo
ResponderBorrarYo igual detesto la navidad, pero aprovecho el año nuevo para emorracharme como cuba. Es el pretexto perfecto
Borrarbuena medida, veré si tomo, estoy medio retirado, ya casi no soporto, me duermo al primer vaso
BorrarYo ando igual así es que me trato de tomar unos cinco vasos ante de quedar KO, es mejor prevenir que lamentar!
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