Botado en el desierto

Ayer andaba bastante enojado pensando que había fundido el auto, pero hoy lo estuve revisando y parece que no pasó nada tan grave, el lunes me voy para el mecánico a chequear pero me parece que fue un problema de termostato. Espero que no se haya doblado la culata ni nada de eso, en fin, esta fue la historia de como me quedé botado en el desierto.

El auto se había portado muy bien en el viaje de ida, excepto por un temblor en la dirección que me tenía preocupado así es que esta vez no me fuí demasiado rápido. El rendimiento promedio fue espectacular: llegué a Iquique y anduve un día completo gastando muy poco combustible, cuando llené nuevamente el estanque vi con sorpresa que llevaba recorridos 340 km con 12.1 litros de gasolina ¡un rendimiento de 28 km por litro! nada mal para un auto de 1988.

En Iquique le cambié el filtro de gasolina y venía de vuelta muy contento hasta que subiendo la cuesta de Tana comenzó a subir la aguja de la temperatura. No le dí demasiada importancia hasta que llegó al rojo y comenzó a sonar el silbido del agua hirviendo. Estaba en un sector llamado Las Siete Pampas, el más desolado de todo el camino. a 140 km de Arica, o sea prácticamente en la mitad del viaje.

Dejé que el auto se enfriara, lo revisé pero no encontré nada, podía ser el termostato porque la bomba de agua no perdía líquido. Revisé mis opciones: podía volver a Huara pero tenía las subidas de Tana y Tiliviche, así es que decidí seguir adelante hacia Arica, hasta donde llegara. Con el agua hirviendo y la aguja en rojo llegué hasta una posada en los altos de Chiza, donde pude comprar agua para echarle.

Desde allí venía una larga bajada de 17 km que podía hacer con el motor apagado, así es que le puse el contacto en "on" y me largué hacia abajo en tercera. Gracias a Newton y sus leyes de gravedad e inercia llegué hasta los geoglifos ganando 17 kilómetros de camino, cerca de allí hay afloramientos de agua así es que llené de nuevo el radiador y seguí con mucho cuidado hasta Cuya.

En Cuya ya estaba entre amigos, pero me quedaba la larga y empinada cuesta de Camarones en subida (son unos 24 km), en fin, pensé, el que no se arriesga no gana así es que empecé a subir con mucho cuidado echando agua de tanto en tanto. Total, si fundía subiendo la cuesta igual podría bajarla con el motor apagado y dejar el auto en Cuya hasta nuevo aviso.

"Vamos, vamos amigo que tu puedes" le decía al auto al tiempo que iba parando cada vez que la temperatura llevaba mucho tiempo en rojo. Y así seguí por la larga y desolada planicie del desvío a Codpa, llegué a la bajada de Chaca y otra vez con el motor apagado para abajo. En la última subida que es la más suave el motor empezó a fallar en serio: no tenía fuerza y daba una especie de estornudos que me preocuparon mucho, pero en fin "avanti, sempre avanti" llegué a la punta del cerro. Luego un corto tramo plano y la bajada de Acha, ya estaba en Arica por fin.

Para llegar a mi casa hay una subida empinadísima, hice dos intentos y en ambos se apagó el motor en la mitad teniendo que devolverme peligrosamente en marcha atrás por una calle de mucho tráfico. Finalmente empujé al auto por unos 200 metros para tomar impulso, dejé que se enfriara bien y aceleré a fondo por el tramo plano para tener impulso. Así llegue hasta arriba donde el motor -en la puerta de mi casa- se apagó con un ruido horrible.

Finalmente en mi casita me senté en ese reino del caos que es mi escritorio y me puse a reclamar contra el mundo. Ahora que todo pasó lo veo como una anécdota más, al final llegué vivo y sano a Arica y el auto no parece estar tan mal después de todo. Y esa fue la triste historia...Mañana será otro día.