La letra con sangre entra

Ayer me encontré con un amigo que es profesor en un liceo técnico. Era profesor para ser más precisos, porque acaba de renunciar. no soportó más la frustración de trabajar en un verdadero reformatorio. Me contaba que al liceo llegaba lo peor, todos los que no eran admitidos en otras partes, puros delincuentes juveniles activos o en potencia.

Imposible pensar en disciplina porque el liceo tiene que cuidar la asistencia primero que todo, que es la base de las subvenciones. Ni soñar con castigar o suspender a un alumno porque corren el peligro de que no vuelva a clases. La política entonces es laizes fare, que hagan lo que se les antoje con tal de que mantengan la asistencia.

Es un problema sin solución: así como no se puede obligar a trabajar a un preso, tampoco se puede obligar a aprender a un alumno ¿que puede hacer un profesor de matemáticas si a un alumno no le interesa aprendet álgebra? Absolutamente nada, no hay modo. Este es el problema fundamental de la educación obligatoria; a algunos alumnos simplemente no les interesa lo que les están enseñando.

Los teóricos de la educación pública (pedagogistas los llamaba Parkinson) se las han arreglado para convencer a la gente que eso es una especie de enfermedad o defecto de los alumnos, echando la culpa a la familia, la pobreza, la falta de ayuda. Puras tonteras, no es ningún defecto de los alumnos el darse cuenta que están perdiendo el tiempo, yo diría que es una cualidad.

Nunca he entendido por que la educación formal es obligatoria ni por qué está prohibido el trabajo infantil ¿porqué un niño no puede trabajar en lugar de ir a la escuela si así lo prefiere? obligarlos a ir a la escuela me parece un abuso y un desperdicio de recursos, solo deberían estudiar aquellos que están interesados, eso solucionaría la mayor parte de los problemas de la educación.

Ayer en la tarde estaba escribiendo esto cuando me llaman unos amigos -antiguos y conocidos ariqueños- para juntarnos a tomar un trago. La cosa se alargó hasta las 4 AM y estuvo muy buena porque se pusieron a contar historias del Puerto Libre, en los sesentas y a principios de los setenta.

Bueno, entre las muchas cosas conversadas me enteré de la verdadera historia del Yayo Fritis, el Rey de la Cocaína en Arica y personaje casi mitológico en la ciudad. Años atrás escribí en mi antiguo weblog una nota llamada el día que cambió la historia de Arica, referida a lo mismo, pero esta vez supe la historia de primera mano, de boca de amigos cercanos a Fritis.

Cuando fue el golpe de estado, en 1973, los militares deportaron a Eduardo Fritis Colón y otros conocidos narcotraficantes a USA. Fritis pasó un año en la cárcel pero en el juicio no le pudieron acreditar delitos y al cabo de ese tiempo quedó libre. De allí se fue a Colombia a trabajar en la incipiente industria de los laboratorios de cocaína en ese país -tenía todo el expertise pues los primeros laboratorios estuvieron en Arica- y murió en una explosión por manejo poco cuidadoso de éter, fabricando droga.

Esa fue la verdadera historia y las demás leyendas. El que fue su chofer, guardaespaldas y mano derecha hoy es un viejito de más de 70 años que con el tiempo volvió a nuestra ciudad y hoy es un pequeño comerciante, olvidado de todas esas aventuras de juventud, cuando existía la hermandad de Arica, precursora de los carteles colombianos. La fotografía muestra la playa La Lisera en esos años, cuando la única casa del sector era la del famoso Yayo Fritis.