Mueran las bolsas camiseta

Muchos años atrás leí en un Readers Digest un artículo muy inspirador acerca de un ejecutivo de publicidad de Nueva York que repentinamente quedó cesante, el tipo relataba como después del shock inicial, de verse enfrentado a la posibilidad de no tener con que vivir en el futuro, pensó que tenía que hacer algo para mantener en alto la confianza en si mismo.

Entonces se hizo un propósito: aunque eso lo llevara a la miseria, iba a usar una sola vez la hoja de afeitar por el resto de su vida, cada día usaría una hoja nueva, y la conciencia de este pequeño derroche lo motivaría a trabajar con más ganas y a superarse pensando que tenía que juntar plata para comprar una nueva Gillette diariamente.

A mi me impresionó mucho el artículo, tal vez porque estaba en una situación parecida y durante un tiempo la puse en práctica, hasta que me quedé sin un solo peso y tuve que seguir usando indefinidamente la última hoja que había comprado. Pasaron los años y me enteré por el mismo Readers que el tipo que había escrito ese artículo era un exitoso vicepresidente de publicidad (en esos años no se hablaba de marketing) de la compañía Gillette.

Me sentí furioso con el engaño, había caído redondito malgastando mis pocos pesos en comprar una nueva hoja todos los días. Pero después lo pensé bien y la idea seguía siendo buena; es bueno hacer pequeños derroches regularmente porque eso nos mantiene con el sentimiento de culpa alerta y evita que nos autoenngañemos con derroches mayores.

Mi derroche personal son los puros, de vez en cuando me compro una caja de puros baratos y me encanta ver como se van quemando mis escasos fondos mientras pienso que ya es hora de ponerme las pilas y empezar a hacer algo productivo. La incerteza económica exige mantener la sangre fria y pensar con claridad. La mayoría de la gente que he conocido apenas se quedan sin ingresos se desesperan y empiezan a hacer estupideces lo que contribuye a hundirlos más rápido.

En el libro Apocalipsis (ya pasé la página 650), se desata una peste que mata a casi toda la población en USA, un preso, al darse cuenta que está pasando algo raro empieza a guardar parte de la comida. Finalmente todos los guardias se mueren y el tipo se queda encerrado y condenado a morirse de hambre. Primero se come lo que tenía guardado, luego una cucaracha, un ratón y finalmente ataca la pierna de un muerto de la celda del lado. Cuando ya no tiene que comer y se empieza a morir desesperado aparece un tipo, lo libera y lo lleva a comer bistek. A mi me ha pasado muchas veces algo parecido, al final todo se arregla para el que no tira la toalla.

Pero de lo que quería escribir es de las cosas desechables, muchas veces le encuentro razón a Rama cuando reclama en su blog sobre la cultura del desperdicio y creo que todo esto partió con los dos primeros productos desechables: la tapa de las gaseosas y la hoja de afeitar Gillette.

Donde el desperdicio llega al máximo es en la industria de los envases: voy a la farmacia a comprar aspirinas, que vienen envasadas dentro de un blister de aluminio y plástico duro, esto viene dentro de otro empaque de cartón y cuando me la entregan la echan dentro de una mini bolsa-camiseta de polietileno ¡envase, sobre envase, sobre envase! Todos echos para botarse, adivinen quien paga todo eso.

Los envases son el gran negocio, cada día aparecen nuevos envases de usar y tirar: las malditas bolsas-camiseta, plaga de nuestro siglo, los tetra-pack, las botellas "no-retornables". Por lo menos buena parte de las latas de aluminio se reciclan. Antes, al comprar 300cc de cerveza pagábamos por la cerveza, ahora además pagamos por la lata de aluminio, forjada y pintada artísticamente, debería tener un gran letrero que dijera ¡idiota, compraste algo para botarlo!.

Todo tiende a convertirse en desechable, primero fueron las Gillette ahora hasta los matrimonios. Los que tanto cacarean por protestas ecológicas deberían reclamar contra esta estafa de los envases. Cuando yo era chico los almacenes tenían enormes rollos de papel de envolver, hacer paquetes era un arte y ser empaquetador un oficio, hoy las bolsas-camiseta mandaron todo eso al diablo. En fin, ya estoy reclamando como veterano "cuando yo era joven hijitos, ñaca, ñaca". Bah, mueran las bolsas-camiseta, como las detesto...