Donde está la gracia

Entre las oportunidades perdidas de mi vida -que han sido muchas- estuvieron los días que pasé por Londres en 1983. Pasaba todo el día encerrado en una pieza igual a la de Mr. Bean en el Barrio Belgravia, pensando si todos los ingleses vivirían en lugares tan feos. Me imaginaba como sería la vida de James Bond después de sus exóticas misiones en el Caribe; de vuelta en su cuartucho en la calle Ebury sentado en la cama comiéndose una lata de sardinas, era una idea que me hacía mucha gracia. En uno de los lugares más interesantes del mundo es dobde peor lo he pasado

Cuando a mediados de los ochentas quedé cesante por segunda vez en mi vida -de Computrónica, una empresa más turbia que el Mapocho- me ofrecieron la gerencia en Arica de VTR que recién venía llegando a Chile. Un buen amigo mío era una especie de conseglieri de los jefazos y me ofreció el trabajo: yo justo andaba en Santiago y le dije que bueno. Pero cuando me dijo "preséntate mañana a las nueve para la entrevista" me imaginé levantándome a esa hora por el resto de mi vida y cambié de idea: no me presenté nunca. Aunque pensándolo bien, esa no fué una oportunidad perdida, más bien una salvada providencial.

Otra vez, a finales de los ochentas, me ofrecieron ir a Hong Kong a hacerme cargo de una oficina de trading. Eran los mejores años de la zona franca de Iquique y de haber aceptado probablemente hoy estaría forrado en plata. ¿Por qué no me fui? no soportaba la idea de irme de Arica, donde estaban todos mis amigos. Al final mis amigos de esos años se fueron todos y yo me quedé acá, donde espero convertirme en momia en -digamos- unos 500 años más.

Cuando trabajé con mi primo a cargo de los negocios de zona franca también pude haberme hecho una situación; pasaban por mis manos millones sin ningún control, si me hubiese robado un 10% probablemente hoy no tendría problemas de plata. Pero fundirme o meter las uñas no estaba entre mis opciones en esos años, lo más chistoso es que mi primo todavía debe creer que le hice alguna jugarreta. Esa historia fué para sacar grandes moralejas, que mejor me las reservo.

Para que les cuento con mujeres, debo haber perdido cientos de oportunidades, más que nada por tímidez o flojera. De no haber sido por una tía de la Pilar que me hizo entrar a empujones a su casa, habría podido escabullirme y hoy sería un feliz solterón. Creo que en esa área es donde más oportunidades he perdido.

Desde hace unos 20 años me han venido ofrecido grandes negocios, he conocido gente con mucha plata con ideas para hacer cosas, pero siempre al último momento esas cosas se me han chingado y todo queda en nada. Parece que mi destino no es hacerme millonario sin trabajar, aunque seguiré insistiendo hasta el día que estire la pata, creo que es un ideal demasiado noble para dejarlo de lado.

Claro que siempre uno tiende a recordar lo malo, mientras que lo bueno se olvida o le restamos importancia. En nuestra estructura mental esperamos que nos pasen puras cosas buenas como algo natural, lo malo es extraordinario y por eso nunca se nos olvida. La verdad es que he aprovechado muchas oportunidades y muy bien. Si hoy no tengo plata es culpa de mi flojera exponencial, nada más, porque según mi filosofía cualquier idiota puede hacerse millonario trabajando, eso no tiene ningún mérito. La gracia está en hacerse millonario sin trabajar.