Gatsby dejó 5.10 dólares de ganancia

Viernes santo, hoy no se trabaja. Tal como he contado otras veces, desde mi ventana, junto al escritorio, veo casi todo Arica, aún más lenta que de costumbre en este día feriado, Apenas unos cuantos autos circulando, ni un ruido. El clima sigue como siempre, un poco fresco pero lo bastante tibio como para andar con short y polera, nada extremo, nada estridente, un día especial para descansar, soñar, no hacer nada y por supuesto aburrirse.

Estuve buscando el libro El Secreto de las Catedrales, de Fulcanelli, que había ofrecido mandarle a Lilian, pero no hay caso, tengo el notebook y un disco duro externo repletos de archivos, quien sabe cuantos miles y el asunto es como buscar una aguja en un pajar, además que nunca he querido indexar mis discos, ni con Google Desktop ni con el servicio de Microsoft, creo que es pésima idea esa de los índices, pero al tenerlos así, es como una bodega inmensa repleta de cachureos desordenados, imposibles de encontrar. Todo tiene su precio.

En la búsqueda hice dos descubrimientos afortunados que ya ni me acordaba: una colección de los mejores cuentos de Truman Capote y otra de los primeros cuentos de Francis Scott Fitzgerald, los dos son escritores que admiro mucho. Empecé con Fitzgerald y llevo leído Cabeza y Hombros (creo que fué el primero que vendió a una revista importante, en realidad lo había leído antes), después seguí con Berenice se Corta el Pelo y El Palacio de Hielo, que me gustó mucho, en pocas palabras, me estoy dando un festín. Miren esta cita al principio del libro:

La mayoría de los escritores nos repetimos: es verdad. En nuestra vida tenemos dos o tres experiencias decisivas e impresionantes, experiencias tan decisivas e impresionantes que en ese momento nos parece imposible que nadie se haya sentido jamás tan afectado, hundido, deslumhrado, asombrado, vencido, roto, salvado, iluminado, recompensado y humillado.

Luego aprendemos el oficio, mejor o peor, y contamos dos o tres historias cada vez disfrazadas de una manera puede que diez veces, o cien, tantas como la gente quiera escucharlas.

«Cien salidas nulas», Saturday Evening Post, 4 de marzo de 1933).

Gran escritor Fitzgerald, con su fijación sobre el éxito social y todo eso. Hoy es famoso por sus novelas y a veces se considera que los cuentos eran basura que escribía para ganarse la vida. Nada de eso muchos cuentos son estupendos. Como están presentados en órden cronológico se puede ver su evolución desde los primeros, centrados en el argumento y con un final sorpresivo, al estilo O Henry, hasta sus cuentos más maduros donde el argumento casi no tiene importancia, al lado de la emoción y la estructura del relato, entonces ya había dominado el truco de escribir en prosa mejor que badie. Siempre es un placer leerlo.

Leo algo interesante en el prólogo de Matthew J. Brucolli:

"Es necesario comprender la situación económica de Fitzgerald para valorar la influencia de sus cuentos en su trayectoria. ganó una fortuna. El dinero de los cuentos debería haberle supuesto tiempo para escribir novelas, pero habitualmente vivía al día, cuento a cuento. Fitzgerald nunca tuvo una novela que fuera un éxito fulminante: ni siquiera A este lado del paraíso, que vendió 52.000 ejemplares en su día., y le proporcionó unos 15.000 dólares en derechos de autor. Gatsby y Suave es la noche fueron fracasos económicos. En 1929 ocho cuentos vendidos al Post le reportaron a Fitzgerald 30.000 dólares, mientras que los derechos de todos sus libros ascendieron a 31,77 dólares (incluyendo 5,10 dólares de Gatsby).."

¡Ganó US$ 5,10 por la venta de El Gran Gatsby! A veces me he sentido orgulloso con algo que me ha salido bien y me da un poco de rabia porque nadie me reconoce todo el maldito esfuerzo, ni tampoco me ha dejado un solo peso. Al contrario, otras veces me reconocen y gano plata por estupideces, en fin, es un buen dato y me sirve de consuelo -guardando las proporciones- saber que Gatsby dejó 5.10 dólares de ganancia.

Cuando compraba libros (antes de que aprendiera a piratear en Internt) iba siempre a la misma tienda de libros usados en la ex feria Sangra, donde con paciencia se podía encontrar pequeñas joyas por el equivalente a 1 o 2 dólares -eso es lo bueno de vivir en un lugar donde casi nadie lee- y una de mis mejores adquisisciones fue Tender is the Nigth, la otra novela de Fitzgerald en una linda edición. Recuerdo que se lo presté a una amiga que quería empezar a leer y no lo ví más. Hoy debe servir de posavasos o para sujetar la puerta, si es que no han usado las páginas para hacer unos joint, De lo que estoy seguro es que mi amiga jamás leyó ni una línea, ni falta que le hacía, ella era de por si una novela.