El chileno dueño de la luna

Cuando se junta un par de publicistas todo puede pasar, especialmente si han sido contratados por el gobierno de Sebastian Piñera, que tiene el dudoso honor de ser el presidente con peores asesores de imagen en nuestra historia republicana. Parece que para ser asesor de imagen en este gobierno hay que demostrar un CI bajo 80, cualquiera con más puntos no tiene chance.

Bueno, para cerrar con broche de oro la cadena de estupideces que han cometido a lo largo de este gobierno, a los Creativos del Supremo Gobierno no se les ocurrió mejor idea que reflotar la rancia historia de Jenaro Gajardo, el chileno que inscribió la luna a su nombre, según leo en diariopyme.cl

"Este domingo, el presidente de la República, Sebastián Piñera lanzó una nueva campaña en el marco de "El año de la Innovación". Para ello, se utilizó la historia de Jenaro Gajardo, chileno que inscribió la luna a su nombre 

Con esto, se busca que las personas se inspiren en él para que piensen en ideas que puedan mejorar sus vidas y puedan ayudar al desarrollo de Chile y así participar en el 2º Concurso "Imagina Chile", a través del sitio sitio www.imaginachile.cl, hasta el 31 de julio y lo 3 primeros ganadores obtendrán un premio de $4.000.000".

Toda esa absurda historia no habria pasado de ser una simpática chifladura, de no haber sido porque Chile en los años cincuenta y sesenta era un pueblo chico, olvidado por la mano de Dios del que nadie tenía motivos para estar orgulloso, entonces la gente se sentía ansiosa de creer que a alguien le importábamos o que en algo nos podíamos destacar, aunque fuese una cosa absurda.

Por eso, en 1969 apareció la historia -obviamente falsa- de que Nixon había mandado una carta a Gajardo en nombre del pueblo americano, pidiéndole permiso para alunizar. En fin, todo habria sido simpático si no fuese por el bombo que dio la prensa en esos años -incluido Don Francisco- que nos mostraba como los chilenos apocaditos que éramos, ansiosos de destacar en algo. Muchos países en América Latina siguen en esa etapa y le dan una importancia exagerada al más minimo reconocimiento y arman historias para inflar el asunto.

Pero Chile ya debió haber pasado esa enfermedad infantil de buscar el reconocimiento por medio de tonteras. Ya tuvimos un número uno en tenis, varios futbolistas millonarios y todos esos tontos alimentos para el ego de los pobres diablos, que se proyectan en sus ídolos. El chileno apocadito debió haberse extinguido hace rato, sin embargo sigue escondido y de repente vuelve a aparecer.

Lo hilarante es que revivieron esta fiambre historia para una campaña publicitaria por la innovación, cuando don Jenaro no fue mas que un copión de ideas muy anteriores ¿o alguien cree que fue el primero que se le ocurrió tan genial idea? Claro que no, antes se le habia ocurrico a Martin Juengers, Dean Lindsay (1936), James T. Mangan (1948) y varios otros que me aburro de nombrar, sacados de una rapida consulta en Google. Como ven, chiflados hay en todo el mundo y en toda época.

Pensándolo bien, los mediocres publicistas dieron en el clavo en algo: todos estos concuros e ideas innovadoras fomentadas por el gobierno no pasan de ser chanchullos, copias disfrazadas de originalidad, malas copias, muy a la chilena.

Si hubiesen tenido dos dedos de frente, para un concurso de innovación, tenían un ejemplo a la mano, el invento economico que será el futuro de todos los planes de seguridad social en el mundo: la capitalización individual, su creador esta vivo y tengo el gusto -y el honor- de conocerlo: don Jose Piñera, hermano de nuestro mediocre presidente. Pero habria sido imposible, la inteligencia verdadera repugna el alma del chileno medio, dispara desde lo más hondo de su resentimiento pehuenche, ¡si somos el reino de los resentidos!.

En lugar de colocar modelos inteligentes preferimos los "vivos" esos que muestran ingenio, superficilidad, apariencias y falsa inteligencia. Eso si que nos encanta y es muy popular. En todo caso la estupida historia de "el chileno dueño de la luna" pasó sin pena ni gloria y no prendió pese a los buenos millones que debe haber costado.