NULLA DIES SINE LINEA. Filosofía barata, historias, historietas, moralejas, chamullos, relatos absurdos, la vida de un vago, cosas de Arica, literatura, música, pornografía, política, física, cocina regional, minas, copete y cosas por el estilo. The awesome, absurd and often bored adventures of our Man of Mystery in Arica, from the trenches, in the Northern Front. Sacar a mil, sacar a mil. Streams of brilliance often spring from boredom. "Be yourself, but bigger"
17 septiembre 2016
Sábados literarios: novelas y ciudades
Algunas de las mejores novelas que se han escrito tienen como personajes principales no a personas sino a ciudades, es decir, por medio de historias nos dan una sensación acerca de como es la vida en alguna ciudad y como algunos lugares pueden tener un paisaje físico, humano, climático, etc. tan especial que les da una personalidad única. En estas novelas es la ciudad, más que las personas, la que se convierte en protagonista de la historia.
Justine, de Laurence Darrell
Tal vez la novela mejor escrita que tiene como protagonista a una ciudad es Justine, el Cuarteto de Alejandría, de Laurence Durrell. En el prólogo -después de una extraña referencia a la Teoría de la Relatividad- el autor dice:
El tema central del libro es una investigación del amor moderno. Estas consideraciones pueden parecer un poco presuntuosas e incluso grandilocuentes. Pero valga la pena tratar de descubrir una forma, adecuada a nuestro tiempo, que merezca el epíteto de “clásica”. Aunque el resultado sea “ciencia ficción” en la verdadera acepción del término.
La novela gira en torno a una mujer judía, Justine, su marido millonario Balthasar, el narrador y su esposa. Está ambientada en la ciudad de Alejandría, probablemente en los años treinta y casi no tiene argumento, todo gira en torno a Justine y el amor que su marido y el narrador sienten por ella, pero la verdadera `protagonista es la ciudad, sobre la que escribe Durrell.
"La ciudad que se sirvió de nosotros como si fuéramos su flora, que nos envolvió en conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros, la amada Alejandría
(...) En esencia, ¿qué es esa ciudad, la nuestra? ¿Qué resume la palabra Alejandría? Evoco enseguida innumerables calles donde se arremolina el polvo. Hoy es de las moscas y los mendigos, y entre ambas especies de todos aquellos que llevan una existencia vicaria.
Cinco razas, cinco lenguas, una docena de religiones; el reflejo de cinco flotas en el agua grasienta, más allá de la escollera. Pero hay más de cinco sexos y sólo el griego del pueblo parece capaz de distinguirlos. La mercadería sexual al alcance de la mano es desconcertante por su variedad y profusión. Es imposible confundir a Alejandría con un lugar placentero. Los amantes simbólicos del mundo helénico son sustituidos por algo distinto, algo sutilmente andrógino, vuelto sobre sí mismo. Oriente no puede disfrutar de la dulce anarquía del cuerpo, pero ha ido más allá del cuerpo. Nessim dijo una vez, recuerdo —y creo que lo había leído en alguna parte—, que Alejandría es el más grande lagar del amor; escapan de él los enfermos, los solitarios, los profetas, es decir, todos los que han sido profundamente heridos en su sexo."
Es uno de los mejores libros que he leído en mi vida, más de una vez lo he mencionado en este Templo del Ocio.
La Peste, de Albert Camus
Otra gran novela dedicada a la ciudad de Oran, en Argelia, es La Peste, de Albert Camus y narra la historia de una infección de peste bubonica que se apodera de la ciudad, que es declarada en cuarentena y todos los que viven allí quedan aislados con prohibición absoluta de salir o de recibir visitas desde fuera, mientras tanto, la peste va matando uno a uno a sus habitantes. Camus habla de Oran en estos términos:
"Los curiosos acontecimientos que constituyen el tem a de esta crónica se produjeron en el año 194... en Oran. Para la generalidad resultaron enteramente fuera de lugar y un poco aparte de lo cotidiano. A primera vista Oran es, en efecto, una ciudad como cualquier otra, una prefectura francesa en la costa argelina y nada más.
La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de cual quier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra? El cambio de las estaciones sólo se puede notar en el cielo. La primavera se anuncia únicamente por la calidad del aire o por los cestos de flores que traen a vender los muchachos de los alrededores; una primavera que venden en los mercados. Durante el verano el sol abrasa las casas resecas y cubre los muros con una ceniza gris; se llega a no poder vivir más que a la sombra de las persianas cerradas. En otoño, en cambio, un diluvio de barro. Los días buenos sólo llegan en el invierno.
El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere. En nu estra ciudad, por efecto del clima, todo ello se hace igual, con el mismo aire frenético y ausente. Es decir, que se aburre uno y se dedica a adquirir hábitos"
Retrato del Artista Cachorro, de Dylan Thomas
Esta es una colección de cuentos, un libro maravilloso que se puede descargar aquí, muy parecido en temática y programa a Dubliners, al vez la única novela inteligible que escribió James Joyce, antes que se pusiera a escribir en jerigonza. Los cuentos suceden en Tawe, de la región de Swansea, en Gales y -al igual que en el libro de Joyce sobre Dublin- el protagonista principal no son las personas sino el lugar, su paisaje físico y humano. Pese a que James Joyce es mucho más famoso, creo que el libro de Thomas le gana, por lejos. Este es un extracto del cuento Un sábado caluroso:
"Pero él no era un poeta que vivía y caminaba; era un muchacho joven en un pueblo marítimo, en un caluroso día feriado, y con dos libras que gastar. No tenía visiones; sólo dos libras y un cuerpo pequeño con los pies en la arena llena de desperdicios. La serenidad, para los ancianos. Se alejó, cruzando el ferrocarril, hasta el camino por donde circulaban los tranvías.
Al pasar junto al reloj floral, en el Jardín de la Reina Victoria, gruñó. —¿Qué puede hacer ahora un imbécil? —dijo en voz alta, haciendo que una mujer joven que estaba sentada en un banco frente al mingitorio de mayólica blanca se sonriera, bajando su novela.
Tenía el cabello castaño peinado en alto, a la moda antigua, bucles sueltos y un rodete, y de allí salía una blanca rosa Woolworth que se doblaba hacia abajo, tocándole la oreja. Llevaba un vestido blanco con una flor de papel rojo pinchada en el pecho y anillos y brazaletes que procedían de algún quiosco de feria. Los ojos eran pequeños y muy verdes.
El muchacho anotó, cuidadosa y fríamente en una sola mirada, todos los raros detalles de su aspecto. Eran la certeza tranquila, impávida, de su apostura ante su mirada escrutadora; la seguridad de su sonrisa y la actitud de su cabeza; esa suavidad, esa extraña rareza que la defendía de todo mal encuentro, de toda mirada invitante, lo que le hizo temblar los dedos. Aunque su vestido era largo y el cuello alto, lo mismo podía estar desnuda allí, en la playa. Su sonrisa confesaba que su cuerpo estaba desnudo, inmaculado, deseoso, tibio bajo la tela, y que ella esperaba, inocente. «Qué hermosa es —pensó, puesta su mente en las palabras y los ojos en su cabello y en su piel blanca y roja—, qué hermosamente me espera, aunque no sabe que me espera, y jamás podré decírselo.»
Se había detenido y la miraba fijamente. Como una niña confiada frente a una cámara, así estaba ella sentada y sonriente, las manos entrelazadas, la cabeza ligeramente inclinada, de modo que la rosa le tocaba el cuello. Aceptaba su admiración. Aquella muchacha, de entre un millón, se apoderaba de su larga mirada y acariciaba su amor estúpido".
Aunque son historias personales, con protagonistas humanos, en conjunto, los cuentos del Artista Cachrro y Dubliners tienen como protagonistas las rspectivas ciudades, son muy buenos.
Otros libros de ciudades
También hay otros libros donde la ciudad no es protagonista principal pero si están muy bien descritas: en Paris era una fiesta y Muerte en la Tarde, Hemingway describe bellamente lugares de Francia y España, el final de Muerte en la Tarde, referido a España, el lindísimo. También Está Pequeño Mundo, un volumen de cuentos poco conocido de Hermann Hesse que describe algunos pueblos de la montaña alemana. Y Out of Africa, el monumental libro de memorias de Isak Dinesen. Son todos libros llenos de pasión y conocimiento donde los lugares pasan a tener más importancia que las personas.
Algún día se escribirá un buen libro con Arica de protagonista, material hay mucho pero falta alguien con talento que lo ponga por escrito. Esperemos a ver si aparece un Kavafis o un Laurence Darrell por acá, en una de esas.
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Hace mucho lei Adan Buenosayres de Marechal, creo que estaria en cualquier ranking
ResponderBorrarAdan Buenosayres, nunca me animé a leerlo. Leía un poco y lo dejaba, después trataba de nuevo pero no hubo caso. Creo que le faltaba un ingrediente literario muy importante: no es entretenido. Al menos a mi nunca me enganchó para seguir leyendo, está lleno de disgresiones y discursos del autor. Un día de estos voy a intentrlo de nuevo.
ResponderBorrarUn puente sobre el Drina, de Ivo Andric, da al pequeño poblado de Visegrad una estatura histórica que quisieran tener grandes urbes de los Balcanes.
ResponderBorrarBuen dato Cardenaldo, lo buscaré
ResponderBorrarEs raro darle demasiado énfasis a la ambientación, generalmente eso se hace de forma muy superficial. En Cien Años de Soledad también hablaban mucho de cómo se encontraba Macondo según la época y era interesante leer los cambios.
ResponderBorrarAdan Buenosayres tiene una aproximación aérea a la ciudad que es espectacular, pero yo tampoco pude pasar mucho de eso. Ah, y el cronista de Arica deberá ser usted por supuesto.
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