Presidentes ridículos y Los Simpsons

Hacer el ridículo
El presidente Pedro Castillo del Perú, aparte de sus muchos defectos, tiene una cualidad fundamental para cualquiera que se dedique a la política: su capacidad increíble para hacer el ridículo sin inmutarse. Yo, que le tengo terror al ridículo, reconozco y admiro mucho eso, me encantaría ser así. Esto quedó en manifiesto con la desastrosa entrevista que dió a Fernando del Rincón en CNN, la primera parte de la entrevista pueden verla en el link y realmente da verguenza ajena. 

Porque existen distintas formas de hacer el loco, tenemos por ejemplo a nuestros honorables diputados "Florcita Motuda" o Pamela Jiles que, asumieron un papel bufonesco para ganar popularidad entre la chusma, pero Castillo es un caso diferente, porque no se da cuenta del ridículo que está haciendo, es inconsciente de eso y parece creer sinceramente que con sus cantinfladas va a seguir convenciendo a todos. Yo lo dudo mucho, con los niveles de ignorancia, corrupción y estupidez que está mostrando en muy poco tiempo su "pueblo" -al que dice estar tan conectado- le puede dar la espalda, al menos eso espero.

La popularidad de los antihéroes, mediocres, torpes "alguien como tú y yo" es una especie de moda en todo el mundo. Esto no es casual, se ha ido formando a lo largo de varios años. Hasta principios de los noventas se admiraba la inteligencia, la honestidad y cosas por el estilo, yo crecí en un mundo donde los que se destacaban eran admirables, hoy los inteligentes y destacados son considerados odiosos por la masa mediocre. La elección de Boric, la simpatía emocional que despierta y el odio visceral que muchos sienten por José Antonio Kast refleja claramente esa tendencia.

A medida que pasaba el tiempo, empezó a crecer una especie de resentimiento hacia los más capaces, entonces empezaron los años de popularidad de los antihéroes: estúpidos, sinverguenzas y llenos de defectos pero con suerte, que a pesar de su estupidez "la hacían". Yo me di cuenta de esto cuando el Tomás Jr. estaba en la escuela y después en el liceo, él -y muchos de sus amigos supongo- admiraba a los sinverguenzas, políticos, estafadores exitosos y gente así, que conseguían lo que todos querían pero sin mérito ni esfuerzo. 

Supongo que eso fue parte de la mentalidad hedonista que creció a principios del Siglo XXI, donde empezó a ser mal visto ser el más inteligente y el que se esforzaba más, mucho más prestigioso socialmente es "ser vivo" y "hacerla" por medio de algún golpe de suerte u oportunismo. Todo esto se vio reflejado claramente en la cultura popular: los antiguos personajes heroicos que encarnaban Bogart, Wayne, Savalas empezaron a dar paso a antihéroes como Dustin Hoffmann o Woody Allen, llenos de contradicciones y pifias, pero que al final ganaban contra todo pronóstico. Sin duda que la masa de fracasados pensaba que a ellos les podía pasar lo mismo, por eso la simpatía.

Tal vez eso explica la enorme popularidad que tuvo la serie de Los Simpsons durante tantos años. Homero Simpson es el gandul, inútil y sin cerebro al que la descripción de "mediocre" le queda grande, sin embargo consigue las cosas más extraordinarias gracias a increíbles golpes de suerte. En Los Simpson los malos son buenos y viceversa. Las "meritorias" Lisa y Margie, que hacen siempre lo correcto, son aburridas, impopulares y normalmente les va mal  Además casi nadie las quiere, en cambio Homero y Bart son populares, líderes de opinión y al final todo les sale bien. 

No falta el estereotipo de Mr. Burns, el millonario miserable y explotador, culpable de las desgracias de los demás, Burns es inteligente así es que encarna todo lo que debe ser odiado, igual que Lisa Simpson. En fin, es una serie que durante años fue muy divertida porque ponía patas arriba todas las convenviones, pero llegado un punto se puso predecible, repetitiva y perdió vuena parte de su atractivo. En lugar de romper clichés estableció nuevos clichés y ya esas aventuras no tienen mayor gracia. Que cosas ¿no?