El pan y la mantequilla

En los primeros años del ciclo de enriquecimiento en Chile, a mediados de los ochenta, se expandió mucho en volumen y sofisticación el mercado de capitales. Las reformas económicas permitieron la aparición de dos -gigantescos- grupos de inversionistas: las AFP y las compañías aseguradoras, estos se conocen como inversionistas institucionales, que manejan grandes fondos de terceros en todo el mundo. 

Las AFP están obligadas por la ley a invertir de una manera muy técnica y conservadora, buscando la mejor combinación posible de rentabilidad y seguridad. Las compañías de seguros, cuyo negocio es gestionar el riesgo, también deciden sus inversiones con estudio y mucho cuidado. Ambas disponen de flujos astronómicos y constantes de recursos para administrar.

Creo que fue después de la crisis de 1982 que apareció un tercer grupo de grandes inversores: las family offices, que son las fortunas individuales o familiares que antes se invertían según el olfato del dueño o controlador, pero se dieron cuenta de la necesidad de contratar a los mejores profesionales que con plata se puede comprar, para aconsejarlos en sus decisiones de inversión. Esta profesionalización de las grandes empresas familiares, que antes se manejaban como un boliche, fue parte del salto cualitativo que produjo la crisis del 82 en nuestra economía. 

AFP, aseguradoras y family offices son el corazón de nuestro mercado de capitales. Ellos generan los grandes flujos de inversión de manera constante. Son como el pan y la mantequilla de nuestra economía y cualquier cosa que los perjudique significará desinversión en gran escala. 

En otros países, con un mercado de capitales menos desarrollado, las inversiones vienen principalmente del fisco y de grandes inversionistas extranjeros, las pocas veces que se animan a apostar en el país. Con un mercado de capitales sofisticado, los inversores institucionales y billonarios locales garantizan la estabilidad, mientras que los grandes proyectos de firmas extranjeras traen los golpes de riqueza, necesarios para crecer. Todo esto va relacionado, los inversores se observan entre si y si algún sector es perjudicado puede ocurrir la desinversión con efecto dominó, como pasa en las corridas bancarias.

En los países en que el negocio no es bueno para las institucionales ni para las familias locales de billonarios esta inversión se contrae o desaparece. Esto también desanima a los grandes protectos de inversión extranjera que valoran sobre todo la estabilidad.Entonces el fisco se convierte en el principal inversor. Pero como el fisco no genera riqueza en ningún lugar del mundo, primero se endeuda, luego empieza a expropiar y finalmente imprime billetes sin control. 

En Chile todavía conservamos un mercado de capitales sofisticado, pero ya estamos en la etapa del endeudamiento. En Venezuela, para poner el otro extremo, ya se endeudaron en todo lo que podían, han expropiado todo lo que se puede expropiar y se imprimen billetes sin control, entonces el país ha entrado en la crisis que conocemos, donde excepto para una pequeña camarilla de dirigentes, la gente común apenas encuentra algo para comer. Cosa parecida ocurre en Cuba.

Esa es, en palabras sencillas la situación. En resumen, en Chile se está destruyendo un complejo sistema que tomó más de veinte años construir, la destrucción partió de a poquito en 1990 y con los años se ha ido acelerando. Lo que vendrá es la desinversión. Los primeros que arrancarán son las family offices, que reaccionan más rápido porque la decisión la toma generalmente una sola persona, después serán las aseguradoras y finalmente -ni Dios lo permita- las AFP, aunque eso yo lo veo difícil por ahora.

Las crisis siempre presentan oportunidades. Nervio comentaba que le parecía muy difícil que Chile se arregle, yo pienso que por el contrario, es bastante fácil. Todo se va a arreglar apenas se reestablezca el imperio de la ley con una contrareforma penal, cuando se equilibre el presupuesto y cuando vuelva la confianza de los grandes inversionistas para apostar en el país. Esas tres cosas son simples, pero suponen reestablecer una serie de equilibrios y tendrán un costo altísimo.

Esto ha pasado varias veces en Chile. En 1982 el Gobierno Militar habá perdido el control del déficit, el sistema bancario, que era dueño de casi todo el sistema productivo aprovechó los vacíos legales de la desregulación para hacerse préstamos a si mismos, lo que llevó a un desequilibrio fiscal y privado gigantesco. Los militares cortaron la situación de una, pero a costa de quebrar casi todo el aparato productivo. Todos tuvimos que hacer un sacrificio enorme al enfrentar, sin anestesia,  la violenta devaluación.

Pero en menos de dos años el país ya estaba recuperado. No solo eso, estaba mucho mejor que antes porque se inició el ciclo de crecimiento más grande que hemos tenido en nuestra historia. La crisis de 1982  tuvo un costo enorme pero la recompensa fue mayor. En 1986 el país ya recibía muchísima inversión extranjera, cosa que duró hasta finales de los noventas. Los grandes empresarios chilenos, que antes de la crisis manejaban sus empresas familiares como almaceneros, se vieron obligados a profesionalizarse y así empezaros a surgir las family offices. Como pasa siempre, en lo malo estaba la semilla de las cosas buenas que vinieron después.

Por eso yo estoy cada día más contento que José Antonio Kast no haya ganado la elección presidencial. Habría sido un desastre de largo plazo para la derecha porque Piñera entrega al país corriendo hacia el precipicio, nadie puede parar la crisis que viene y que mejor que le toque el desastre a Boric y a su pandilla de niñitos soberbios. No tiene manera de evitarlo, nos vamos a quedar "casi" sin pan ni mantequilla. Yo creo que es lo mejor que pudo haber pasado, no hay nada peor que una lenta agonía.