Homeless

Sábado otra vez. hago mi rutina del día en lazytown: ir a la playa, pasear al perro, Internet. Más tarde seguramente iremos a tomar unas cervezas a la Isla con la Pilar, como siempre; un día más y un día menos. Otra vez me pidieron las mismas fotos de la agencia de publicidad de Santiago, fuí a la farmacia, clic, clic. diez lucas para el tomasito. ¡Ojalá tuviera otros trabajos por el estilo!

Lo que me lleva a pensar que si no encuentro luego algún modo decente de ganarme la vida me voy a ver en apuros. Pero que importa, tengo mis ahorros para pasar bien las fiestas. Mi mamá siempre decía en circunstancias parecidas "Dios proveerá" y no le falló nunca ¿por que me iba a falla a mi? Además mis necesidades básicas están cubiertas: tengo donde dormir y para comer ¿que más necesito? casi nada.

A propósito del miedo a la pobreza solo recuerdo una vez en que me vi realmente aproblemado: cuando estudiaba en Ancud (Chiloé) y me había gastado hasta el último peso, tenía la plata justa para los pasajes para volver a mi casa en Quellón, a unos 300 km de distancia. Tomé un bus hasta la ciudad de Castro, donde debía cambiar de bus y al ir a comprar mi pasaje a Quellón me dicen que el camino estaba cortado y no habría bus hasta el día siguiente.

Creo que fue una de las experiencias más aterrorizantes de mi vida estar en una maldita ciudad lluviosa, donde no conocía absolutamente a nadie, sin tener donde dormir. En Arica no habría sido problema, me voy a la playa y listo, pero en el reino del frio y la lluvia esa no era opción. Creo que nunca en mi vida estuve tan asustado ¿han laído el cuento "El vaso de leche" de Manuel Rojas?, bueno, yo estaba entonces en la misma situación.

En ese tiempo era todavía más tímido y sobre todo más orgulloso que ahora, pedir ayuda era imposible. Y así iba revisando mis opciones mientras empezaba a oscurecer, sentía que la ciudad me aplastaba como una caja que se achica y no podía hacer nada para evitarlo. Revisando mis opciones pensé "los curas ayudan a la gente, voy a la iglesia y les pido que me den algún lugar donde dormir". Pero la iglesia estaba cerrada y ni muerto iba a tocar la puerta del cura.

Después se me ocurrió ir a Carabineros a ver si me daban cupo en un calabozo o algo así, pero tampoco me atreví aunque llegué hasta la puerta de la comisaría. Y le daba vueltas y vueltas, cada vez más desesperado porque se iba haciendo de noche, hacía un frio de los mil diablos y empezaba a lloviznar. Nunca había pensado tantas cosas tan rápido, una cosa es pasar hambre, pero no tener donde dormir sin conocer a nadie es cosa seria, se los puedo asegurar.

Al final me di cuenta que estaba pensando demasiado y no llegaba a ninguna parte, tenía que hacer algo. Salí a dar vueltas hasta que llegué a un barrio que me gustó, cerca del hospital, me tincó una casa y sin pensarlo mucho fuí y golpeé la puerta. Recuerdo ese día detalle a detalle, pero curiosamente no me acuerdo ni una palabra de lo que dije a la señora que salió a abrir. El caso es que le expliqué mi situación lo mejor posible, muy tranquilo y tratando de no parecer sicópata.

Creo que fué una de las pocas veces en mi vida que me encontré con la tradicional hopitalidad del sur. Si me hubiesen dado con la puerta en las narices no se que hubiera hecho porque con mi orgullo ni muerto lo hubiera intentado de nuevo ¿ven que los milagros existen?. Porque me hicieron pasar a la cocina -que es el centro de reunión de las familias por esos lados- me sirvieron café y un plato de comida y me dieron alojamiento y desayuno al día siguiente. Nunca más supe de ellos y no volví a esa casa. Total, los favores son gratis, como decía el Pepe Drago.

Creo que heredé un poquito de la cualidad de inspirar confianza que tenía mi mamá: la gente me cuenta secretos y me hacen muchos favores sin ninguna razón aparente. Claro que trato de no ser vaca y responder a tan inmerecida confianza. En fin, me desvié del tema, iba a escribir otra cosa nada que ver y miren lo que me salió. A ver si mañana se me ocurre algo más interesante.