ouch!

Anoche me llamó Pratti avisándome que estaban con Viera, Zamorano y otros amigos haciendo una pescado escabechado así es que partí para allá con buen apetito y una botella bajo el brazo. Pero apenas llegué empecé a ver todo medio borroso, nauseas y me faltaba el aire. Me paré y casi sin despedirme partí de vuelta para la casa. Tuve que parar el auto en el camino para llamar a Ulloa y descansar un poco, porque me sentía realmente mal. En fin, llegué a la casa y no lo comenté a nadie, derecho a acostarme. Pero en lugar de arreglarme iba cada vez peor, me vino fiebre y un maldito dolor de cabeza que no se me pasaba con nada. Furioso pensaba que tenía una típica enfermedad de mina, con dolor de cabeza, nauseas y desvanecimientos.

Pensando que podría ser llegué a la conclusión que estaba intoxicado, mi querida suegra había preparado un ceviche para el almuerzo y ahora estaba sufriendo las consecuencias. Seguro que la vieja trató de envenenarme, en complicidad con el Tomás Jr. para heredar mi cuantiosa fortuna, y esta vez casi lo consiguen. Alguna vez leí que cuando uno tiene fiebre el cerebro se comporta de manera muy rara y eso me pasó anoche que no pude pegar los ojos, se me ocurría toda clase de ideas extrañas. Si no hubiese sido tan desagradable creo que me gustaría repetir la experiencia. Al otro día amanecí con un dolor de cabeza fuertísimo, creo que puedo contar con los dedos de una mano las veces que me ha dolido la cabeza en mi vida, bueno, hoy en la mañana fue una de esas.

Como desperté muy maltrecho consideré que ya era hora de hacerme la víctima y ahí me quedé como pollo acostado toda la mañana. Lo único que tomé fueron unas pastillas de carbón, que según he leído es uno de los antídotos más antiguos que existen y mi suegra me puso unas torrejas de papa con sal en la cabeza, al principio creí que eran puras cosas de vieja pero increíblemente la cosa funcionó y ahora la cabeza no me duele nada. En fin, ya estoy bien de nuevo, y sin muchas ganas de redactar nada por ahora.